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La masa literaria-Primer número-Agosto 2019

La masa literaria Primer número Agosto 2019 Edición especial: locura

La masa literaria
Primer número
Agosto 2019
Edición especial: locura

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Los otros<br />

Ixchel Martínez Rodas<br />

México<br />

He escuchado voces últimamente… Tengo miedo. Son<br />

reales, me siguen a cualquier parte. No les gusta que les<br />

llamen por sus nombres, se enojan cada vez que lo<br />

hago. Puedo sentir que me observan, puedo sentir su<br />

respiración. ¿Por qué no puedes verlas? Me susurran al<br />

oído y me dicen: «matar, matar».<br />

Busco debajo de la cama, no están ahí. Mis manos<br />

tiemblan, no puedo soportarlo. Puedo oír pasos, sus<br />

pasos. Vienen a jugar conmigo, pero no quiero. Mamá,<br />

papá, ayúdenme. No quiero, no quiero. ¿Por qué no<br />

pueden detenerlas? Quieren hacerme daño.<br />

Me levanto, miro alrededor de la habitación. Ahí<br />

vienen. ¡No! ¡Ya basta! ¿Por qué no se callan? ¡Odio que<br />

me den órdenes!<br />

Camino sin hacer ruido. Mis manos y piernas<br />

tiemblan y un escalofrío recorre todo mi cuerpo. <strong>La</strong>s<br />

voces me persiguen, me zumban los oídos<br />

constantemente. Camino hasta el baño, abro la puerta<br />

despacio y miro al espejo, por fin puedo verlas. Me<br />

sonríen. Miro al espejo fijamente, tomo unas tijeras que<br />

están sobre la repisa y comienzo a clavarlas una y otra<br />

vez en aquel rostro.<br />

¡Una, dos, tres, cuatro! Caen gotas de sangre al<br />

suelo. Rojo. Todo es rojo. Mi vista se nubla. <strong>La</strong>s voces<br />

comienzan a disminuir. ¿Escuchas? Se han ido.<br />

—¡Pa su madre! ¡Sálvese el que pueda! —Y el<br />

objeto rotulado Nácar estalló entre sus manos—.<br />

Sin brújula.<br />

Rosa Margarita Cabrera Benavides.<br />

México<br />

Se encontraba perdida. No sabía hacia dónde dirigirse<br />

o si debía retroceder. Siempre había pensado que<br />

seguir ese camino no le dejaría nada bueno, pero no<br />

tuvo opción. Quizá era lo que el destino le tenía<br />

deparado, o una forma de tranquilizar sus demonios.<br />

De cualquier manera, ya no había marcha atrás.<br />

Entre muros blancos, palabras que flotaban en el<br />

aire y un olor a somnífero que se le impregnaba en la<br />

piel, transcurría su vida, día tras día.<br />

Sacó la brújula que le había dado su padre del<br />

bolsillo de su falda. No tenía caso mirar, el artefacto<br />

estaba igual de desorientado. Su mente trataba de<br />

acallar las voces que constantemente le hablaban, le<br />

decían, le reprochaban; le recordaban cuál era su<br />

verdadero lugar.<br />

En ese momento, alguien abrió la puerta del<br />

cuarto. Una voz seca le taladró los oídos:<br />

—¿Doctora?, ya llegó el paciente que derivaron de<br />

psiquiatría.<br />

Ella solamente asintió, pensando en lo prudente<br />

que sería intercambiar lugar con el enfermo.<br />

Paranoia<br />

Luis de la Cruz Pérez Rodríguez<br />

Cuba<br />

Con los dolores de cabeza llegaron las alucinaciones,<br />

los deseos de matar y de ser matado… «Un baño me<br />

hará bien y tal vez le ponga un tanto de control a este<br />

barullo», pensó. Pero, cuando se quitó la ropa y tomó<br />

el jabón en la mano, pensó que los dedos sostenían un<br />

filoso cuchillo, «a ver si me corto, carajo», se dijo así<br />

mismo.<br />

El agua poco a poco se iba tornando rojiza, «¡Un<br />

cubo de sangre!», pensó.<br />

No pudo más y, obviando su desnudez, con gestos<br />

incoherentes y gritos de terror salió a la calle. Pronto<br />

se movilizó todo el barrio.<br />

—Está loco otra vez, arrebatao como una chiva.<br />

—Tiene algo en la mano… ¡Cuidado! —dijo otro.<br />

Desde el centro de la calle se dirigió a los<br />

presentes, que a prudencial distancia se<br />

arremolinaban.<br />

—Esto era un jabón, luego fue un cuchillo, pero<br />

ahora es una granada ¡coño! quito la anilla…<br />

34<br />

Fragilidad<br />

Miguel Cruz Espindola.<br />

España<br />

«Tomar una ducha es un breve escape a la realidad»,<br />

pensó Luciana mientras dejaba caer las primeras gotas<br />

de una regadera vieja y oxidada. El sonido de los<br />

chorros de agua se apoderó de la habitación de una<br />

forma egocéntrica sin permitir ningún sonido<br />

diferente.<br />

Ahí fue donde todo por un instante, dejo de ser<br />

real. El mundo se movió y sacudió en su sitio hasta casi<br />

hacerla perder el equilibrio. <strong>La</strong> sensación de vértigo<br />

acompañó a unas manos frías y sudorosas que<br />

temblaban desde su interior, la vibración interna se iba<br />

extendiendo progresivamente a los brazos en su<br />

totalidad. Luciana dejó de sentir que esos brazos en<br />

realidad le pertenecían, así que los colocó sobre el<br />

lavabo, más bien seguida por un instinto de no dejar<br />

caer su cuerpo cada vez más liviano y frio al duro<br />

concreto debajo de ella.<br />

Se sentía observada y al levantar la mirada lo pudo<br />

ver, pudo ver a su constante acosador, a su demonio

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