06_Un libro es un amigo_6 mar 2017_individuales

Romance
Tanto le había cantado, tanto le había escrito y suspirado aquel
chavo, que una tarde la Muerte decidió darse una vuelta por su
cuarto.
Él como que quiso reconocerla cuando un escalofrío subió
reptando por su espalda, pero la había imaginado inmensa,
trágica, descarnada, y no chaparrita, menuda, con el pelo platinado
a rape, camiseta negra con esqueleto estampado, botas de
jardinero y unas oxidadas tijeras de podar al hombro.
—Vámonos, pues… —le dijo, y el chavo alcanzó a verle el
piercing en la lengua.
—¿Ya, ahorita? P-pero… es que no estoy listo —replicó él,
muriéndose de vergüenza.
—Ash; típico —irritada, consultó la hora en su cel y le advirtió—:
tienes hasta que amanezca.
Y se fue.
Él casi no pudo dormir; soñó que huía hasta el confín del
mundo; que inventaba una máquina que lo hacía invisible; que
la besaba con ardor para romper la maldición…
Pero amaneció. A las 6:30 en punto ya estaba ahí, oliendo
a nardos.
—Es que… sigo sin estar listo: no he amado, no he creado
nada, ¡no he ido ni a la esquina! —suplicó entonces.
—¡No me digas! ¿Y anoche?, ¿te moriste o qué? —dijo burlándose.
Y es que ella lo sabía todo sobre sueños.
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