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El engaño y la trampa de Satanás
Muchos han tomado la posición de que no pueden pecar porque
están santificados, pero ésta es una trampa engañosa del maligno.
Hay un constante peligro de caer en pecado, porque Cristo nos ha
amonestado a velar y orar para que no caigamos en tentación. Si
somos conscientes de la debilidad del yo, no nos confiaremos en
nosotros mismos ni seremos indiferentes al peligro, sino que
sentiremos la necesidad de acudir a la Fuente de nuestra fortaleza:
Jesús, nuestra justicia. Hemos de allegarnos con arrepentimiento y
contrición, con una desesperada sensación de nuestra propia
debilidad finita, y aprender que debemos acudir diariamente a los
méritos de la sangre de Cristo, a fin de que lleguemos a ser vasos
apropiados para el uso del Maestro.
Mientras así dependemos de Dios no seremos hallados en
guerra contra la verdad, sino que siempre estaremos habilitados para
ponernos de parte de la justicia. Debemos aferrarnos a la enseñanza
de la Biblia y no seguir las costumbres y tradiciones del mundo, los
dichos y hechos de los hombres.
Cuando surgen errores y son enseñados como verdad bíblica,
los que están conectados con Cristo no confiarán en lo que dice el
ministro, sino que -como los nobles bereanos- escudriñarán cada día
las Escrituras para ver si estas cosas son así. Al descubrir cuál es la
palabra del Señor, se pondrán de parte de la verdad. Oirán la voz del
verdadero Pastor, que dice: "Este es el camino, andad en él". De esa
manera serán instruidos para hacer de la Biblia su consejero, y no
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