RETABLO <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> VIRGEN <strong>DE</strong>L ROSARIO Es el segundo retablo más antiguo de los existentes en la iglesia parroquial, y procede del monasterio de La Concepción, de los frailes mínimos de San Francisco de Paula, en Camarena, corresponde al principio del siglo XVII. El retablo fue pagado a Alonso Cotán de Quiñones en 1613. Retablos de la Iglesia de San Juan Bautista de Camarena. Pág. 39
Alfonso Rodríguez G. de Ceballos, en su artículo Evolución morfológica y estilística del retablo propone una periodización del retablo barroco español en tres fases: una primera etapa "prolongación del clasicismo" en el primer tercio del siglo XVII, la etapa de "retablo castizo" o "genuinamente hispánico" en la segunda mitad del siglo XVII -fase subdivida en una primera parte, caracterizada por las columnas salomónicas, y una segunda, por los estípites, y la etapa de "retablo rococó" en la primera mitad del siglo XVIII En base a esta clasificación, podemos señalar que el retablo de la Virgen del Rosario de Camarena, dada su fecha de ejecución, se encuadraría en la primera etapa del Barroco caracterizada por la perduración del clasicismo, en el primer tercio del siglo XVII. Sin embargo las características del retablo de la Virgen del Sagrario nos permitirían concluir que ya los primeros años del siglo XVII podrían considerarse como la fecha de creación y expansión del retablo barroco hispánico. El retablo barroco hispano de este momento, denominado por G. de Ceballos “retablo castizo” o “genuinamente hispano” recibía ese nombre porque apenas sufrió influencias exteriores y se gestó por entero dentro de la Península Ibérica. Se les conocía también como retablos dorados, porque fueron ricamente bañados con láminas de oro. No olvidemos que el oro, por su color, brillo y luminosidad, se volvió el símbolo de la luz celestial, del resplandor del sol, de la perfección divina, de lo superior, lo eterno, lo sublime. . Podemos comprobar a simple vista que los dos retablos barrocos de la iglesia parroquial, el de la Virgen del Rosario y el del Cristo con la Cruz a Cuestas, corresponden a este estilo ya que están construidos con madera recubierta con el precioso metal, con la finalidad de producir asombro y admiración en el espectador. Característico de este periodo, y también presente en el retablo de la Virgen del Rosario, era la utilización en un primer momento de la columna salomónica, cuyo fuste de cinco o seis espiras o revueltas resultaba mucho más vistoso que el clásico al estar cuajado de hojas de parra, racimos y pámpanos de vid tallados. Son varias las ocasiones a lo largo de este estudio que hemos mencionado que el origen del uso en España de las columnas salomónicas está en el baldaquino que construyó Bernini, en 1633, para la basílica de San Pedro, pero no hay que olvidar que la columna salomónica ya era conocida mucho antes. Observaciones como las anteriormente mencionadas nos llevan a pensar que el Retablo de la Virgen del Rosario tendría una mejor cabida en la etapa del retablo genuinamente hispano, que en la etapa anterior, caracterizada por la prolongación del clasicismo, en la que le encuadramos en función de su fecha material de ejecución. Pero una descripción más detallada del mismo, nos llevará a ratificarnos en esta propuesta. Ubicado originariamente en el antiguo convento de la Concepción, de los Frailes Mínimos de San Francisco de Paula , su ornamentación se compone de hojas de vid, pámpanos y otros motivos vegetales. Los contornos que sirven de marco a la imagen mantienen líneas ondulares y adornos protuberantes: en el Barroco existía la necesidad de ocupar los espacios; de ahí la gran cantidad de adornos. Daniel Cristóbal Morell Página 40
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