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Zozobra

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Ahora, conforme trataba de descansar<br />

sobre la tubería, no podía sacarse<br />

a Mahlea de la mente. Solo pensaba<br />

en volver a casa con su niñita.<br />

Watkins, en tanto, lidiaba con la<br />

pérdida de su bote. Aunque viviera<br />

para contarla, su vida había cambiado.<br />

Vislumbró un futuro en el que<br />

estaba atrapado en tierra por siempre.<br />

Llegó la oscuridad. Jacik le preguntó<br />

a su compañero:<br />

—¿Crees que tu esposa ya haya llamado<br />

a los servicios de emergencia?<br />

—Ojalá —dijo Watkins. Luego, con el<br />

afán de tranquilizarse, repitió—: Ojalá.<br />

MARTES. Fue una noche fría. Los náufragos<br />

no durmieron ni un segundo.<br />

Los primeros rayos de la mañana<br />

del martes supusieron un respiro del<br />

viento y las olas. Intentaban reposar,<br />

apoyándose en los tubos, cuando<br />

no los amenazaba un maretazo; no<br />

tenían dónde sentarse. Por si fuera<br />

poco, la afilada rejilla en la que estaban<br />

parados cortaba los pies descalzos<br />

de Jacik, ablandados ya por la<br />

acción del agua del mar; se encontraban<br />

desgarrados e hinchados.<br />

No vieron señales de ayuda; las<br />

pesadas nubes de una tormenta que<br />

se acercaba se congregaban a la distancia.<br />

Estamos perdidos, pensó Jacik.<br />

Estaba seguro de que tenían que hacer<br />

algo: no podían confiarse en que<br />

los salvarían en plena borrasca, suponiendo,<br />

en primer lugar, que hubieran<br />

empezado a buscarlos. El barco volcado<br />

se había alejado. ¿Cómo diablos<br />

podemos quedarnos aquí esperando la<br />

tempestad?, se reprochó.<br />

Del otro lado de la bahía, a 1.5 kilómetros,<br />

se erigía una gran plataforma<br />

petrolera que contaba con un camarote<br />

para los empleados. Ahí podrían<br />

encontrar una radio o un teléfono. Si<br />

no, al menos tendrían un refugio.<br />

Entre esta y el sitio donde se encontraban<br />

mediaban muchos caños<br />

y postes rotos. Podían usar la nevera<br />

portátil a fin de mantenerse a flote<br />

mientras nadaban de un campo a otro<br />

hasta alcanzar su destino. Sabían que<br />

zambullirse era arriesgado, pero Jacik<br />

creía que la posibilidad de ser rescatado<br />

disminuía con cada segundo que<br />

pasaba. El diluvio se avecinaba.<br />

Watkins se quedó en el borde de la<br />

reja, sujetando un asa del recipiente;<br />

Jacik se afianzó a la otra. Todo se agitaba<br />

debajo de ellos y el aullido del<br />

viento que corría entre la fuente de<br />

gas dominaba los sentidos de Watkins.<br />

Estaba consciente de que no tendría<br />

forma de sobrenadar ni de luchar<br />

contra la corriente si perdía la conducción<br />

del recipiente. Si bien pescaba<br />

con frecuencia en la bahía casi<br />

desde que tenía memoria, esta nunca<br />

le había exigido tanto.<br />

—Si vamos a hacerlo, tiene que ser<br />

ahora —le dijo Jacik a Watkins.<br />

Se pararon en el canto de la celosía.<br />

Respiraron profundamente y saltaron.<br />

Apenas tocaron el agua, Watkins, aterrado,<br />

se soltó y regresó.<br />

La corriente se apoderó de Jacik,<br />

quien se aferraba a la hielera. La

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