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Edicion 25 de marzo 2020

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Opinión

10 Miércoles 25 marzo de 2020 Diario Co Latino

Sociología y otros Demonios (996)

El contagio

Presidente:

Director General:

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Jefa de Información:

Coordinadora de Prensa:

Coordinador de Fotografía:

René Martínez Pineda

Sociólogo, UES

Bajo el azote de esta cuarentena tan

feroz e íntima como la que,

bajo la alarma de los fusiles

y las capuchas negras, nos impuso

la dictadura militar a quienes estábamos

infectados con el aritmético

virus de la conciencia, la pregunta

que recorre con mascarilla los patéticos

pasillos de la soledad en medio del

tumulto es: ¿Cuál será el mañana del hoy que nos

¿Existirá

todavía el ignoto y tibio amanecer de pasión

carnal y amor solidario abriéndose paso entre

¿llegará la esperanza de que todo saldrá bien

como un pájaro que tirita de frío y nostalgia en

el árbol que jamás abandonó a pesar del conta-

cubrirá como densa nube sin agua contaminada

para caer en los techos y lavar nuestros pecados

Cuando el hastío de la rutina muerde, sin piedad,

me pregunto si los dos millones de palabras

que he publicado -sin sacarle punta al lápiz ni

una vez-, junto a los mil millones de palabras que

he dicho sin tomar aire, a razón de treinta y cinco

palabras por minuto, ¿van a ser capaces de

navegar con leve éxito sobre las aguas turbulentas

del alma posencierro hasta atracar en el viejo

muelle de la alegría nueva de estar juntos sin

rán

de largo sobre el monorriel del horizonte sin

Publicación de la Sociedad Cooperativa de Empleados de Diario

Co Latino de R. L.

23 Avenida Sur No. 225 San Salvador

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@DiarioColatino

Nelson López

Francisco Elías Valencia

Antonio Valencia Fajardo

Gabriela Castellón Fajardo

Patricia Meza

Guillermo Martínez

Teléfonos: 2222-1009, 2271-0671, 2271,0971 Fax: 2271-0822

128 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD

siquiera mirarme con ojos de esdrújula aun sabiendo

que yo las parí sin necesidad de vientre

Las manos del migrante o del exiliado aprendieron

a acariciar, en silencio y a solas (porque

siempre tuvieron la esperanza de

que toda la ausencia podía terminar

al día siguiente) hoy son una táctica

de quien cuenta los días de su personal

diluvio en un hospital, pero si

el encierro resulta ser social y culturalmente

peor que la peste monárquica,

me pregunto si mañana las manos de

nosotros podrán recordar la rutina venérea y

la mística elemental de la caricia. Las preguntas

se acumulan en la incertidumbre de la certeza

elemental. ¿Los infectólogos, los demagogos,

los alarmistas, los sensatos, los policías y

los políticos repartirán orgasmos diluvianos en

los mercados y nos enviarán al correo electrónico

de tiempo el llanto que no hemos podido

derramar por falta de huevos o salvoconduc-

y mediático vendrán hasta la puerta de mi casa,

como espectro chocarrero, a buscar mi inenarrable

amor por el pueblo para luego salir a li-

Los dolores de coyuntura, las heridas históricas

y las heridas carnales que supuse estaban

libres de toda infección ¿empezarán a palpitar

y a supurar de nuevo como panal sin sus

nos ocultamos en nuestras individuales cavernas

¿podrán hacer memoria de todas y cada una

sí mismas para restringir la movilidad en las ve-

este mar tenebroso de las dudas ciertas y de los

temores inciertos e importados, una verdad me

pide un salvoconducto para transitar sin problemas

por los tumultuosos albergues de mi

mente: el efímero destino de mi presente tiene

mucho que ver con mi pasado, ese pasado

y viene a ser el pasado de mi destino, y es mejor

eso a que sea el destino de mi pasado. Si los

recuerdos navegan en los olvidos, espero que

uno de esos recuerdos sea reconocer la importancia

de estar todos juntos sin temor el uno

del otro, sin usar el distanciamiento social como

una coartada capitalista.

En este encierro que es tan feroz en las latitudes

tropicales y que camina con pies de plomo,

aprendamos a sobrevivir juntos; no nos quedemos

inmóviles en los muros de la cuarentena;

no nos quedemos a la orilla del camino vien-

no metamos en cuidados intensivos las hazañas

de sobrevivencia de nuestros antepasados y antefuturos,

palabra nueva, esta última, que nace

en una crisis biomédica que se puede convertir

en una crisis sociocultural; no amemos a las

otras, a los otros y a los otritos con temor a contagiarnos

de más amor viral; salvémonos ahora

y siempre, pero hagámoslo juntos y en conjun-

sa

metáfora de la vida; no nos salvemos en soledad

aunque por el momento estemos obligados

a estar solos; salvémonos sin perder la calma,

pero rompamos la calma de la injusticia social

que fue puesta en evidencia por un virus;

no nos reservemos lo que el dinero puede comprar

en el pánico; no dejemos que los párpados

cumplan su función originaria de pesado juicio

para evadir el naufragio de los cuerpos-sentimientos;

no nos quedemos sin labios húmedos

para no hacer de los besos una especie en peligro

de extinción.

En este encierro que nos ladra todo el día

como si fuera una boleta de empeño, no olvidemos

que solo está permitido dormir si estamos

dispuestos a soñar con el destino de nuestro

presente; no nos imaginemos a nosotros mismos

como seres sin sangre ni piel; juzguemos

nuestra historia sin tiempo, pero hagámoslo con

Pero si la cuarentena termina ganando el juego

por falta de jugadores o porque el encierro es

un demagogo perfecto; pero si a pesar de todo y

con el pesar de todos termino quedándome inmóvil,

mudo, sordo y ciego frente a la sombra

del encierro; si no puedo evadir el paso por los

cuidados intensivos del destino; si amo con miedo

y a lo lejos; si me salvo porque no le ayudé

a salvarse a los otros; si pierdo la calma y dejo

que la injusticia siga su camino en calma; si dejo

que los párpados y sus pesados prejuicios valgan

más que los ojos y sus juicios; si las manos

olvidan la rutina de las caricias y los labios olvidan

la mística de los besos; si duermo durante

todo el encierro y no tengo ningún sueño sobre

el destino; si mis heridas olvidan el nombre

de cada una de las gotas de su sangre; si le quito

tiempo al tiempo y me siento a la orilla del camino

a ver pasar el entierro del otro; si dejo que

el distanciamiento social sea el nuevo tipo de relaciones

sociales después de la encerrona... Entonces

no merezco estar a la par de quienes amo

porque no estaré contagiado de amor.

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