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La escuela Simón Bolívar es una de las más prestigiosas dentro de los campamentos.

Sigue el modelo pedagógico de Cuba y los profesores son tanto cubanos como saharauis.

“Antes iban grupos grandes a estudiar

allá. Yo era la primera vez que salía de los

campamentos. Era la primera vez que me

subía a un autobús. Sabíamos que íbamos a

Cuba, pero no sabíamos ni dónde quedaba.

Éramos como 800 niños que nos llevaron

en guaguas hasta Orán (Argelia) y nos subieron

a un barco grandísimo ruso. Era incluso

la primera vez que veíamos un baño.

Fueron 15 días de viaje en el mar.

“Cuando llegamos a Cuba nos llevaron a

la Isla de la Juventud, donde estaban escuelas

de muchos países. Eran internados en

el campo. Nos ubicaban por países. Yo me

acuerdo que teníamos cerca a los de Ghana,

Etiopía, Yemen, Angola, Mozambique,

Namibia y Guinea Bissau. También había

gente de Nicaragua, México y otros países

de América Latina.

“Cuando llegué a la isla llegué llorando.

Tenía 11 o 12 años. Pero me impresionaba

mucho. Yo vivía en el desierto y allá todo

es al revés, todo es verde y con mucho mar.

Estuve en total 13 años en Cuba. Trece años

sin ver a mi familia.

“Cuando volví no sabía ni dónde estaba

mi casa. Llegué una madrugada y estaba

todo mundo durmiendo. Se levantó mi

madre y mi hermana y, después de 13 años,

empezó la gritería y la gente llorando. Ya

habían nacido muchos niños que no los

conocía. Estaba todo el vecindario lleno de

niños, y los que dejaste pequeños ya eran

mayores”: Fecu, refugiado en los campamentos.

LOS JÓVENES

Es notable cómo, sin importar las condiciones,

la mayoría de los jóvenes regresan a los

campamentos y realizan trabajo voluntario

para ayudar a otros.

La perspectiva del futuro es un tanto

desesperanzadora. La vida como refugiado

es muy difícil. Se cuente o no con estudios,

las opciones de trabajo son muy pocas. La

limitada economía local depende en gran

medida de la ayuda internacional o del

dinero que envían los que han emigrado,

principalmente a España. Con eso es posible

tener algún negocio y generar ingresos

para sostener a la familia.

“Las posibilidades para un joven aquí es

tener un negocio o irse a España. Comprarse

un visado, irse allá y hacer negocio con

la gente de aquí bajando cosas para venderlas”:

Ahmed Baba Balal, refugiado nacido

en los campamentos y actual residente en

España.

“Todo el trabajo aquí es un trabajo de

voluntario. Ahora para tener y mantener

una familia debes tener dinero. Buscarte

la vida de una manera o de otra. Y de allí

salió la idea de montar una tiendecita que

te ayude a vivir, tanto a tu familia como a

mantenerte a ti mismo”: Mohamed Lamin,

refugiado nacido en los campamentos.

Ante la desesperación de muchos por

el estancamiento en la situación y la falta

de opciones para ganarse la vida, un sector

de jóvenes se dedica a trabajar con niños

para hablarles sobre la importancia de

seguir estudiando, además de tratar otros

problemas de los campamentos como el

desempleo.

“Somos veintitantos jóvenes que trabajamos

como voluntarios en un programa del

Ministerio de la Juventud y la ONU. Tratamos

de enseñar a los niños por qué estudiar.

Estuvimos hablando de eso en todas las escuelas

durante tres meses.

“Estamos tratando de ver cómo podemos

nosotros conseguir un trabajo aquí y

cómo ayudar a los otros a encontrar trabajo

en los campamentos.

NEWSWEEK MÉXICO 23 FEBRERO, 2020

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