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“—Levántense, ¿hasta qué hora se<br />
van a quedar? ¿Quieres que yo te<br />
consiga un cargador? Ustedes no<br />
limpian, ni su culo se limpian”.<br />
Nadie interviene. Compradoras,<br />
vendedoras y transeúntes son<br />
sordomudos de conveniencia.<br />
que actuar para protegerse y, sobre todo, es momento de<br />
sujetar con fuerza las cargas.<br />
Los jóvenes uniformados, Castillo y Callisaya, con voz de<br />
mando instruyen sin mayores explicaciones ni detenimie<br />
nto:<br />
—De una vez señoras, ¡retírense! A esta hora la Boquerón<br />
debe quedar expedita.<br />
El pasajero de un bus que se dirige a la populosa zona norte<br />
interviene, asomado por la ventanilla:<br />
“¡Acaso ustedes no tienen mamá! ¡A ver que a su mamá le<br />
hagan eso! ¡No abusen, no sean desconsiderados! ¿No saben<br />
come r?”.<br />
Los guardias municipales no se perturban. Uno de ellos<br />
ofrece una explicación sabida. Ellas no tienen autorización<br />
para vender en la calle a esa hora; que los vecinos se quejan permanentemente<br />
por la obstrucción de la vía pública; que la<br />
calle Boquerón debe quedar expedita, caso contrario corresponde<br />
el decomiso aunque las vendedoras podrían acomo-<br />
darse en la calle Luis Lara. “Les estamos colaborando”, enfatiza<br />
otro guardia.<br />
Emilio Limachi es el secretario general de la Subcentral<br />
Huancapampa, del municipio de Palca. Explica que la llegada<br />
de los guardias municipales significa rematar los productos a<br />
precio de gallina muerta; incluso llegan a regalar a la gente<br />
para evitar el decomiso. Prefieren bajar los precios a retornar<br />
con productos a la comunidad o quedarse otra noche más en la<br />
ciudad. Ahora el precio de una unidad de lechuga desciende a<br />
cincuenta centavos, la cuarta parte del precio que pedían a las<br />
tres de la madrugada. No faltan compradores, de hecho la<br />
llegada de guardias es también el momento en que aparecen<br />
más a lak ipa s. Esto levanta sospechas entre las vendedoras<br />
porque, al parecer, es una batida combinada entre gendarmes<br />
y compradoras.<br />
Roxana Benítez, una de las autoridades ediles, afirma que<br />
los productores tienen “autor ización”desde las diez de la<br />
noche hasta las siete de la mañana porque es evidente que los<br />
paceños requieren abastecerse de alimentos. Pero enfatiza en<br />
que las calles tienen que estar expeditas en el día para dar paso<br />
a los comerciantes con patentes, a vehículos y peatones.<br />
****<br />
A las ocho de la mañana las calles que fueron refugio de las<br />
vendedoras son un infierno comandado por los minibuseros.<br />
Donde hubo productos agrícolas, el transporte público se abre<br />
paso a bocinazos y los apurados transeúntes avanzan esquivando<br />
los puestos de venta con patentes. Sólo quedan algunas hierbas<br />
verduscas como rastro del mercado clandestino de alimentos. El<br />
paso de las campesinas insomnes ha sido fugaz como las estrellas,<br />
pero lograron suministrar los alimentos que llegarán a la mesa de<br />
los paceños. Si no es el jueves, volverán el martes.<br />
A medida que<br />
amanece, las<br />
vendedoras se<br />
aflig<br />
ligen y los precios<br />
bajan. Aún así, ellas<br />
volverán. Si no es el<br />
jueves es será el martes.<br />
DOMINGO 6 DE ENERO 01 | 1 9<br />
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