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Salvada de las llamas

Una niña pequeña llamada Sunita y su familia tratan de reiniciar su vida después de un incendio. Su casa y lo que esta contenía, incluidos todos los libros de la escuela y los juguetes de la niña, han quedado reducidos a cenizas. Lo peor de todo es que no encuentran a su cachorro Taro. Los padres de Sunita están muy ocupados construyendo su nueva casa y nadie tiene tiempo de escuchar lo que la angustia a ella. Afortunadamente, Sunita tiene una maestra observadora que acude en su ayuda. La maestra pone en contacto a Sunita con un amigo que es doctor, y le enseña a Sunita a tejer un nuevo peluche para reemplazar el viejo que se había quemado. Sunita aprende que no sólo hay heridas externas, sino también heridas que se meten bajo la piel. Afortunadamente, ambos tipos de heridas se pueden curar.

Una niña pequeña llamada Sunita y su familia tratan de reiniciar su vida después de un incendio. Su casa y lo que esta contenía, incluidos todos los libros de la escuela y los juguetes de la niña, han quedado reducidos a cenizas. Lo peor de todo es que no encuentran a su cachorro Taro.
Los padres de Sunita están muy ocupados construyendo su nueva casa y nadie tiene tiempo de escuchar lo que la angustia a ella. Afortunadamente, Sunita tiene una maestra observadora que acude en su ayuda. La maestra pone en contacto a Sunita con un amigo que es doctor, y le enseña a Sunita a tejer un nuevo peluche para reemplazar el viejo que se había quemado.
Sunita aprende que no sólo hay heridas externas, sino también heridas que se meten bajo la piel. Afortunadamente, ambos tipos de heridas se pueden curar.

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Sunita se estaba <strong>de</strong>sayunando junto con su prima Dina. Antes,<br />

ambas se divertían juntas y tenían mucho <strong>de</strong> qué hablar,<br />

pero ahora todo era diferente.<br />

“No te pue<strong>de</strong>s quedar en casa todo el día sin hacer nada. ¿Por<br />

qué no salimos juntas a alguna parte, tal vez a nadar?, dijo Dina,<br />

tratando <strong>de</strong> animar a su invitada.<br />

Sunita mordisqueó un pedazo <strong>de</strong> pan, pero no tenía apetito. Se<br />

quedaba mirando los motivos <strong>de</strong>l mantel, <strong>de</strong>masiado cansada<br />

para contestar. Su prima se levantó <strong>de</strong> la mesa para irse.<br />

“Eres muy extraña”, suspiró Dina. “Entiendo lo terrible que<br />

<strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser per<strong>de</strong>r tu hogar en un incendio, pero al menos<br />

<strong>de</strong>berías hablar conmigo”.<br />

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