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a nosotros mismos, pero Jesús murió por nosotros porque somos
impotentes para hacer eso. En El están nuestra esperanza, nuestra
justificación, nuestra justicia. No debemos desalentarnos y temer
que no tenemos Salvador, o que El no tiene pensamientos de
misericordia hacia nosotros. En este mismo momento está
realizando su obra en nuestro favor, invitándonos a acudir a El, en
nuestra impotencia, y ser salvados. Lo deshonramos con nuestra
incredulidad. Es asombroso cómo tratamos a nuestro mejor Amigo,
cuán poca confianza depositamos en Aquel que puede salvarnos
hasta lo sumo y que nos ha dado toda evidencia de su gran amor.
Mis hermanos, ¿esperan que sus méritos los recomendarán para
recibir el favor de Dios, pensando que deben ser liberados del
pecado antes de que confíen en su poder para salvar? Si ésta es la
lucha que se efectúa en su mente, temo que no obtengan fortaleza y
que al final se desanimen.
Miren y vivan
En el desierto, cuando el Señor permitió que serpientes
venenosas atacaran a los israelitas rebeldes, se instruyó a Moisés
que erigiera una serpiente de bronce y ordenara que todos los
heridos la miraran y vivieran. Pero muchos no vieron la utilidad de
ese remedio indicado por el Cielo. Los muertos y moribundos los
rodeaban por doquiera, y sabían que sin la ayuda divina su muerte
era cierta; mas lamentaban sus heridas, sus dolores, su muerte
segura, hasta que se les acababan las fuerzas y sus ojos quedaban
vidriosos, cuando podrían haber recibido una curación instantánea.
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