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No somos salvados por la ley, ni en desobediencia
Si bien debemos estar en armonía con la ley de Dios, no somos
salvados por las obras de la ley; sin embargo, no podemos ser
salvados sin obediencia. La ley es la norma por la cual se mide el
carácter. Pero no nos es posible guardar los mandamientos de Dios
sin la gracia regeneradora de Cristo. Sólo Jesús puede limpiarnos de
todo pecado. El no nos salva mediante la ley, pero tampoco nos
salvará en desobediencia a la ley.
Nuestro amor a Cristo será proporcional a la profundidad de
nuestra convicción de pecado, y por medio de la ley es el
conocimiento del pecado. Pero, cuando nos observamos a nosotros
mismos, fijemos la mirada en Jesús, quien se dio a sí mismo por
nosotros a fin de redimirnos de toda iniquidad. Mediante la fe
apropiémonos de los méritos de Cristo, y la sangre purificadora del
alma será aplicada. Cuanto más claramente vemos los males y los
peligros a los cuales hemos estado expuestos, más agradecidos
hemos de estar por la liberación mediante Cristo. El Evangelio de
Cristo no da a los hombres licencia para transgredir la ley, porque
fue a causa de la transgresión que las compuertas del infortunio se
abrieron sobre nuestro mundo.
El pecado es tan maligno hoy como lo era en los días de Adán.
El Evangelio no promete el favor de Dios para nadie que quebrante
impenitentemente su ley. La depravación del corazón humano, la
culpabilidad de la transgresión, la ruindad del pecado, todo es puesto
de manifiesto por medio de la cruz donde Cristo ha aparejado para
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