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Fe y Obras - Elena G. de White

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El engaño y la trampa de Satanás

Muchos han tomado la posición de que no pueden pecar porque

están santificados, pero ésta es una trampa engañosa del maligno.

Hay un constante peligro de caer en pecado, porque Cristo nos ha

amonestado a velar y orar para que no caigamos en tentación. Si

somos conscientes de la debilidad del yo, no nos confiaremos en

nosotros mismos ni seremos indiferentes al peligro, sino que

sentiremos la necesidad de acudir a la Fuente de nuestra fortaleza:

Jesús, nuestra justicia. Hemos de allegarnos con arrepentimiento y

contrición, con una desesperada sensación de nuestra propia

debilidad finita, y aprender que debemos acudir diariamente a los

méritos de la sangre de Cristo, a fin de que lleguemos a ser vasos

apropiados para el uso del Maestro.

Mientras así dependemos de Dios no seremos hallados en

guerra contra la verdad, sino que siempre estaremos habilitados para

ponernos de parte de la justicia. Debemos aferrarnos a la enseñanza

de la Biblia y no seguir las costumbres y tradiciones del mundo, los

dichos y hechos de los hombres.

Cuando surgen errores y son enseñados como verdad bíblica,

los que están conectados con Cristo no confiarán en lo que dice el

ministro, sino que -como los nobles bereanos- escudriñarán cada día

las Escrituras para ver si estas cosas son así. Al descubrir cuál es la

palabra del Señor, se pondrán de parte de la verdad. Oirán la voz del

verdadero Pastor, que dice: "Este es el camino, andad en él". De esa

manera serán instruidos para hacer de la Biblia su consejero, y no

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