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Rasca Cielos 20190106

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“—Levántense, ¿hasta qué hora se<br />

van a quedar? ¿Quieres que yo te<br />

consiga un cargador? Ustedes no<br />

limpian, ni su culo se limpian”.<br />

Nadie interviene. Compradoras,<br />

vendedoras y transeúntes son<br />

sordomudos de conveniencia.<br />

que actuar para protegerse y, sobre todo, es momento de<br />

sujetar con fuerza las cargas.<br />

Los jóvenes uniformados, Castillo y Callisaya, con voz de<br />

mando instruyen sin mayores explicaciones ni detenimie<br />

nto:<br />

—De una vez señoras, ¡retírense! A esta hora la Boquerón<br />

debe quedar expedita.<br />

El pasajero de un bus que se dirige a la populosa zona norte<br />

interviene, asomado por la ventanilla:<br />

“¡Acaso ustedes no tienen mamá! ¡A ver que a su mamá le<br />

hagan eso! ¡No abusen, no sean desconsiderados! ¿No saben<br />

come r?”.<br />

Los guardias municipales no se perturban. Uno de ellos<br />

ofrece una explicación sabida. Ellas no tienen autorización<br />

para vender en la calle a esa hora; que los vecinos se quejan permanentemente<br />

por la obstrucción de la vía pública; que la<br />

calle Boquerón debe quedar expedita, caso contrario corresponde<br />

el decomiso aunque las vendedoras podrían acomo-<br />

darse en la calle Luis Lara. “Les estamos colaborando”, enfatiza<br />

otro guardia.<br />

Emilio Limachi es el secretario general de la Subcentral<br />

Huancapampa, del municipio de Palca. Explica que la llegada<br />

de los guardias municipales significa rematar los productos a<br />

precio de gallina muerta; incluso llegan a regalar a la gente<br />

para evitar el decomiso. Prefieren bajar los precios a retornar<br />

con productos a la comunidad o quedarse otra noche más en la<br />

ciudad. Ahora el precio de una unidad de lechuga desciende a<br />

cincuenta centavos, la cuarta parte del precio que pedían a las<br />

tres de la madrugada. No faltan compradores, de hecho la<br />

llegada de guardias es también el momento en que aparecen<br />

más a lak ipa s. Esto levanta sospechas entre las vendedoras<br />

porque, al parecer, es una batida combinada entre gendarmes<br />

y compradoras.<br />

Roxana Benítez, una de las autoridades ediles, afirma que<br />

los productores tienen “autor ización”desde las diez de la<br />

noche hasta las siete de la mañana porque es evidente que los<br />

paceños requieren abastecerse de alimentos. Pero enfatiza en<br />

que las calles tienen que estar expeditas en el día para dar paso<br />

a los comerciantes con patentes, a vehículos y peatones.<br />

****<br />

A las ocho de la mañana las calles que fueron refugio de las<br />

vendedoras son un infierno comandado por los minibuseros.<br />

Donde hubo productos agrícolas, el transporte público se abre<br />

paso a bocinazos y los apurados transeúntes avanzan esquivando<br />

los puestos de venta con patentes. Sólo quedan algunas hierbas<br />

verduscas como rastro del mercado clandestino de alimentos. El<br />

paso de las campesinas insomnes ha sido fugaz como las estrellas,<br />

pero lograron suministrar los alimentos que llegarán a la mesa de<br />

los paceños. Si no es el jueves, volverán el martes.<br />

A medida que<br />

amanece, las<br />

vendedoras se<br />

aflig<br />

ligen y los precios<br />

bajan. Aún así, ellas<br />

volverán. Si no es el<br />

jueves es será el martes.<br />

DOMINGO 6 DE ENERO 01 | 1 9<br />

www. p a g i n a s i e te. b o 25

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