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Entrelíneas 45

Publicación semanal elaborada por los estudiantes de la asignatura de Producción de Contenidos en Tiempo Real de la Carrera de Periodismo (Universidad de Concepción, Chile).

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ENTRELINEAS<br />

Entrevista<br />

“El Piolín”, un comerciante que vivió la dictadura<br />

“A lo mejor fuimos los primeros mormones<br />

de la política”<br />

El mar de gente que llenaba la “Ferretería El Piolín” indicaba que comenzaba la tarde de lunes. A lo lejos se divisa una<br />

cabeza canosa, Ángel Araya se encontraba detrás del mesón acomodando bolsas y boletas. Rápidamente esboza una<br />

sonrisa e intenta nadar entre los clientes hasta llegar a una puerta desteñida. Dos sillas, una mesa y fotos con la familia,<br />

así era la oficina donde prendió una estufa antes de sentarse y conversar.<br />

Ángel Raúl Araya Geraldo<br />

es un comerciante ferretero de<br />

77 años, casado y con dos hijos.<br />

Trabaja en Talcahuano en<br />

la “Ferretería El Piolín” desde<br />

hace tres décadas. Emocionado<br />

menciona su infancia junto a sus<br />

11 hermanos en la llamada “tierra<br />

de campeones” de Iquique,<br />

donde nació y fue criado. Pese a<br />

ello, el tiempo y la enfermedad<br />

de dos hermanos lo obligó a mudarse<br />

con diez años a Santiago<br />

con su familia.<br />

Recuerda la imagen de un Ángel<br />

joven y fiestero como la razón<br />

de su llegada a Concepción.<br />

Luego de haber egresado del Liceo<br />

Comercial de Santiago, tuvo<br />

que realizar el servicio militar<br />

obligatorio al cumplir la mayoría<br />

de edad. Al terminar sus funciones<br />

trabajó en la Caja de Empleado<br />

Particulares (EMPART)<br />

donde conoció los malones que<br />

tanto molestaban a sus hermanos<br />

mayores. “Ellos le metían leña al<br />

fuego, le decían a mi mamá que<br />

no podía aguantarme tanto o me<br />

iba a acostumbrar”, cuenta entre<br />

risas.<br />

Después de muchos encontrones<br />

uno de sus hermanos mayores,<br />

que era administrador de<br />

la Empresa Portuaria del puerto<br />

de Coquimbo, le consiguió trabajo<br />

en la sucursal de Talcahuano.<br />

Don Ángel cuenta que no<br />

le parecía la idea y que “a regañadientes<br />

me tuve que venir,<br />

tuve que obedecer y ver por lo<br />

mejor. Realmente en la Empresa<br />

Portuaria se ganaba más plata”.<br />

Confiesa que fue agotador y repetitivo,<br />

la misma rutina todas<br />

las semanas ya que “todos los<br />

12<br />

viernes viajaba para Santiago y<br />

llegaba cansado a trabajar el lunes<br />

temprano. Era aburrido, hasta<br />

que en uno de esos viajes, se<br />

cruzó la que ahora es mi esposa”.<br />

El pololeo con Viviana Chávez<br />

comenzó con cartas durante<br />

mucho tiempo. De esos escritos<br />

salen las anécdotas más divertidas,<br />

cuenta que “como no terminé<br />

el colegio, cuando la Vivi<br />

me mandaba cartas yo buscaba<br />

el significado de sus palabras en<br />

el diccionario, parecía un niño”.<br />

Como consecuencia jamás olvido<br />

algunos conceptos, tales como<br />

indecible, palabra que más usaba<br />

su amada para decirle cuanto lo<br />

amaba. “Sufro por lo indecible,<br />

siempre me acuerdo”, afirmó.<br />

Se casaron y empezaron de cero,<br />

desde ahí surgieron con la ayuda<br />

de familiares de los que hasta<br />

el dia de hoy se sienten eternos<br />

agradecidos.<br />

“Yo no era político, era<br />

un admirador de Allende”<br />

Su infancia en Santiago estuvo<br />

marcada por la inocencia, recuerda<br />

con cariño a sus vecinos con<br />

los que se juntaba a jugar en el<br />

barrio.<br />

Entre esas tardes de peloteo<br />

recuerda a quien marcó su vida<br />

en la política, se llamaba Israel.<br />

“Éramos admiradores de un borrachito<br />

que hablaba muy bien y<br />

se paraba en un carretón rojo. Se<br />

Ángel Araya creó la ferreteria en los años 80. Fotografía por<br />

Javiera Díaz.<br />

ponía a hablar como los evangélicos,<br />

pero sobre Allende. Desde<br />

la primera campaña hasta esos<br />

años. Conversaba con tanta perseverancia<br />

y pasión, con tanto<br />

conocimiento que nosotros queríamos<br />

conocer a Allende”.<br />

Así partió aquella admiración<br />

que lo haría conocido entre<br />

los fundadores del Movimiento<br />

de Acción Popular Unitario<br />

(MAPU).<br />

Los Soto Lillo eran vecinos de<br />

su barrio cuando ya estaba casado<br />

en Talcahuano. Entre charlas<br />

quedaron en organizar algo, un<br />

movimiento que se fundó luego<br />

de la escisión de la parte más rebelde<br />

de la Democracia Cristiana<br />

(DC).<br />

Las primeras reuniones se<br />

dieron en su casa. Primero entre<br />

cuatro, luego 10, hasta ser más<br />

de 20 personas en su hogar. Dentro<br />

del grupo destacaba uno, Rodrigo<br />

Ambrosio, sociólogo que<br />

daba la cuota de reflexión entre<br />

tantas palabras. “Este amigo mío<br />

siempre nos decía que para poder<br />

hacer un país diferente y distinto,<br />

la gente tiene que estar unida.<br />

Pucha que tenía razón”.<br />

Fueron muchas la juntas antes<br />

de definir el nombre, para finalmente<br />

definirse como un movimiento<br />

político que buscaba un<br />

desapego de los jerarca. Buscaban<br />

volver a sus raíces, esas llenas<br />

de pobreza, esfuerzo y reconocimiento.<br />

Piolín, como apodaron los amigos<br />

del movimiento y el puerto<br />

a Ángel, jamás ha creído que la<br />

formación del MAPU fue el motivo<br />

de su exoneración. “Yo creo<br />

que lo hicieron por ser supervisor<br />

en el puerto, pero sobre todo por<br />

mi pasado de ex dirigente gremial”.<br />

Recuerda con una sonrisa tímida<br />

lo oculto que era el MAPU.<br />

“Bajo perfil, un poco esotérico<br />

me atrevería a decir”. Sin embargo,<br />

eso no detuvo el aumento<br />

constante de militantes.<br />

No les costó reunir personas,<br />

había mucha juventud en la universidad<br />

y el movimiento llamó<br />

la atención de varios. “Ellos mismos<br />

llevaban militantes nuevos.<br />

Pasó todo tipo de gente por mi<br />

casa, desde adultos hasta niños<br />

pequeños”. Ríe al recordar lo<br />

pequeño que estaban algunos

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