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albordelacavernaSEXTO-NUMERO-JULIOAGOSTO

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ARTÍCULO DEL INVITADO<br />

DAMIÁN CAZZANI LLORENTE<br />

-Argentina-<br />

SOBRE MERRY CHRISTMAS MR. LAWRENCE Y ESO QUE SUCEDIÓ<br />

Revisar aventura del duque + encuentro con ella = atardecer crepuscular.<br />

“Hoy la vi, fue casualidad, yo estaba en el bar, me miró al pasar, yo le sonreí y le quise hablar, me pidió que no, que otra vez será, que otra vez<br />

será, que otra vez será, tierno amanecer, sé que nunca más”.<br />

Fragmento de Fuiste Mía un Verano; Leonardo Favio.<br />

La aventura<br />

El encuentro con la aventura. Cito aquella pregunta que le ejecuto Jane Magnusson a Francis Ford para<br />

Trespassing Bergman, documental sueco en episodios. Pregunta: señor Coppola, ¿es usted una<br />

persona aventurera? Respuesta: si, lo soy.<br />

Mi intención no es trasladarme hacia lo hiperbólico, es decir, lo aventurero no solo pasa por estar perdido<br />

en el bosque –aunque se trate de su estado más puro– y zafar del ataque de un tigre; es algo más. Desde<br />

ya, hay una correría dentro, muy dentro, a veces tanto que ni nosotros sabemos de qué carajos se trata. La<br />

aventura de una simple desaparición en…, justamente La A´vventura, de Antonioni, el “viaje” ya dicho<br />

al interior en, por supuesto, The Trip (Roger Corman, 1967), el retorno al pasado en, claro, Out of the<br />

Past (Jacques Tourneur, 1947) y su extraordinaria estructura, la ambigüedad de sus posibles abordajes.<br />

En ocasiones, el mero trayecto, pero también la realización del viaje cultural, aquel que se tiene que<br />

realizar mediante un viaje físico. El viaje cultural, ese que se necesita para lograr trasgredir el choque; la<br />

suspensión de las tradiciones –indestructibles, a pesar de todo– para lograr una especie de ida y…, vuelta.<br />

Mi idea es que David Robert Jones era (es) un tipo aventurero.<br />

Me van a tener que disculpar, pero no puedo continuar escribiendo sobre la película que procederé a<br />

analizar sin antes revisarla. No poseo una copia de la misma, así que voy a dirigirme a alquilarla.<br />

El encuentro<br />

El sonido de la llave, y por acción mecánica, la tercera vuelta (inútil) a la cerradura. El pasillo color bordo,<br />

como una alfombra hacia el pavimento plenamente “conurbanesco”, cemento por cemento.<br />

El comienzo de un corto viaje primaveral con destino concreto, la localidad cercana como distancia<br />

inmediata, la meta para adquirir, momentáneamente, el instrumento para finalizar el trabajo.<br />

El viaje en el 136 tarda, más o menos, unos diez minutos. El sol comienza a bajarse, de a poco, pero no hay<br />

problema, tengo tiempo hasta que cierre el dvd club. El bondi me deja en la puerta. No sé por qué, miro a<br />

ambos lado de la vereda, como si “Tuco” –o el malo, ustedes le dicen cómo quieren– me hubiera tendido<br />

una trampa, pero no, afortunadamente me encuentro en el plano cemento-burgués estilo clase media<br />

monocroma. De todas formas, chequeo por las dudas. Mirando desde afuera, lo primero que percibo son<br />

bateas que exhiben, candorosamente los blockbusters que son la novedad del mes. Zigzagueo<br />

rápidamente, lo que me provoca que no retenga, los títulos exhibidos. Ingreso.<br />

Una vez adentro, hago un paneo general, y como es común en estos lugares, a uno le parece notar<br />

consumidores bastante ajenos a la cinefilia. Me da la sensación que estos cuerpos podrían estar en<br />

cualquier lugar –entiéndase, un parque, un supermercado chino, puede ser–, pero están acá, pasando el<br />

rato, digamos.<br />

Para desviarme, voy directamente a lo que vine. Me dirijo a la batea de cine intencional. El orden no es<br />

alfabético. Empiezo a revolver. Diviso la jeta de Ryuichi Sakamoto; la encontré.

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