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Fe y Obras - Elena G. de White

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La serpiente de bronce

He aquí otro caso que Cristo presentó ante Nicodemo -la

serpiente que fue levantada en el desierto- y declaró: "Así es

necesario que el Hijo del Hombre sea levantado". Juan 3:14. Y si

fuere levantado, atraería hacia El a todos los hombres, "para que

todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Vers.

15. Ahora, tan sólo miren a esa serpiente de bronce. Los hijos de

Israel no se habían percatado de que Dios los había estado cuidando

por medio de sus ángeles, enviados para ayudarlos y protegerlos. El

pueblo no había sido diezmado por las serpientes en sus largos

viajes por el desierto. Fue un pueblo ingrato.

También lo somos nosotros. No nos damos cuenta de los miles

de peligros de los cuales nos ha guardado nuestro Padre celestial. No

percibimos la gran bendición que El derrama sobre nosotros al

darnos alimento y ropa, y al preservar nuestras vidas enviando a los

ángeles guardianes para que nos cuiden. Cada día deberíamos

agradecer por esto. Nuestros corazones deberían vibrar de

agradecimiento, y deberíamos acudir a Dios todos los días con una

ofrenda de gratitud. Deberíamos reunirnos cada día en torno del

altar de familia y alabar al Señor por su cuidado sobre nosotros. Los

hijos de Israel habían perdido de vista que Dios los estaba

protegiendo de los animales ponzoñosos. Pero cuando El retiró su

mano protectora, el aguijón se abatió sobre ellos.

¿Entonces qué? Pues, Cristo mismo le dijo a Moisés que

erigiera un asta e hiciese una serpiente de bronce, la colocara en esa

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