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Capítulo 11
Obediencia y santificación
"Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó
a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor
fragante". Efesios 5:2. En toda la plenitud de su divinidad, en toda la
gloria de su inmaculada humanidad, Cristo se dio a sí mismo por
nosotros como un sacrificio completo y gratuito, y todo el que acude
a El debería aceptarlo como si fuera el único por quien el precio ha
sido pagado. Así como en Adán todos mueren, en Cristo todos serán
vivificados; porque los obedientes resucitarán para inmortalidad, y
los transgresores resucitarán para sufrir la muerte, la penalidad de la
ley que han quebrantado.
La obediencia a la ley de Dios es santificación. Hay muchos
que tienen ideas erróneas respecto a esta obra en el alma, pero Jesús
oró que sus discípulos fueran santificados por medio de la verdad, y
añadió: "Tu palabra es verdad". Juan 17:17. La santificación no es
una obra instantánea sino progresiva, así como la obediencia es
continua. En tanto Satanás nos apremie con sus tentaciones,
tendremos que librar una y otra vez la batalla por el dominio propio;
pero mediante la obediencia, la verdad santificará el alma. Los que
son leales a la verdad han de superar, por medio de los méritos de
Cristo, toda debilidad de carácter que los ha llevado a ser modelados
por cada una de las diversas circunstancias de la vida.
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