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Y así puso de manifiesto su ferviente fe. Ellos lo hicieron, y él
fue colocado justamente delante de Jesús, donde el Señor podía
verlo. Y Jesús, al mirarlo, tuvo compasión de él, y dijo: "Hijo, tus
pecados te son perdonados". Marcos 2:5. Bien, ¡qué gozo
significaba eso! Jesús sabía exactamente qué necesitaba esa alma
agobiada por el pecado. Sabía que el hombre había sido torturado
por su propia conciencia, así que le dijo: "Tus pecados te son
perdonados". ¡Qué alivio para la mente del paralítico! ¡Qué
esperanza llenó su corazón!
Entonces las sospechas se suscitaron en los corazones de los
fariseos: "¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?"
Jesús les dijo entonces: "Para que sepáis que el Hijo del
Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al
paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa".
Lucas 5:24. ¿Qué, tomar el lecho con sus brazos lisiados! ¿Qué,
ponerse en pie, con sus piernas paralíticas! ¿Qué hizo? Pues, hizo
exactamente lo que se le ordenó. Hizo lo que el Señor le dijo que
hiciera. La fuerza de la voluntad fue dirigida a mover sus piernas y
brazos tullidos, y éstos respondieron, aun cuando no habían
respondido por largo tiempo. Esta manifestación demostró delante
de la gente que allí había Uno, en medio de ellos, que no sólo podía
perdonar pecados sino también sanar a los enfermos.
Pero esa poderosa evidencia dada a los fariseos no los
convirtió. Los hombres pueden encerrarse de tal manera en la
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