Atrapados bajo tierra

Le fascina explorar cuevas precisamente
por lo inesperado. Nunca sabes
qué te vas a encontrar. Si no lo has
hecho antes, podrías pensar que hay
una gran abertura por la que pasas o
que encontrarás, una tras otra, cámaras
llenas de estalactitas puntiagudas
suspendidas del techo y chatas estalagmitas
(acumulaciones de depósitos
minerales) que salen del suelo.
Pero algunas de las cuevas más
interesantes son aquellas en las que
cuesta trabajo entrar, en las que tal
vez no hay una ruta clara por la cual
seguir avanzando, en donde encuentras,
por ejemplo, rocas que obstruyen
de rocas dentadas y se turnan para
acarrear las bolsas con su equipo. Al
principio, el silencio se rompe solo por
la respiración pesada. Sin embargo, a
medida que avanzan oyen un goteo
constante, como si cayeran monedas
sobre las piedras. Pronto se convierte
en un chorro ligero pero tenaz y el
agua les llega hasta las espinillas.
Sería bueno tener un traje corto de
neopreno como el de Andrew, piensa
Jason. Quizá la próxima vez.
—¿Todo bien? —pregunta Andrew.
—Sí —responde uno de ellos.
—Bien.
—Yo también.
Su desafío es llegar al final de la cueva; tomarlo con
calma y observar todo lo que los rodea.
el camino y que debes franquear. Eso
es lo que me encanta, piensa Jason.
Son las 10 a. m. Abren la puerta y,
uno por uno, bajan 9 metros hacia la
oscuridad total por una endeble escalera
de cables de acero con peldaños
de aluminio, van sujetos con mosquetones
a una cuerda por si se resbalan.
Conforme sus ojos se adaptan, distinguen
de entre las tinieblas destellos
dorados, gris y carbón; es la piedra
caliza tallada por el agua: amenazadora
y afilada. Está húmedo y frío, hay
unos 5 grados Celsius.
Cuando llegan al fondo, se abren camino
por un pasillo estrecho salpicado
Tras 45 minutos de recorrido,
Adam les dice que no puede seguir;
comienza a dolerle la espalda, que
se lesionó unos meses antes, y no
quiere retrasar a los demás. Matt lo
acompaña a la entrada para dejarlo
salir y luego vuelve a cerrar con llave
la puerta metálica. Los otros lo esperan
en una cámara lo suficientemente
grande como para estar de pie, conversando
en voz baja.
Su desafío es llegar al final de la
cueva. En una visita anterior no lo lograron
y se vieron obligados a regresar
porque ya era tarde. En esta ocasión
tienen mucho tiempo para tomarlo