Atrapados bajo tierra

uido del torrente de agua es cada vez
más fuerte.
—¡Cuidado! —advierten los hombres
que van adelante.
Nadie quiere resbalar sobre una roca
que no pudo ver, ni correr el riesgo de
quebrarse un tobillo, lesionarse una
rodilla o torcerse una muñeca.
CERCA DE LAS 2:15 P. M., la cuadrilla
se aproxima a la base de Double
Trouble. El sonido del agua se ha
convertido en un rugido; al fondo, la
corriente forma una espuma blanca.
Ha llovido durante dos días y las
cuevas son como el drenaje de la
superficie. Nadie estaba nervioso al
principio. Están preparados: tienen
una estufa, comida, agua, la manta
isotérmica y suministros de primeros
auxilios. Para los exploradores, el
lema es esperar lo inesperado; además,
el recorrido no es tan largo.
Todo va a estar bien, piensa Jason.
Matt ata su arnés a la cuerda que
quedó fija en la parte superior de
Double Trouble y empieza su ascenso.
La distancia no es mucha, máximo
unos cuatro pisos, pero es un trabajo
arduo y preciso: levantar una pierna,
encontrar una saliente diminuta y
húmeda en la pared, luego una mano
enguantada y la pierna que falta. Ya
en la cima, suelta la cuerda y Arthur
sube, luego Jason, a horcajadas sobre
el agua y decidido a no resbalar.
Arriba, Jason se apoya en su abdomen
para terminar de subir por la pendiente
del Bastard’s Crawl.
Uno, dos, tres, el agua le golpea la
cara mientras la atraviesa. ¡Qué frío,
Dios mío! Por fin sale y se encuentra
con el siguiente pasaje angosto. Hace
una pausa, desconcertado porque se
divide en dos.
No recuerdo esto. ¿Qué camino tomo?
Pierde de vista a los que van adelante
y le preocupa esperar en la parte
superior porque en ese sitio apenas
cabe una persona.
Bajaré a preguntar, decide.
Comienza a descender a paso de
cangrejo. Por suerte lleva puestos los
gruesos guantes azules de plástico
que lo protegen de las rocas cortantes
y resbaladizas. De pronto, la fuerza
del agua lo empuja al suelo, sumergiéndolo,
y siente la presión de más
agua acumulándose sobre él.
Si no sale rápido, el despiadado
raudal de agua helada lo botará como
corcho de champaña hacia Double
Trouble y las rocas de abajo.
No entres en pánico, se dice. Y enseguida:
¡Pero no puedo moverme! ¡Mi
bota está atorada!
Tendido de espaldas con el agua
corriendo encima de él, intenta pedir
ayuda; solo jadea con dificultad.
Han pasado unos 5 minutos que se
antojan eternos. Piensa en su familia:
Caroline, con quien lleva 16 años casado;
Jack, de 7, que adora los aviones
de papel, y Poppy, de 3, su princesa.
Entonces, Zac, quien ha llegado a
la cima de Double Trouble, ve a Jason
atascado y zarandeándose a la mitad
del camino.