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Edición 11 de Noviembre de 2017

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| cuento |<br />

| artículo |<br />

Cuando el<br />

espíritu sangra<br />

rAFAeL LArA-mArTíNeZ<br />

Tecnológico <strong>de</strong> Nuevo México<br />

rafael.laramartinez@nmt.edu<br />

Des<strong>de</strong> Comala siempre…<br />

El ejemplo <strong>de</strong><br />

mi madre<br />

óScAr NÁjerA,<br />

Escritor y poeta<br />

era medio día y yo<br />

había salido temprano<br />

<strong>de</strong> clases, llegué al<br />

pequeño comedor que<br />

mi madre tenía. el<br />

comedor estaba ubicado cercano a<br />

un cine en una famosa avenida <strong>de</strong><br />

San Salvador. Un lugar don<strong>de</strong> el<br />

tiempo pasa como los gobiernos <strong>de</strong><br />

diferentes ban<strong>de</strong>ras, pero la pobreza<br />

se ancló, un país don<strong>de</strong> la injusticia<br />

llegó y se quedó.<br />

Me senté en una <strong>de</strong> las bancas<br />

en la acera frente al comedor,<br />

observaba a mi madre cocinar. ella<br />

siempre ponía mucho amor a la<br />

labor culinaria, era algo que sabía<br />

hacer muy bien, una habilidad<br />

heredada <strong>de</strong> mi abuela.<br />

l o s b u s e s p a s a b a n<br />

constantemente, pues ahí había<br />

una parada <strong>de</strong> autobuses...<br />

Cojute Cojute...gritaban los<br />

cobradores <strong>de</strong> las que se dirigían a<br />

la hermosa ciudad <strong>de</strong> las neblinas,<br />

pero también gritaban: Soyapango,<br />

ciudad Delgado, la Dina, Monserrat,<br />

etc. era un concierto <strong>de</strong> gritos<br />

ruleteros.<br />

Como fondo sonaba más <strong>de</strong> una<br />

rockola tocando música <strong>de</strong> bur<strong>de</strong>l,<br />

”música para borrachos” <strong>de</strong>cía la<br />

gente que pasaba caminando, y<br />

miraba con <strong>de</strong>spreció lo que solo<br />

podían ver frente a su nariz, pero<br />

no miraban más allá <strong>de</strong> lo que la<br />

sociedad percibe. no ven a las<br />

madres trabajadoras, hombres y<br />

mujeres con ganas <strong>de</strong> progresar y<br />

salir <strong>de</strong> esa pobreza inmensa.<br />

Mi madre había comenzado<br />

sus labores <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las cinco <strong>de</strong> la<br />

mañana, preparando el <strong>de</strong>sayuno<br />

para la primera venta <strong>de</strong> ese día, mis<br />

hermanos menores y mi hermana<br />

habían colaborado en esas labores<br />

antes <strong>de</strong> ir a la escuela.<br />

Posterior a eso, ella había ido<br />

al mercado a comprar todo lo<br />

necesario para el almuerzo y la cena<br />

<strong>de</strong> ese día.<br />

Mientras cocinaba, cantaba...<br />

su voz era bella, conocía la letra<br />

<strong>de</strong> muchas canciones populares <strong>de</strong><br />

su época <strong>de</strong> adolescente, así como<br />

la música que le gustaba a mis<br />

abuelos y la que estaba <strong>de</strong> moda en<br />

ese tiempo. Cantar era un escape<br />

para ella, era una distracción para<br />

olvidarse un poco <strong>de</strong> tanta pena..<br />

Comenzó a platicarme que<br />

había ahorrado para comprarse un<br />

par <strong>de</strong> zapatos, los que aparte <strong>de</strong><br />

necesitar le gustaban mucho, pero<br />

como no tenía el dinero suficiente<br />

para pagarlos, los obtuvo al crédito.<br />

Pagó la mitad y el resto lo pagaría en<br />

cuota con sus respectivos intereses.<br />

ella estaba muy contenta,<br />

cocinando, cantando y estrenando<br />

su nuevo par <strong>de</strong> zapatos.<br />

M i e n t r a s p l a t i c á b a m o s ,<br />

escuchamos un fuerte estruendo.<br />

El tráfico disminuyó al grado <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>tenerse, ya no pasaban ni buses<br />

ni otra clase <strong>de</strong> vehículos.<br />

Pensábamos que había sucedido<br />

un atentado.<br />

Minutos <strong>de</strong>spués empezaron<br />

a aparecer las primeras personas<br />

corriendo y el número rápidamente<br />

fue aumentando.<br />

“rápido comienza a guardar<br />

las cosas” me grito. ella creía que<br />

podría haber algún enfrentamiento<br />

entre los comandos urbanos y los<br />

soldados o policía, cosa que era muy<br />

común en esa época.<br />

Mientras guardábamos las<br />

mesas, sillas, etc. entre todas las<br />

personas que corrían, venía una<br />

señora <strong>de</strong> unos treinta años <strong>de</strong> edad,<br />

parecía secretaria porque portaba un<br />

uniforme, venía sin zapatos y quizá<br />

se había caído o estuvo cerca <strong>de</strong>l<br />

4 TreSmiL Sábado <strong>11</strong> / noviembre / <strong>2017</strong><br />

bombazo, porque estaba cubierta<br />

<strong>de</strong> polvo.<br />

Mi madre le habló, trató <strong>de</strong><br />

calmarla ya que la señora no sabía<br />

ni dón<strong>de</strong> estaba, le dio agua..<br />

Cuando la señora se calmó, mi<br />

madre le dijo cuál era el rumbo<br />

para don<strong>de</strong> ella tenía que dirigirse,<br />

a continuación mi madre se quitó<br />

sus zapatos nuevos y se los dio a<br />

la señora, fue una casualidad que<br />

calzaran la misma talla.<br />

la señora ya estaba más calmada<br />

y continuó su camino huyendo <strong>de</strong>l<br />

peligro.<br />

le pregunté a mi madre: ¿Por<br />

qué le dio los zapatos nuevos? ella<br />

me respondió: cuando regales algo,<br />

da lo que tienes no lo que te sobre.<br />

Fue a buscar sus viejos zapatos<br />

y continuó con sus labores.<br />

así era mi madre, una mujer con<br />

un carácter fuerte, pero muy noble,<br />

siempre ayudaba al que necesitaba.<br />

ese día aprendí una <strong>de</strong> las tantas<br />

lecciones <strong>de</strong> vida que me enseñó mi<br />

hermosa madre, una vez más vi lo<br />

noble que era...una madre abnegada<br />

que trabajaba para sus hijos.<br />

estábamos cerca <strong>de</strong> la guardia<br />

y la policía, los carros y pick ups<br />

<strong>de</strong> estos cuerpos <strong>de</strong> seguridad se<br />

movilizaban como hormigas locas.<br />

encendí la radio para enterarme<br />

<strong>de</strong> lo que ocurría.<br />

en el noticiero dijeron que<br />

habían <strong>de</strong>tonado una bomba en una<br />

se<strong>de</strong> <strong>de</strong> trabajadores organizados.<br />

Más tar<strong>de</strong> me enteré que habían<br />

asesinado a Febe.<br />

ese día apagaron la luz <strong>de</strong> sus<br />

hermosos ojos , callaron su bella y<br />

fuerte voz, estandarte <strong>de</strong> lucha y<br />

liberación <strong>de</strong> la clase obrera.<br />

los hijos <strong>de</strong> Febe quedaron<br />

en orfandad... Casi dos años más<br />

tar<strong>de</strong>, yo también <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> escuchar<br />

la angelical voz <strong>de</strong> mi madre.<br />

Llego temprano a casa apurada. Nada <strong>de</strong>tiene mi impulso. Ni siquiera<br />

la trabazón <strong>de</strong>l mediodía al birlar vehículos en oleaje. Las corazonadas<br />

no mienten. Como ese dichosofuí —ya no lo soy— que me <strong>de</strong>spierta al<br />

amanecer hace una semana. Vocaliza su augurio en el instante preciso<br />

en que la Estrecha Matutina anuncia el nixtamal. En pasta informe, la<br />

molienda <strong>de</strong> granos duros calca mi reflejo. La molicie <strong>de</strong> sentimientos<br />

se oculta en fuga. Cual Luna al horizonte. Su sombra es mi espejeo.<br />

La vidriera traslúcida <strong>de</strong>l cuerpo me <strong>de</strong>scubre el dolor. La prisa casi me<br />

vaticina el choque que esquiva el volante. Por el presagio <strong>de</strong> ave y astro,<br />

sé que el réquiem me advierte un riesgo bastante íntimo. Pero no el mío.<br />

De manera tan personal, la colisión se revierte. Del alma cercenada,<br />

sufro un aborto tardío e involuntario.<br />

En pausa menor, antes el <strong>de</strong>rrumbe sangriento me ocurría cada mes.<br />

Goteaba niños en potencia que surtían profusos al cuarto menguante.<br />

“Es lo natural”, me repetían, como si las faldas plisadas en uniforme <strong>de</strong><br />

colegio semejasen hojas marchitas por falta <strong>de</strong> lluvia. Las casas y las<br />

calles remedaran grutas <strong>de</strong> albergue y huellas <strong>de</strong> animales en la selva<br />

tupida. En quiste natural, el cuerpo se incrustaba en un caos social. Sólo<br />

la palabra y la pintura organizaban el mundo, aun si a veces lo hacían<br />

en imperativo. Acaso esa discrepancia me infundió un carácter irascible<br />

que anhelo refinar.<br />

Apurada llego a casa por fin. Gruñendo aún <strong>de</strong>l tráfico cuya constante<br />

trabazón enar<strong>de</strong>ce el ánimo. Llego a que el sobresalto se añada a mi<br />

estupor. Una luciérnaga roja, intermitente, me anuncia la tragedia.<br />

Doblo la esquina final y distingo la policía que me espera afanosa. Subo<br />

apresurada las gradas <strong>de</strong> la cochera a la casa y luego a los dormitorios<br />

<strong>de</strong>l segundo piso. Ahí aguardan dos agentes quienes me solicitan que<br />

certifique la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong>l cadáver oculto bajo una manta sobre la cama.<br />

Lo <strong>de</strong>stapan y vidriosa reconozco a mi hijo semi<strong>de</strong>snudo y flagelado.<br />

El cuerpo llagado <strong>de</strong> estrías en bermellón. Sembradas en lamento. Una<br />

baba azul le supura el idioma <strong>de</strong>l martirio. Sólo los labios arrugados<br />

insinúan la sonrisa grata <strong>de</strong>l abandono terrestre. Los <strong>de</strong>legados se<br />

marchan satisfechos <strong>de</strong> la técnica mo<strong>de</strong>rna. Por el certero examen<br />

químico <strong>de</strong> sangre. El veneno circula en cascada espumante. Surcos<br />

profundos listos a la siembra. A recibir en su hendidura la semilla<br />

próspera <strong>de</strong> lo sagrado. La <strong>de</strong>l seppuku o jisatsu. Así lo insinúa el<br />

espíritu a la <strong>de</strong>riva instantánea. En revoloteo estri<strong>de</strong>nte emigra en<br />

dispersión <strong>de</strong> torogoz al barranco. Junto a las taltuzas que excavan<br />

laberintos tersos hacia el inframundo <strong>de</strong>l entierro. Las nubes <strong>de</strong>spejan<br />

el cielo hasta darle cabida. En su ansía <strong>de</strong> recibirlo, alojan el dolor. Tal<br />

es su esperanza <strong>de</strong> reencarnarse en vuelo amplio. En vapor <strong>de</strong> bruma,<br />

el ánima se exilia <strong>de</strong> esta vida terrestre ya sin i<strong>de</strong>al. Salvo su vocación<br />

<strong>de</strong> neblina. Se disuelve entre las ramas esmeraldas, bajo el añil que las<br />

cobija. La equivalencia es fácil para quien opta por el celaje.<br />

Empero, yo persisto en esta pena terrestre, pese a la tentativa árida <strong>de</strong><br />

arraigar el <strong>de</strong>stierro perpetuo <strong>de</strong>l hijo amado. El dolor me fragmenta<br />

como un aborto involuntario, repentino. Cuando el espíritu sangra.<br />

Despedazado en el rastro <strong>de</strong> la utopía. Al perdurar, lamo suelos polvosos<br />

cuyos añicos ingiero en alimento. El recuerdo <strong>de</strong> la ayuda frustrada<br />

por el choque en espejeo <strong>de</strong> visiones encontradas. La disputa <strong>de</strong> los<br />

contrarios que se unen en el infinito <strong>de</strong> la Muerte. Vidas paralelas. La<br />

Muerte cala las entrañas en carcoma. Los huesos partidos; la médula<br />

rota.<br />

Hoy muere en mí un meollo ignorado. Sólo persevera aquella antigua<br />

ley <strong>de</strong> gravitación universal en el afecto. La gravedad y pesantez <strong>de</strong><br />

la lejanía generan la atracción. Si la ciencia reza “la unidad <strong>de</strong>l vector<br />

iguala la distancia dividida por la magnitud” —me repetía una amiga<br />

inclinada a la física— en <strong>de</strong>clive poético y romántico hoy le reclamo<br />

una lectura diversa. En su unidad estable, el amor equivale a la longitud<br />

que me separa <strong>de</strong>l amado dividida por la intensidad <strong>de</strong> mi cariño, en<br />

rectilínea hacia esa persona. La persona que recuerdo entre letras y<br />

óleos, pero sólo volveré a conversar con ella en la Muerte.

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