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Viene <strong>de</strong> página 4/<br />
legión. Cerbatanas y alumbramientos haya en todo<br />
sus calendarios. Que los dioses lo recuer<strong>de</strong>n, para<br />
que no sean mortales sus dolores. Que no olvi<strong>de</strong> a<br />
los que jugando dibujaron su aliento, para que la<br />
miseria divina rumie orgullo a lo largo <strong>de</strong> este día.<br />
Bacanales y guerras sean también con él. Allá va.<br />
Aunque no hay manteles para el amanuense <strong>de</strong><br />
los fastos, tampoco toneles, vientos señaladores,<br />
luciérnagas conmovidas, monumentos <strong>de</strong> espanto,<br />
clamorosos tambores <strong>de</strong> vigía, insignias <strong>de</strong> otras<br />
oscurida<strong>de</strong>s, estaciones <strong>de</strong> paso. Nada hay. Fáltanle<br />
pulgones al hígado <strong>de</strong> las aves. Partido por el<br />
silencio está el gong <strong>de</strong> los parabienes. Tachada <strong>de</strong><br />
ausencia la fórmula reveladora. De hierro no son<br />
las espuelas equinas. Nada hay. Sólo él. Y su carne<br />
es la carta <strong>de</strong> navegación. Y las barcas no pue<strong>de</strong>n<br />
aligerar el viaje porque yacen <strong>de</strong>sfondadas en el<br />
olvido. Ahogadas las hormigas migratorias en este<br />
día <strong>de</strong>l éxodo sin final. Escondida la luna. Muertos<br />
los nacidos con <strong>de</strong>dos índices. Devorados los cobres<br />
ululantes. Desorbitadas las constelaciones y su voz<br />
<strong>de</strong> amparo. Estrangulados los celajes y su espectro<br />
guía. Nada hay. Nada con que iniciar la ronda <strong>de</strong><br />
la interminable conquista. Nada con que abarcar<br />
el grito inconmensurable <strong>de</strong> la criatura loca que<br />
ha engendrado el mundo. Allá va. Hoy, cuando la<br />
sombra es luz, cuando los gemelos <strong>de</strong>l firmamento<br />
juegan presurosos al vicio <strong>de</strong> la virtud, cuando el<br />
ja<strong>de</strong> <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s ceremonias aún no <strong>de</strong>cora los<br />
pechos, cuando las estaciones dormitan sobre el<br />
pasto virgen, cuando el gran astro se <strong>de</strong>mora en<br />
la tibieza y la penumbra, entonces se rompen las<br />
amarras in<strong>de</strong>structibles <strong>de</strong>l que al <strong>de</strong>satarse cae. Allá<br />
va. El engendro apurado <strong>de</strong> los fuegos calcinantes<br />
que palpitan en el ponzoñoso vientre <strong>de</strong>l cosmos.<br />
Allá va. El <strong>de</strong>positario total <strong>de</strong> la casta maldita.<br />
Allá va. El vómito <strong>de</strong> todas las hordas seculares.<br />
Allá va. El nacido <strong>de</strong> un beso entre víboras. Allá<br />
va. Desatando catástrofes, reconociendo las huellas<br />
que le a<strong>de</strong>lanta el sueño. Allá va. Llegando a cada<br />
noche para jugar con los <strong>de</strong>scubrimientos. Allá va.<br />
Destruyendo maravillas para po<strong>de</strong>r reinventarlas,<br />
asesinando la muerte que le nace a cada paso. Allá<br />
va. Dejándose mo<strong>de</strong>lar por el viento que lo escupe.<br />
Allá va, allá va. De las aguas emerge. Y <strong>de</strong> las flores<br />
brota. Y abrazado a sí mismo, se inmola y revienta<br />
<strong>de</strong> volcanes. Y se arrulla en los catafalcos, mientras<br />
huye a celebrar sus nuevos nacimientos. Y culpa a su<br />
vieja madre por haberlo hecho débil. Y se queja <strong>de</strong> su<br />
padre por una herencia tan pobre. Y se maldice por<br />
haber abandonado su olvidada casa. Pero la angustia<br />
le tritura el cristal <strong>de</strong> la nostalgia, y <strong>de</strong>be avanzar.<br />
Y las plumas <strong>de</strong> borrosos recuerdos se le secan<br />
y caen, porque ha extraviado el liviano círculo <strong>de</strong><br />
plata que lo meció alguna vez. Y le gotean temores,<br />
y las furias <strong>de</strong>l caos se <strong>de</strong>satan ante él. Pero avanza,<br />
penetrando en las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sventurado<br />
planeta viviente. Allá va la criatura <strong>de</strong> los rituales, el<br />
que se pier<strong>de</strong> y vive buscándose. El que se encuentra<br />
y juega a extraviarse. El niño monstruoso que anda<br />
por ahí <strong>de</strong>rramando belleza. El castigado a reír en los<br />
finales. Desgraciado <strong>de</strong> él, que tiene vagas memorias<br />
<strong>de</strong> la total ternura. Feliz <strong>de</strong> él, que una llama cortante<br />
ha <strong>de</strong> volverlo al silencio. Pobre <strong>de</strong> él, que sabe <strong>de</strong><br />
la dicha.<br />
VIII<br />
Este es el ceremonial <strong>de</strong>l fuego. He aquí el rito <strong>de</strong><br />
la sempiterna llama. Fuego <strong>de</strong>l pe<strong>de</strong>rnal originario.<br />
Fuego <strong>de</strong>l vientre lúdico <strong>de</strong> la tierra. Fuego <strong>de</strong>l<br />
ja<strong>de</strong> floreciente. Fuego <strong>de</strong> los bronces victoriosos.<br />
Fuego gran semilla <strong>de</strong> minúsculos soles. Fuego<br />
vegetal <strong>de</strong>l trópico abrasante. Fuego llama blanca<br />
<strong>de</strong> altas montañas. Fuego <strong>de</strong> las dunas <strong>de</strong>sérticas.<br />
Fuego líquido <strong>de</strong>l río tutelar. Fuego voluptuoso <strong>de</strong><br />
la tempestad. Fuego visceral <strong>de</strong>l planeta palpitante.<br />
Fuego ciego en el baile <strong>de</strong> los peces abismales.<br />
Fuego negro <strong>de</strong> la brisa torrencial. Fuego turgente<br />
en los pezones trémulos. Fuego tensa fibra <strong>de</strong>l<br />
albatros. Fuego cristal sonoro <strong>de</strong>l canto cósmico.<br />
Fuego cifra extendida en la arquitectura <strong>de</strong>l árbol.<br />
Fuego balanza <strong>de</strong>l color. Fuego doble signo <strong>de</strong><br />
la muerte. Fuego móvil para mutar los signos<br />
iniciales. Fuego naciente ave en la morada <strong>de</strong>l rayo.<br />
Este es el ceremonial <strong>de</strong>l fuego. He aquí el rito<br />
<strong>de</strong> la sempiterna llama. Convocados han sido los<br />
siete astros mayores, los que vuelan. Convocados<br />
también los cuarenta astros menores, los que brillan.<br />
Concedida ha sido la sombra. Y la miel ya reposa<br />
junto a la sal y el trigo. Y ha <strong>de</strong> venir la luna a<br />
la veneración. Y el manto blanco para las altas<br />
vestiduras reposa en la estera. Y el vaporoso licor<br />
aguarda para ser escanciado. Y el silencio aguarda en<br />
su sitio antes <strong>de</strong> iniciar su danza propiciatoria. Y el<br />
fuego aguarda. Y aguarda el humo <strong>de</strong> los augurios. Y<br />
la espera aguarda. Y aguarda también el tiempo y su<br />
repetida imagen. Y el murciélago sordo y la víbora<br />
dormida. Y yo también aguardo. Des<strong>de</strong> siempre.<br />
Bien abiertos los ojos. Presto al anuncio. Contando<br />
mis cabellos. Con todas mis sombras. Brotando en<br />
lunares y <strong>de</strong>svelos. Aguardando. Yo, vigía penitente.<br />
Yo, poblado <strong>de</strong> criaturas rutilantes. Yo, soldado en<br />
la última vejez <strong>de</strong>l sol. Yo, que soy uno y legión.<br />
Puestos los siete cirios, uno por cada región don<strong>de</strong><br />
canta la luz; abiertas las trece puertas aurorales,<br />
<strong>de</strong>sbaratado el cerco <strong>de</strong> los hilos celestes. Abiertos<br />
INTIMISSIMUN<br />
Acontecían los años ochenta <strong>de</strong>l<br />
siglo pasado, fueron los tiempos <strong>de</strong><br />
la guerra; el honor, la solidaridad,<br />
el tiempo <strong>de</strong>cisivo que le dio a cada<br />
quien su lugar en la historia, esa<br />
tradición <strong>de</strong> legado memorial que<br />
no solo se escribe con armas, ni<br />
asaltos al alba contra la <strong>de</strong>sesperanza<br />
blindada <strong>de</strong> ametralladoras, porque<br />
también existen otras leyendas que<br />
son más mo<strong>de</strong>stas pero impecables<br />
en la presencia <strong>de</strong>l pueblo como aquél<br />
hombre que or<strong>de</strong>nó cesar la represión<br />
al ejército, los hombres que <strong>de</strong>cidieron<br />
permanecer en sus habitaciones en<br />
la Universidad Centroamericana<br />
unidos por su fe cristiana, a<strong>de</strong>más<br />
los jóvenes poetas, los artistas, los<br />
universitarios que abandonaron sus<br />
carreras académicas por el mismo<br />
sueño <strong>de</strong> un mundo diferente, <strong>de</strong><br />
esos hablamos, uno <strong>de</strong> ellos fue René<br />
Rodas.<br />
Le conocí en el Distrito Fe<strong>de</strong>ral <strong>de</strong><br />
México -ahora <strong>de</strong>nominado Ciudad<br />
<strong>de</strong> México- en reuniones informales.<br />
Semanas <strong>de</strong>spués también nos<br />
encontramos con Gabriel Otero, fue<br />
una epifanía literaria, no sabíamos que<br />
el futuro nos reuniría en la Ciudad <strong>de</strong><br />
San Salvador, años <strong>de</strong>spués.<br />
En la primera reunión con René y<br />
Gabriel discutimos la probabilidad <strong>de</strong><br />
imprimir un documento literario, en<br />
nuestros sueños juveniles <strong>de</strong>seábamos<br />
que fuese como la Revista Sur <strong>de</strong><br />
Argentina, él llevó unos manuscritos:<br />
Cuando la luna cambie a menguante,<br />
El libro <strong>de</strong> la penumbra, Diario<br />
(?)… leí aquellos documentos,<br />
parecían cantos ancestrales, con<br />
ritmos griegos: Homero, Virgilio,<br />
en monótonos eventos <strong>de</strong>scriptivos<br />
<strong>de</strong> lenta musicalidad. También nos<br />
encontramos en la Escuela Nacional<br />
<strong>de</strong> Antropología e Historia <strong>de</strong> México<br />
(ENAH) ambos estudiamos en esa<br />
institución, fraternizamos con muchos<br />
amigos y amigas mexicanas, también<br />
otras nacionalida<strong>de</strong>s. Eran los tiempos<br />
<strong>de</strong>l exilio y la guerra. En cierta ocasión<br />
| Poesìa |<br />
los pórticos <strong>de</strong> la catedral salina <strong>de</strong>l mangle.<br />
Enarbolada la sediciosa sed <strong>de</strong> la campana terrestre,<br />
perfumados los naranjos y alzado el maíz hasta su<br />
fiebre <strong>de</strong> lanza, para que la criatura ígnea se haga<br />
presente. Porque sólo él hacía falta. Él, la bestia<br />
candorosa, la hermosura injustificable, el soñado en<br />
el lento suicidio <strong>de</strong> la nada que parió a los astros, la<br />
mueca que no se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scifrar, la sórdida nave <strong>de</strong>l<br />
espanto, la oscuridad sin mancha. Y él se ha hecho<br />
presente. Pleno <strong>de</strong> un fatal orgullo, erosionando su<br />
propio caos, abanicando el sol, colmado <strong>de</strong> batallas<br />
mutiladoras, retoñando en insaciables colmenas. Y<br />
aún no alcanza a compren<strong>de</strong>r hacia don<strong>de</strong> lo llevan<br />
sus pasos. Y a sus espaldas lleva la tortuosa carga<br />
que le <strong>de</strong>para la multitud <strong>de</strong> los tiempos. Y él es la<br />
llama fundadora <strong>de</strong> la que parten los fuegos todos, y<br />
el soplo insensato que pone fin a la luz postrera. Y al<br />
caminar junto a la inmensa laguna ardiente, <strong>de</strong>scubre<br />
sus ojos perdidos en la gran<strong>de</strong> y espesa noche <strong>de</strong> su<br />
naufragio. La ausencia lo recibe, la lluvia lo viste con<br />
una túnica encarnada, el sol le ofrece una alfombra<br />
cegadora, el aire le acomoda el cabello para ceñirle<br />
una tiara quemante, ruegan las bestias por el llanto<br />
RENÉ RODAS IN<br />
MEMORIAN<br />
<strong>de</strong>scribió su periplo por Europa, relató<br />
su beca en Inglaterra, cuando algunos<br />
beneficiarios <strong>de</strong>cidieron no regresar a<br />
la nación y quedarse en Europa, por<br />
lo tanto viajaron al continente, pero<br />
sin recursos económicos pronto la<br />
realidad les atrapó en París, entonces<br />
él y una amiga <strong>de</strong>cidieron pasar la<br />
noche en una caseta telefónica, fue<br />
una mala <strong>de</strong>cisión por supuesto, un<br />
policía les encontró e interrogó, ellos<br />
confesaron sus límites y ante esa<br />
circunstancia el oficial se conmovió<br />
pronunciando con lástima… “estos<br />
jóvenes”… momentos <strong>de</strong>spués ofreció<br />
su <strong>de</strong>partamento, lo cual fue aceptado;<br />
<strong>de</strong>l periplo <strong>de</strong> Francia recordaba algunas<br />
anécdotas <strong>de</strong> salvadoreños aferrados<br />
a sobrevivir, al igual que el <strong>de</strong>sprecio<br />
<strong>de</strong> otras por su apariencia extranjera<br />
judía: “tú no eres humano”… todo ello<br />
en dilatadas tertulias juveniles; con<br />
René compartimos el pan y el vino,<br />
soñar y transformar al mundo, como<br />
cazadores <strong>de</strong> metáforas en el concreto<br />
y asfalto, nuestro grupo parecía un clan<br />
artístico <strong>de</strong> ingenuos, valientes, leales y<br />
extraordinarios agentes literarios, con la<br />
divisa: regresar a la Patria y escribir…<br />
eternamente.<br />
Años <strong>de</strong>spués nos encontramos en la<br />
Universidad Dr. José Matías Delgado,<br />
él daba cátedra <strong>de</strong> letras y yo sociología<br />
<strong>de</strong> las comunicaciones a los jóvenes<br />
talentos, en otra ocasión nos reunimos<br />
con Gabriel, Javier, Mario para celebrar<br />
lo mismo: la fi<strong>de</strong>lidad al i<strong>de</strong>al social, la<br />
sincera y noble voluntad <strong>de</strong> transformar<br />
a la nación -<strong>de</strong>s<strong>de</strong> nuestras letras- la<br />
celebración <strong>de</strong> la eterna juventud que no<br />
es más que “la lucha por la verdad” …<br />
quizás en esas palabras brillan aún los<br />
valores <strong>de</strong> la justicia y libertad <strong>de</strong> otros<br />
tiempos, siempre llenas <strong>de</strong> esperanza sin<br />
codicia alguna.<br />
Un 30 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> <strong>2018</strong> la noticia<br />
<strong>de</strong> su viaje al infinito fue un relámpago<br />
<strong>de</strong> oscuridad entre nosotros… por los<br />
@caralvasalvador<br />
César Ramírez Caralvá<br />
<strong>de</strong> mercurio, el búho afila la plata líquida <strong>de</strong>l nogal<br />
y el silencio abre su corola sangrante para propiciar<br />
el sahumerio <strong>de</strong>l festín. Y él avanza. Y al caminar se<br />
parece a sí mismo cuando no era nadie. Y al caminar<br />
se le <strong>de</strong>shielan los recuerdos. Y se sorpren<strong>de</strong> con<br />
una amargura febril al <strong>de</strong>scubrir que aquello era la<br />
felicidad. Y se lacera esperanzado porque así vuelve<br />
a fundarse. Y las crepitaciones que se anuncian en su<br />
sangre <strong>de</strong>scriben el mapa <strong>de</strong> infortunios que habrán<br />
<strong>de</strong> navegar sus arcas. Y en su pecho el fuego va<br />
cobrando la <strong>de</strong>nsidad <strong>de</strong>l lodo. Y él que es el espacio<br />
se expan<strong>de</strong> inflamado en un musical incendio. Y<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el centro abrasado <strong>de</strong> su vasija ardiente, se<br />
sabe horno y ceniza. Y eleva un grito reclamando por<br />
su padre. Pero acepta el intangible peso <strong>de</strong> su copa<br />
<strong>de</strong> fuego, ofreciendo el ardor <strong>de</strong> sus entrañas para<br />
que sea larga y llena <strong>de</strong> abluciones la zarabanda <strong>de</strong>l<br />
universo. Y <strong>de</strong> su ombligo brotan ríos <strong>de</strong> minerales<br />
rojos. Y se <strong>de</strong>rrama en una caliente esperma que<br />
fertiliza los mares ca<strong>de</strong>nciosos. Y ni el rigor <strong>de</strong>l<br />
suplicio pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>tener su oficiosa danza. El lago<br />
entero copula con su cuerpo. Hermosas esclavas se<br />
Sigue en página 6/<br />
CÉSAR RAMÍREZ CARALVÁ<br />
ESCRITOR Y FUNDADOR SUPLEMENTO TRES MIL<br />
recuerdos, por la vida, la revolución y<br />
la poesía.<br />
Vaya usted René a ese mundo y retorne<br />
para celebrar la justicia, vaya como<br />
Odiseo para consultar al adivino Tiresias<br />
como regresar a la Patria… vaya como<br />
Heracles para capturar a Cerbero en<br />
el reino <strong>de</strong> Tártaro, pero quizás mejor<br />
como Orfeo como poeta con su lira que<br />
conmueve con su música.<br />
Vaya usted René, con el recuerdo<br />
y agra<strong>de</strong>cimiento por su vida entre<br />
nosotros.<br />
Vaya amigo nuestro para regresar a la<br />
Patria y escribir… eternamente.<br />
René Edgardo Rodas<br />
Nació en Santa Tecla. El Salvador,<br />
1962-<strong>2018</strong>. Poeta, escritor y periodista<br />
<strong>de</strong> profesión. Estudió Medios <strong>de</strong><br />
Comunicación en la Universidad<br />
Católica Centroamericana <strong>de</strong> El<br />
Salvador (UCA). Fue Director <strong>de</strong> la<br />
revista “Víspera” <strong>de</strong> Costa Rica y trabajó<br />
en el diario El Día <strong>de</strong> Ciudad <strong>de</strong> México.<br />
Residió en la ciudad <strong>de</strong> Toronto, Canadá,<br />
don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>sempeñó como Director <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> noticias <strong>de</strong> la radio<br />
comunitaria CHRY <strong>de</strong> la Universidad<br />
<strong>de</strong> York. Docente <strong>de</strong> la Universidad Dr.<br />
José Matías Delgado.<br />
Reseñado en:<br />
Imponiendo presencias: breve antología<br />
<strong>de</strong> otros narradores expatriados<br />
latinoamericanos / Martivón Galindo<br />
y Armando Molina – San Francisco:<br />
Ed. Solaris, 1995. 119 p. (Santiago La<br />
Bellita)<br />
Obras: Detrás <strong>de</strong> los violines y otras<br />
cuerdas (1984), Cuando la luna cambie<br />
a menguante – XIII cantos en prosa<br />
(1986), Civilus I Imperator – poema<br />
monólogo (1989). Diario <strong>de</strong> Invierno<br />
(1995), Balada <strong>de</strong> Lisa Island (1999.<br />
El Libro <strong>de</strong> la penumbra (1999), El<br />
museo <strong>de</strong> la nada (2003), y Santiago la<br />
Bellita y otros relatos (1994), Poemas<br />
<strong>de</strong> Montréal (2010)<br />
Sábado 8 / <strong>diciembre</strong> / <strong>2018</strong> TRESMIL 5