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Fe y Obras - Elena G. de White

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Y así puso de manifiesto su ferviente fe. Ellos lo hicieron, y él

fue colocado justamente delante de Jesús, donde el Señor podía

verlo. Y Jesús, al mirarlo, tuvo compasión de él, y dijo: "Hijo, tus

pecados te son perdonados". Marcos 2:5. Bien, ¡qué gozo

significaba eso! Jesús sabía exactamente qué necesitaba esa alma

agobiada por el pecado. Sabía que el hombre había sido torturado

por su propia conciencia, así que le dijo: "Tus pecados te son

perdonados". ¡Qué alivio para la mente del paralítico! ¡Qué

esperanza llenó su corazón!

Entonces las sospechas se suscitaron en los corazones de los

fariseos: "¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?"

Jesús les dijo entonces: "Para que sepáis que el Hijo del

Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al

paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa".

Lucas 5:24. ¿Qué, tomar el lecho con sus brazos lisiados! ¿Qué,

ponerse en pie, con sus piernas paralíticas! ¿Qué hizo? Pues, hizo

exactamente lo que se le ordenó. Hizo lo que el Señor le dijo que

hiciera. La fuerza de la voluntad fue dirigida a mover sus piernas y

brazos tullidos, y éstos respondieron, aun cuando no habían

respondido por largo tiempo. Esta manifestación demostró delante

de la gente que allí había Uno, en medio de ellos, que no sólo podía

perdonar pecados sino también sanar a los enfermos.

Pero esa poderosa evidencia dada a los fariseos no los

convirtió. Los hombres pueden encerrarse de tal manera en la

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