Excodra XIX: El lenguaje

Primer intento
Existe un tiempo que parece sólo transcurrir en mí y en mí existe una historia
que se narra silenciosa entre recuerdos de una realidad ajena y vagas
impresiones de trascendencia. Inmersa en este tiempo y esta historia siento
que no existen suficientes palabras capaces de cohesionar mis pensamientos,
siento que desconozco el lenguaje con el que se narran las ideas, los atisbos,
desordenados y confusos, siento que no encuentro el lugar para el caos o la
divergencia. Se me revela la imposibilidad del lenguaje y soy consciente de mi
incapacidad de narrar para lector alguno. Porque aunque todo es lengua para
el que escucha, aunque todo dice, hay realidades que no tienen reflejo, que
siempre han de manifestarse desde fuera, desde la marginalidad y el
descrédito más absolutos, desde la inexistencia. Hay cosmovisiones que no se
encuentran en las palabras, que rehuyen los significantes condenados a
significar, las cárceles de ideas que tantas palabras prostituidas y maltratadas
representan.
Siempre he pensado que los lenguajes una vez aparecen en nuestro suceder
nos escriben y des(es)criben inevitablemente, nos explican y despliegan el
mapa del universo, de cualquiera que imaginemos. Pienso que no existe
lenguaje irrelevante y que aunque desconocido ningún lenguaje es imposible.
Sin embargo, no creo en la definición acertada, ni en la correspondencia entre
signos, pues los significados al fin y al cabo están creados del mismo material
del que nos creamos nosotros mismos: Pura abstracción.
Arcanos ancestrales. Antesalas de la substancia. Cérvix literarias. Símbolos
imperfectos de imaginarios y realidades. Nigromancia inflorescente.
Los lenguajes son insuficientes, voces titilantes de lo imposible, poesía de lo
desconocido, de lo extraordinario, de aquello que en algún lugar espera para