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01-Corazon_elastico_-_Elena_Montagud

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Le escribo, con manos temblorosas, una respuesta:<br />

Por qué no te grabas?<br />

Al enviárselo, me pongo más nerviosa. Espero a que conteste durante más de<br />

diez minutos, aunque no parece que lo haya leído. No me puedo creer que,<br />

después de todo, esté chateando con él. Y que me sienta como si fuera otra vez<br />

una adolescente.<br />

Cuando ya creo que no va a decir nada, el móvil pita. Lo cojo a toda prisa y<br />

abro la aplicación para encontrarme con un vídeo. El corazón me palpita con<br />

fuerza. Clico y, de súbito, la imagen de Adrián con la guitarra apoyada en las<br />

rodillas llena la pantalla. Trago saliva.<br />

—¡Hola, amiga! —exclama medio en broma. Me echo a reír como una tonta. En<br />

ese momento alguien le habla y él susurra algo. Cuando vuelve a mirar a la<br />

cámara, sonríe—. Es mi compañero de piso. Trabajamos juntos en la obra. Dice<br />

que está harto de oírme tocar. —Saca la lengua para burlarse, y con ese gesto<br />

rejuvenece diez años y se asemeja más que nunca a aquel chico punk escuálido y<br />

malhablado—. Bueno, como me has pedido que me grabe, pues… allá vamos.<br />

Se inclina un poco hacia delante, dispuesto a rasgar las cuerdas. Me bebo su<br />

imagen, casi la acaricio. Menuda loca. Me muero por tenerlo aquí. Esto no puede<br />

estar pasando. ¿Yo, una ñoña sentimental? Adrián canta con los ojos cerrados,<br />

conmovido. «You remain my power, my pleasure, my pain. To me, you’re like a<br />

growing addiction that I can deny. Won’t you tell me, is that healthy, baby?»<br />

(«Continúas siendo mi fuerza, mi placer, mi dolor. Para mí eres como una<br />

adicción que crece y no puedo negar. No me dirás que eso es sano, nena»). Es<br />

como si me dijera a mí esas palabras. Es tan mágico, tan espectacular… Podría<br />

haberse dedicado a cantar y habría llenado estadios.<br />

En cuanto acaba la canción se echa a reír, como avergonzado, y se rasca la<br />

nuca. Coge el móvil y lo acerca a su rostro. Tan cerca que puedo acariciar sus<br />

largas pestañas.<br />

—Buenas noches, Blanca. Duerme bien. —Me guiña un ojo.<br />

La grabación se detiene y Adrián se queda en una imagen congelada. Miro el<br />

móvil durante un buen rato con la boca abierta, miles de aves desplegando sus<br />

alas en mi estómago y el corazón a mil por hora.<br />

Dios… No sé qué ha sido eso. No sé qué estamos haciendo ni por qué todo<br />

parece tan sencillo después de todo. Pero es tan jodidamente bueno…

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