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Rasca Cielos 20190106

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CRÓNICA<br />

Ambas conversan amenamente para mantenerse en vigilia<br />

mientras esperan la llegada de sus cargas. Desprecian el sueño<br />

porque vender sus cosechas es una de las tareas decisivas en<br />

sus vidas. Si no vendemos no hay plata, dicen.<br />

—Virginia, ¿hoy no dormirás?, ¿dormirás cuando retornes<br />

a tu casa? —pregunto a modo de romper el hielo.<br />

La mujer joven suelta una risa irónica porque, a todas<br />

luces, la pregunta es tonta. Atina contestar: “tras nocharse<br />

siempre es”. Para ella, es imposible dormir las noches en que<br />

debe vender sus productos. Tendrá que regatear buscando el<br />

mejor precio posible y evitar quedarse con saldos porque sería<br />

atroz retornar a Huaricana con las c h’i pa s y cargas sin vender o<br />

entregarlas a las a l aki pa s en calidad de fiado. Y en unas horas,<br />

cuando esté de nuevo en su casa, por supuesto que no dormirá.<br />

En el campo es inconcebible dormir de día.<br />

Vender por la noche es la única elección posible para los<br />

productores de alimentos. Están obligados a hacerlo como si<br />

se tratase de una actividad delincuencial. “Siempre fue así,<br />

nuestros abuelos han vivido lo mismo”, cuenta Virginia. Y<br />

Katherine Fernández, investigadora e impulsora de la Plataforma<br />

Agrobolsas Surtidas, explica que los agricultores<br />

comercializan sus productos de noche porque es el único<br />

momento en que pueden vender. De día esas calles están reservadas<br />

para los minibuses y las aceras tienen “d ue ñ os ”a cada<br />

paso. Se adaptaron a un horario clandestino, nocturno, como<br />

si se tratase de una actividad ilegal. Según Aruquipa, la autoridad<br />

edil de Palca, la raíz de esta estrategia campesina está en la<br />

falta de mercados para los productores.<br />

Mercedes sabe que la falta de mercados para el productor<br />

es un problema sin solución. Ella es una de varias mujeres que<br />

no se quedaron con los brazos cruzados. Recuerda que, junto<br />

a sus compañeras, varias veces reclamó ante las autoridades<br />

locales no solo por un mercado, sino por los maltratos que<br />

reciben. Pero nadie escuchó sus pedidos. “Fue en vano”, dice<br />

resignada. Por su parte, Virginia recuerda que sus abuelos<br />

tenían puestos de venta en uno de los cuatro bloques del<br />

mercado Rodríguez llamado Belén. Pero el lugar quedó chico<br />

hace muchos años. Se sabe que la abuela de Virginia tenía un<br />

puesto pequeño donde apenas cabía una c h’i pa y que hasta hace<br />

poco estaba ocupada por una de sus hijas. Sus otros cinco<br />

hijos, incluyendo la mamá de Virginia, no llegaron a tener<br />

cabida en el lugar. Hoy en día ese puesto sirve más para depósito<br />

que para venta.<br />

****<br />

Pero aparentemente no todo está mal, según explica<br />

Teddy Fernández, responsable de Ferias Agropecuarias de la<br />

Agencia de Desarrollo Económico Local del municipio de La<br />

Paz. Actualmente, esta Agencia está impulsando la creación<br />

de mercados alternativos dada la saturación y obsolescencia<br />

de los mercados tradicionales. El Mercado Campesino<br />

Zenobio López, ubicado en la final Villalobos, en Villa<br />

Armonía, es uno de estos emprendimientos inicialmente<br />

orientado al fortalecimiento de circuitos cortos de comercialización<br />

del área metropolitana que comprende los municipios<br />

de Achocalla, Palca, Mecapaca, Viacha, Laja y El Alto. Sus<br />

40 carpas, cada una con dos puestos de venta rotativos, se<br />

activan una vez al mes. Pero esta iniciativa que arrancó en la<br />

gestión municipal de Juan del Granado aún no termina de consolidarse<br />

del todo. Los temas políticos por conflictos limítrofes<br />

irresueltos entre municipios también tienen peso a la hora<br />

de coordinar, alega Fernández.<br />

De vuelta al mercado Rodríguez donde las mujeres conversan<br />

aguardando el momento de la venta, a las dos de la<br />

madrugada casi todos los camiones completaron el viaje,<br />

incluyendo el que trajo la carga de Virginia. Los únicos<br />

hombres que se mueven entre las sombras son los estibadores,<br />

así llamados ahora ante el sentido despectivo que adquirió la<br />

palabra “car gado res”o, en aymara, a para pitas. Por allí anda<br />

Vicente, uno de los estibadores que trabaja para el sector de<br />

Río Abajo. En un momento de descanso cuenta que su labor<br />

comienza hacia las ocho de la noche y termina en el mejor de<br />

20 www. p a g i n a s i e te. b o DOMINGO 6 DE ENERO 01 | 19

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