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CRÓNICA<br />
CADA<br />
LUNES Y JUEVES por la noche, decenas de camiones de<br />
carga, buses y minibuses interprovinciales irrumpen en la<br />
ciudad de La Paz por la zona Sur. Se mueven casi silenciosos y<br />
más tarde desaparecerán de la misma manera. Trepan las<br />
calles y avenidas que conectan con la céntrica zona de San<br />
Pedro hasta instalarse en inmediaciones del mercado Rodríguez.<br />
Los camiones, viejos y polvorientos, tiñen de aire campesino<br />
la ciudad. Esta travesía se extiende hasta pasada la<br />
medianoche y es el principio del mayor mercado nocturno de<br />
alimentos que acaece cada madrugada de martes y viernes.<br />
Las productoras no tienen puestos fijos, no pueden permanecer<br />
por mucho tiempo en los lugares “cl an d es ti n os ”en<br />
los que se instalan porque la ciudad, apenas despierta, las aborrece.<br />
Además, con los primeros rayos del sol tienen que retornar<br />
a sus comunidades a cuidar de sus cultivos, animales e<br />
hijos. Los compradores no son los consumidores finales, sino<br />
los revendedores, la mayoría mujeres, llamadas a lak ipa s en<br />
aymara. Ellas, bajo la luz del día, comercializarán los productos<br />
al por menor en el céntrico mercado Rodríguez y en otros<br />
mercados importantes de la ciudad.<br />
Los alimentos frescos, como repollo, lechuga, coliflor y<br />
brócoli, están embalados en c h’i pa s , una malla de cuero que<br />
empaca los productos revestidos de plástico, pajas y hojas<br />
frescas. También transportan en cajas y sacos una gran variedad<br />
de hortalizas, verduras, frutas, flores y tubérculos. El cargamento<br />
llega desde comunidades campesinas perdidas en las<br />
faldas de los nevados Illimani y Mururata, y desde la cuenca<br />
del río La Paz. Algunas de las comunidades que alimentan a los<br />
paceños son Murucato, Palljo, Tawapalca, Illimani, Cebollullu,<br />
Zona Zona, Palomar, Chañoraña, Huaricana, Challja,<br />
Tirata, Cohoni y Quillihuaya.<br />
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Todo comienza muy temprano en las comunidades,<br />
mucho antes de que el sol levante el día. A esas horas de la<br />
mañana las familias cosechan los productos, los embalan y<br />
luego los transportan hasta los caminos principales. Al atardecer<br />
los hombres tienen la extenuante labor de cargar los<br />
camiones y asegurase de despacharlos antes que las sombras<br />
nocturnas comiencen a recubrir el paisaje. Las mujeres tienen<br />
la tarea de comercializar la producción en la madrugada;<br />
algunas llegan antes que los camiones a la ciudad de La Paz<br />
para esperar el cargamento, otras, las que tienen acuerdos<br />
previos con los cargadores, llegan mucho después. Emprenden<br />
el viaje en minibuses y buses –algunos arcaicos y destartal<br />
ad o s –que también transportan cargas pero de menor peso y<br />
volumen. Ellas –jóvenes, adultas, ancianas–desafían la<br />
penumbra urbana, saben mejor que nadie cómo funciona el<br />
mercado, sus bondades y crueldades, sus resquicios y el contexto<br />
hostil. Raúl Tambo, uno de los agricultores de edad<br />
avanzada que vive en la comunidad Quillihuaya, en el municipio<br />
de Palca, explica el papel central de las mujeres: “ellas ya<br />
saben cómo negociar, regatear y defenderse”.<br />
Una vez que ubican los camiones en los que sus esposos<br />
despacharon los alimentos, ellas proceden a descargar con<br />
ayuda de cargadores y ayudantes. No todo está a la deriva, la<br />
noche no es necesariamente sinónimo de caos y confusión.<br />
Dentro de ese aparente desorden hay roles, tiempos y espacios<br />
definidos. El cargamento que llega es acomodado por sectores:<br />
la mayoría de los productores de Illimani (municipio de Palca)<br />
se instalan en inmediaciones de la calle Zoilo Flores; general-<br />
www. p a g i n a s i e te. b o DOMINGO 6 DE ENERO 01 | 1 9