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IV. Culturas del agua<br />
Nos movemos en lenguas de prestigio, durante siglos unas lenguas se han<br />
impuesto a otras debido sobre todo a una mayor presencia comercial,<br />
comunicativa o bélica. Sin embargo, hubo culturas que es muy importante que<br />
tengamos en cuenta a la hora de establecer la relación entre <strong>lenguaje</strong> y deseo.<br />
Marcel Mauss, Georges Bataille y Jacques Lacan analizaron la estructura del<br />
don a través de un ritual muy especial que se daba en las regiones amerindias<br />
de América del Norte, en lo que ahora llamamos la Columbia Británica, dicha<br />
tierra era poblada por diferentes tribus (los Haida, Tlingit, Tsimshian, Salish,<br />
Nuuchahnulth, y Kwakiutl) (Kwakwaka'wakw). Este ritual se llamaba<br />
potlatch, consistía en un intercambio de bienes por prestigio, acudían a ellos<br />
una gran masa hombres, la ceremonia solía durar varios días con un frenesí<br />
que iba in crescendo conforme pasaba el tiempo. Los jefes de las tribus<br />
subastaban sus bienes en clara ostentación de una riqueza que ya no les era<br />
útil. Al final de la ceremonia todos los bienes acumulados en la subasta se<br />
apilaban y se quemaban en una gran hoguera. ¿Qué recibían a cambio de ello?<br />
Prestigio, cuanto más grande era la sustracción de bienes a los grandes<br />
hombres de otras tribus más renombre cobraba el organizador de dicho ritual,<br />
después de ello era seguido por una gran parte de los asistentes y se convertía<br />
en el hombre más poderoso. Era la democracia del fuego o el feudalismo<br />
negativo.<br />
Aparentemente esto parece un relato antropológico de una cultura que<br />
evidentemente fue dominada por la lengua de la guerra, ya que no eran<br />
belicistas, sino que hacían que la extracción y destrucción de bienes se<br />
convirtiera en poder de seguimiento. Sin embargo, este ritual mostraba:<br />
Una circulación periódica del poder sin eliminación de hombres, proponiendo<br />
sumarlos a la causa más sagrada.<br />
Dejar libre el campo del deseo. Según Jacques Lacan los límites del deseo son