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ama a su Hijo. De esta manera, la fe es contada como justicia y el
alma perdonada avanza de gracia en gracia, de la luz a una luz
mayor. Puede decir con regocijo: "No por obras de justicia que
nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el
lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu
Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo
nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a
ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna". Tito 3:5-7.
También está escrito: "Mas a todos los que le recibieron, a los
que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios". Juan 1:12, 13. Jesús
declaró: "El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de
Dios". Juan 3:3. "El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios". Juan 3:5. No se coloca delante de
nosotros una norma baja, pues hemos de llegar a ser los hijos de
Dios. Hemos de ser salvados individualmente y, en el día del
examen y de la prueba, podremos ver la diferencia entre el que sirve
a Dios y el que no le sirve. Somos salvados como creyentes
individuales en el Señor Jesucristo.
Muchos se extravían porque piensan que deben trepar hasta el
cielo, que deben hacer algo para merecer el favor de Dios. Procuran
mejorar mediante sus propios esfuerzos, sin ayuda. Esto nunca lo
pueden realizar. Cristo ha abierto el camino al morir como nuestro
sacrificio, al vivir como nuestro ejemplo, al llegar a ser nuestro gran
Sumo Sacerdote. El declara: "Yo soy el camino, y la verdad, y la
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