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venido de Estocolmo para asistir a la asamblea. En una conversación
con uno de nuestros pastores, el hombre afirmó que era perfecto y
dijo que no necesitaba la Biblia, porque el Señor le indicaba
directamente qué tenía que hacer; él estaba muy por encima de las
enseñanzas de la Biblia. ¿Qué puede esperarse de los que siguen sus
propias imaginaciones en lugar de la Palabra de Dios, sino que serán
engañados? Los tales desechan el único detector de errores, y ¿qué
impedirá que el gran engañador los lleve cautivos a su voluntad?
Este hombre representa una clase. La santificación espuria
directamente aleja de la Biblia. La religión es reducida a una fábula.
Sentimientos e impresiones se erigen en criterio. Mientras profesan
ser impecables y se vanaglorian de su rectitud, los que presumen de
santos enseñan que los hombres están en libertad de transgredir la
ley de Dios y que los que obedecen sus preceptos han sido
destituidos de la gracia. Una presentación de las demandas de la ley
levanta su oposición y excita su ira y desprecio. De ese modo
revelan su carácter, por cuanto "los designios de la carne son
enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni
tampoco pueden". Romanos 8:7.
El verdadero seguidor de Cristo no hará jactanciosas
proclamaciones de santidad. El pecador es convencido de pecado
por la ley de Dios. Ve su propia pecaminosidad en contraste con la
perfecta justicia que la ley prescribe, y esto lo lleva a la humildad y
el arrepentimiento. Se reconcilia con Dios por medio de la sangre de
Cristo; y al continuar caminando con El, obtendrá una comprensión
más nítida de la santidad del carácter de Dios y de la naturaleza
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