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Viene <strong>de</strong> página 6/<br />
absoluto. Mínima lisonja <strong>de</strong> un orgullo inanimado.<br />
Puerta <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgracia con frisos <strong>de</strong> ombligo y<br />
labio. Y <strong>de</strong> sí mismo lo aparta el <strong>de</strong>speña<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> sus<br />
ansias. Castigado a no tenerse, siembra <strong>de</strong> flores la<br />
vía que busca la inclemente lava. Nada pue<strong>de</strong> tener,<br />
como no sea el <strong>de</strong>seo. La miel le habla <strong>de</strong> un mundo<br />
cuyo recuerdo no alcanza. Semilla <strong>de</strong> una fe que ha<br />
castrado sus alas. Y ahora que contempla la creación<br />
y por la creación es contemplado, ahora que amenaza<br />
con soltar las furias que en su <strong>de</strong>sdén apresaba, ahora<br />
que reposa antes <strong>de</strong> romper el sello que nos sostiene<br />
y lo alza, ahora que la pirámi<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mundo presiente<br />
un baño <strong>de</strong> sangre geométrica y hermana, él nos<br />
mira. Y por su mirada cruza una veloz risa sin rabia.<br />
Grita en su pecho la agonía <strong>de</strong> esta tar<strong>de</strong> y un reclamo<br />
<strong>de</strong> ríos impetuosos hace el mar que en él se ahoga,<br />
seco ya, y sin costas. Por nada habrá <strong>de</strong> entregarles<br />
una gota <strong>de</strong> aliento. Agonicen creaturas <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>.<br />
No obtendrán como pago otra noche. Ni la palma<br />
más alta disfrutará <strong>de</strong> su sombra. Hasta los dioses<br />
serán expulsados <strong>de</strong> su tierra <strong>de</strong> dichoso pasado.<br />
Este caos no admite finales. Y <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n al or<strong>de</strong>n<br />
ha <strong>de</strong> quedar nada más una separación sin gloria ni<br />
firmantes. Cada hora ha sido un nudo. Y la criatura<br />
los ha roto. Cada segundo, una hebra. Y la criatura<br />
ha consumido la cuerda. Quedan en sus manos dos<br />
trozos rotos. Inmensos, pero impotentes. Quizás sea<br />
esa la historia. En la criatura se resumen las cifras<br />
<strong>de</strong> una cuenta erróneamente empezada. He aquí la<br />
criatura lista para ser sacrificada. Revolotea sobre<br />
él el universo con un sentimiento encontrado. Todo<br />
sea por la confusión. Todo <strong>de</strong>vuelto al caos. Aquí<br />
están sus manos, tibias aún <strong>de</strong> una borrosa nostalgia.<br />
Estos son sus brazos, añorantes <strong>de</strong> un encuentro<br />
postrero con una plenitud extraviada. Hasta aquí<br />
llegan recónditos avatares. Brillosos se elevan todos<br />
los pe<strong>de</strong>rnales. Mercadas han sido sus ropas. Pobre<br />
<strong>de</strong> aquél que no estrenó su mortaja. Invocados han<br />
sido los totales silencios. Lágrimas se ofrecen como<br />
trofeos <strong>de</strong> memoria. Y la criatura que contempla la<br />
creación y por la creación es contemplada, guarda<br />
este instante supremo para la salutación al día. Porque<br />
pasó por el mundo y por el mundo fue recibido, algo<br />
quedará para ofrendar ante la nada. Porque olló la<br />
tierra y con la tierra retozó en las mil noches <strong>de</strong> un<br />
día, quedan sobre los vientres murmullos y presagios<br />
<strong>de</strong> encanto. Y cuando tuvo hambre y sed, cuando<br />
cayó tendido por la fiebre o cuando tuvo tiempo<br />
para conocer la <strong>de</strong>sgracia, el día le ofreció siempre<br />
su mano, y con especial prestancia. Desgraciados <strong>de</strong><br />
nosotros, creaturas <strong>de</strong>l día, cómo hemos cebado en él<br />
nuestra miseria.<br />
XII<br />
He aquí el mar <strong>de</strong> los eclipses sobre el cascabel<br />
<strong>de</strong>l mundo. He aquí la ola <strong>de</strong>tenida sobre su<br />
cresta enca<strong>de</strong>nada. He aquí la hora más alta sobre<br />
el supremo lago. El mar nos hace hermanos <strong>de</strong><br />
cautiverio. Mar <strong>de</strong> montes afiebrados para cargar<br />
a la criatura que ha llegado al cerrado <strong>de</strong>stino <strong>de</strong>l<br />
que en verdad nunca partió por completo. Bóveda<br />
<strong>de</strong> tristes lienzos don<strong>de</strong> se anuncia la vida como un<br />
paisaje futuro y prohibido. Océano <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconsuelo<br />
bajo los pies <strong>de</strong> la criatura. Y la criatura se alza sobre<br />
la ominosa montaña, para pa<strong>de</strong>cer el último estertor<br />
<strong>de</strong> esta larga expiación. Mar <strong>de</strong> piedra cortante.<br />
Mar <strong>de</strong> llamas <strong>de</strong> plomo. Mar <strong>de</strong> lluvia volcánica.<br />
Mar <strong>de</strong> truenos sin nubes. Mar <strong>de</strong> circular espanto.<br />
Mar <strong>de</strong> caballos furiosos. Circo <strong>de</strong> la muerte lenta<br />
y ostentosa. Mar <strong>de</strong> claveles sangrientos. Mar <strong>de</strong><br />
peces agobiantes. Y sobre el mar la criatura, como<br />
un coloso ahogado. Mar sin piedad para el sueño.<br />
Y la criatura sigue sus sueños y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ña cualquier<br />
fuga. Y he aquí que se acerca el clamor <strong>de</strong>finitivo.<br />
Mar sin estaciones. Mar lejano <strong>de</strong>l día. Mar don<strong>de</strong><br />
no llega la noche. Mar <strong>de</strong> palabras ciegas. Mar <strong>de</strong> la<br />
inconmensurable distancia. Mar ajeno al espacio, el<br />
que todo lo posee. Mar <strong>de</strong>scargado sobre su propio<br />
e interminable lecho. Y la criatura recorre con la<br />
mirada los escombros dolidos <strong>de</strong> un mundo al que<br />
ha <strong>de</strong> entregar la vida. Porque sólo así podrá ser<br />
en verdad parte suya. Porque sólo al abandonarlo,<br />
habrá <strong>de</strong> llevarlo en su cuerpo. Porque sólo en la<br />
renuncia a la libertad encuentra la medida <strong>de</strong><br />
su liberación. Por eso ha <strong>de</strong> beber este día el<br />
cáliz oscuro <strong>de</strong> la iluminadora muerte. Por<br />
eso ha <strong>de</strong> comer el ácimo mendrugo <strong>de</strong>l total<br />
<strong>de</strong>sprecio. Ha <strong>de</strong> morir apenas. Sólo muerte<br />
habrá en este rito. Aquí terminan todos los<br />
caminos. Este es el punto ciego don<strong>de</strong> se<br />
extingue el grito <strong>de</strong> luz que dio aliento a los<br />
signos. Aquí se quedan guardados los ruidos<br />
memoriosos <strong>de</strong>l incontable olvido. Aquí<br />
se evapora el tuétano anhelante <strong>de</strong> la vida.<br />
Aquí se acaba este ruinosos <strong>de</strong>sconcierto.<br />
Y el aroma <strong>de</strong> la muerte va trepando por<br />
resquicios y tronos. Ya se alzan las trompetas,<br />
como flores <strong>de</strong>sveladas. Y el ca<strong>de</strong>ncioso<br />
vaivén <strong>de</strong> la muerte impone su ritmo al<br />
bailarín solitario. El mar suelta sus velas para<br />
que la muerte las prenda con su ímpetu <strong>de</strong> ola<br />
seca. Y en la criatura se ejecutan los últimos<br />
gestos <strong>de</strong>l cosmos. Algo hay en él que ya ha<br />
marchado hasta siempre. Los dioses están<br />
llorando la muerte <strong>de</strong> su asesino. Pobres <strong>de</strong><br />
ellos que forjaron su ansiada con<strong>de</strong>na. Habrán<br />
<strong>de</strong> lamentarse una vez más, antes <strong>de</strong> que el<br />
figurador <strong>de</strong> la única voz muera. Y el mar<br />
libera sus sombras. Es la sombra postrera.<br />
Mar <strong>de</strong> sombras silentes. Aún recuerdan los<br />
dioses aquel acto sin freno. Y se ven unos a<br />
otros, cómplices <strong>de</strong> un juego cuyo disfrute<br />
se pena. Y se ven por los ojos <strong>de</strong> la criatura<br />
que ha jugado a per<strong>de</strong>rlos y en sus venas los<br />
lleva. Y en la criatura se sienten. Y brotan <strong>de</strong><br />
su pellejo. Sólo con él han sido. Él, que todo<br />
ha inventado. Hasta la nada y su ombligo <strong>de</strong><br />
vital pavesa. Y el barro tirita bajo el peso <strong>de</strong> la<br />
entrega. Y yo, tiemblo bajo otro peso. El peso<br />
<strong>de</strong> las separaciones bajo una luna envejecida que<br />
hoy morirá en el espejo. Yo que alguna vez me llamé<br />
ilusión. Yo, que soy uno y legión. Mar <strong>de</strong> astillas que<br />
brincan por un golpe que es la suma <strong>de</strong> los siglos.<br />
Mar <strong>de</strong> brillo esplen<strong>de</strong>nte que brota <strong>de</strong> la marea.<br />
Mancillados han sido los sellos <strong>de</strong> la fatal inocencia.<br />
Y la criatura que es la palabra relumbra en la danza<br />
que hace sucumbir a la más férrea ca<strong>de</strong>na. En su<br />
tristeza se envuelve. Y se <strong>de</strong>scubre en cabriolas que<br />
van apagando acuáticas estrellas. Y en los brazos <strong>de</strong><br />
la criatura, que han sido el timón <strong>de</strong>l mundo, se mece<br />
un puente <strong>de</strong> ríos perdidos. Sus puños, que han dado<br />
cuerpo a los montes, ahora se agitan para cantar a la<br />
muerte. En sus piernas se congregan peces <strong>de</strong> ojos<br />
machacados. Sus piernas que un día fueron comarca<br />
<strong>de</strong> dioses <strong>de</strong> siembra y ganado, dioses <strong>de</strong> la batalla<br />
milenaria, dioses <strong>de</strong>l verso don<strong>de</strong> el tiempo se queda<br />
a dormir sin prisa y sin mandatos. Y sobre la criatura<br />
llueven las áridas cenizas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sengaño. En su pecho<br />
se rompe, ya infecundo, el primer grano. Su pecho<br />
que parió estirpes <strong>de</strong> vigor <strong>de</strong>sbordado, su pecho <strong>de</strong><br />
ónix caliente que alguna vez hizo florecer en selvas<br />
a las vencidas abuelas. Y la muerte va alcanzando<br />
su cetro sin gloria. En su cumbre <strong>de</strong> plata hirviendo<br />
la criatura nos mira. Y en su semblante se acumula<br />
el carnaval sin fechas <strong>de</strong> cuanto color ha brillado.<br />
Porque él ha conjugado todos los trajes <strong>de</strong> este acto.<br />
Él, el regidor <strong>de</strong>l gran canto. Él, la transparencia<br />
irrepetible <strong>de</strong> cada nota acordada. Y en su pupila aún<br />
<strong>de</strong>spierta se sostiene como ave lejana el misterio. Y<br />
la luna ya pobre aparece entre los dolores como un<br />
firmamento en llamas. Este será su último viaje. Luna<br />
<strong>de</strong> parco vientre, con<strong>de</strong>nada a vivir atada mientras la<br />
criatura muere. Luna <strong>de</strong> largos pa<strong>de</strong>cimientos. Ella<br />
se irá sin llamas. Ella que siempre fue polen, será<br />
el murmullo que queda <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la nada. Y la<br />
criatura la busca sin po<strong>de</strong>r alcanzarla. Y se <strong>de</strong>satan<br />
los círculos. Ya se incendia el cordón <strong>de</strong> la sutil<br />
sonrisa <strong>de</strong>l que todo ha rasgado con su presencia. Y la<br />
criatura se abraza y entre sus brazos nos parte. Todo<br />
constriñe con su furia. Todo sucumbe en su beso.<br />
Algo como <strong>de</strong> obsequio final está inaugurando con su<br />
atolondrado encanto. Última muestra <strong>de</strong> creación en<br />
su engendro <strong>de</strong>structivo. Y algo parece <strong>de</strong>cir. Talvez<br />
sea sólo otra hermosa e insensata mentira. Acaso sea<br />
la burlona heredad <strong>de</strong>l sabio. A lo mejor no sea nada.<br />
En realidad, ya no importa si es un gesto <strong>de</strong> victoria<br />
o si es un gesto <strong>de</strong> <strong>de</strong>seo. Ahora la criatura se ha<br />
marchado, sin ir a ninguna parte. Porque su mundo<br />
no es <strong>de</strong> este reino.<br />
XIII<br />
Hace tiempo que estoy aquí. En lo alto <strong>de</strong> la roca<br />
<strong>de</strong>l mundo, en la arena privilegiada <strong>de</strong> la playa<br />
<strong>de</strong>l mundo, arrastrado por la abatida corriente <strong>de</strong>l<br />
mundo, infestado en llagas por la sal <strong>de</strong> cenizas <strong>de</strong>l<br />
mundo, contemplando la luna <strong>de</strong> cósmica agonía<br />
en su tortuoso paso hacia menguante. Hace tiempo<br />
que estoy aquí. Y apenas lo justo he permanecido.<br />
Apenas duró un instante. Breve ha sido mi tránsito. Y<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre he estado en la invocación al silencio.<br />
Viejos ya mis ojos que recién he abierto por la única<br />
y absoluta vez. Vine para ceñir la corona <strong>de</strong> los<br />
horizontes sobre la frente <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> los límites<br />
vertiginosos. He sido la fragua <strong>de</strong> la total epopeya y<br />
su ajeno y distante relator. Y ahora yazgo amontonado<br />
entre los <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong>l osario <strong>de</strong>l mundo. Soldado <strong>de</strong><br />
la vida. De la muerte soldado. En mi anciana piel<br />
encontró su fuero la esperanza. Yo, lunar <strong>de</strong> la luna.<br />
Yo, vestidura <strong>de</strong> la palabra. Yo, que soy el impulso<br />
para atravesar el umbral infranqueable. Yo, que sólo<br />
en mi ausencia estuve. Yo, el sufrido sucesor <strong>de</strong> los<br />
avatares acontecidos al pequeño planeta viviente, el<br />
bienamado por el sol. Yo, que soy uno y legión. En<br />
mí han <strong>de</strong>stilado su angustia los arcos cimeros <strong>de</strong> la<br />
tar<strong>de</strong>. En mis miembros mansos se sostuvo la criatura<br />
para ejercer su primer espanto. Y en ellos emprendió<br />
su risueña y extraviada carrera. En mis abismos se<br />
<strong>de</strong>rramó cuando fue brisa. Y en mis caudales fundó<br />
sus crepitantes ríos. He sido la ostra agazapada en<br />
el rubor <strong>de</strong> la perla. Sequedad henchida en la pasión<br />
lacustre <strong>de</strong> la hoja tierna. Ceniza renaciendo entre<br />
los fríos <strong>de</strong> la llama. Gramínea que brota entre las<br />
numerosas muertes <strong>de</strong> un parto. Punto sofocado<br />
que ro<strong>de</strong>a los estertores <strong>de</strong>l canto. Minúscula rosa<br />
flotando en el centro silencioso <strong>de</strong> la lágrima <strong>de</strong><br />
aquél que fue olvidado hasta por su llanto. Hez<br />
<strong>de</strong>l tiempo y sus apetencias perfumadas. Tapiz <strong>de</strong><br />
vegetal pedrería a hilo <strong>de</strong> aire regresando. Astro<br />
instalado en la pretensión <strong>de</strong>l rayo. Tormenta en la<br />
carne. Fundación <strong>de</strong> la carencia irreparable. Yo,<br />
mi propio y multitudinario relevo. Yo, que soy uno<br />
y legión. Yo, la oculta senda por la que anidan las<br />
migratorias aves ecuestres <strong>de</strong>l rojo ceremonial <strong>de</strong><br />
las evocaciones perdidas. Yo, las infinitas caras<br />
verda<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> una gran<strong>de</strong> y remota mentira. Yo. La<br />
Mentira. Y he aquí pues, que la luna asaltada por su<br />
propia y eterna <strong>de</strong>strucción va mostrando<br />
su nuevo velo a la ceguera <strong>de</strong>l firmamento.<br />
Atildada con una bruma <strong>de</strong> encajes como<br />
lenguas tatuadas, la luna se abre paso entre<br />
las finas aristas <strong>de</strong>l muro recurrente <strong>de</strong>l<br />
vacío. Por última vez mórbida. Por última<br />
vez bella. Luna <strong>de</strong> cuernos insondables,<br />
como macho cabrío. Luna trepando por<br />
los ensueños <strong>de</strong> la raza abyecta. Luna <strong>de</strong><br />
lirio bogando en el <strong>de</strong>sierto estelar. Luna<br />
evocando los futuros aplazados. Luna<br />
<strong>de</strong>smontando las contorsiones <strong>de</strong>l minuto<br />
prohibido. Luna <strong>de</strong> circo invertido para<br />
la diversión <strong>de</strong> la gran carcajada. Luna<br />
espina gigantesca para horadar los labios<br />
dobles <strong>de</strong> la rebelión primera. Luna<br />
confusa puerta para librar a tus reflejos <strong>de</strong>l<br />
pasado hastío <strong>de</strong>l infinito. Y he aquí que<br />
la luna alcanza su habitación más alta. Y<br />
entra impetuosa y sin preguntar si cabe.<br />
Luna atropellada contra sí misma. Luna<br />
<strong>de</strong>sguarnecida ante su propia <strong>de</strong>fensa.<br />
Luna mordiendo su propio rabo <strong>de</strong>ntado<br />
y rasgante. Luna dándose a sí misma la<br />
caricia insoportable. Luna carnavalesca en<br />
el homenaje ignorado. Y en la habitación<br />
más alta <strong>de</strong> la luna, el cosmos todo parece<br />
revivir en el fugaz instante en que mueren<br />
las madres. Y la luz se vuelve piedra. Y la<br />
piedra da semillas. Y la arena estrena hojas.<br />
Y las hojas se besan los fondos marinos. Y<br />
los cristales se sostienen en las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />
agua. Y el agua se acaricia los cabellos con<br />
las uñas <strong>de</strong> un monte que el aire escamado<br />
escala. Y todo ha sido un resplandor.<br />
Una centella <strong>de</strong> la nada. Apenas duró un<br />
instante. Apenas logró presencia el eterno ser <strong>de</strong> la<br />
muerte. Y mi aliento último fue consumido en la<br />
redonda <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong>l paso abismal <strong>de</strong> la luna. Y<br />
ahora yo, que he sido la espera y la marcha. Yo, que<br />
he sido la luna y su casa más alta y su contemplador<br />
y su vigía. Yo, polvo irre<strong>de</strong>nto <strong>de</strong> la criatura ungida<br />
con la libertad. Yo, que en realidad nunca estuve en<br />
mi poblada presencia solitaria. Yo, que soy uno y<br />
legión, <strong>de</strong>bo marcharme. En este día que es el día. El<br />
día ajeno a todas las cuentas. En este día postrero y<br />
unigénito, yo, que soy uno y legión, <strong>de</strong>bo marcharme.<br />
Porque la luna ha cambiado a menguante.<br />
Diciembre, 1982 - Santa Tecla, San Salvador, El<br />
Salvador; Managua, Nicaragua; San José, Costa<br />
Rica; La Habana, Cuba; Ciudad <strong>de</strong> México, México<br />
- Agosto 1986.<br />
NOTA DE 1997<br />
Este libro data <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1986. Abusa, creo yo,<br />
<strong>de</strong> algunas formas muy antiguas <strong>de</strong> letanía, y hay<br />
en él un afán sinfónico que <strong>de</strong>manda mucho <strong>de</strong> las<br />
palabras y aún más <strong>de</strong> los lectores. Aunque pueda<br />
parecer una historia, es apenas una imagen, o un<br />
sistema <strong>de</strong> imágenes. No apela a la razón, pero no<br />
se resigna a <strong>de</strong>scontar que la razón participe <strong>de</strong>l<br />
juego. Lo escribió un hombre joven que creía posible<br />
amar a la humanidad a través <strong>de</strong>l amor hacia algunos<br />
individuos. Más <strong>de</strong> diez años <strong>de</strong>spués, siento por él<br />
cierta ternura, cierto <strong>de</strong>sdén. Ahora aquel hombre ya<br />
no es joven, pero sigue amando con la misma pasión<br />
a unas pocas personas. Su amor es, sin embargo,<br />
más íntimo, más resignado. Ya no hace <strong>de</strong> él una<br />
<strong>de</strong>claración <strong>de</strong> principios. Releyendo estas páginas,<br />
estuve tentado a enmendarle la mano a sus abusos, a<br />
corregirle alguna página harto optimista, o a limpiarle<br />
un poco la mirada ensombrecida por la guerra. Pero<br />
el rasgo más importante que componía la i<strong>de</strong>ntidad<br />
<strong>de</strong> aquel muchacho, el amorpoesía, poesíamor, sigue<br />
siendo la mínima verdad <strong>de</strong> los días <strong>de</strong> quien esto<br />
escribe. Quizá por eso no he querido traicionarlo.<br />
R.E.R.<br />
Montréal, Otoño y 1997.<br />
Sábado 8 / <strong>diciembre</strong> / <strong>2018</strong> TRESMIL 7