La cocina abierta y acogedora es el corazón de la casa. Los aromas y sabores forman parte de la vida de Eloise. Le recuerdan su niñez en Tokio, cuando su mamá enseñaba cocina francesa. Hace unos años organizó las famosas Noches Grimod: un ciclo de cenas itinerantes en espacios no tradicionales, como talleres de arte. “Siempre quise hacer propuestas diferentes”. podía ser esa la única razón”. Su alma de coleccionista la llevó a crear Souvenir, una tienda efímera de objetos de diseño. A la par, le llegó su primer proyecto literario: un libro de diseño argentino que compiló y editó. “Luego decidí que quería hacer uno de arte contemporáneo y lo publicó la Editorial Larivière”. Si las industrias del lujo y la moda –clara herencia de su padre– habían dominado hasta entonces, las tardes de cocina al lado de su madre fueron el norte que guio su vida porteña. La primera experiencia se llamó Noches Grimod, un ciclo de cenas itinerantes inspiradas en Grimod de La Reynière, un personaje emblemático en la historia de la gastronomía moderna. Al mismo tiempo, sintió el impulso de hacer el libro que siempre había soñado: “El de amateurs de la cocina, pero con experiencia, fotografiados en su ámbito. Muchos eran amigos. Había diseñadores como Martín Churba y Valeria Pesqueira”. Luego vino otro proyecto. “Crecí con mi mamá enseñando sus exquisiteces francesas y siempre hablamos de recopilar sus recetas”. Juntas editaron Cuaderno dulce, el primero de una colección de autores de cocina. “Hasta hicimos uno para cocinar con niños, que disparó otros títulos dedicados al público infantil”, cuenta mientras mira la biblioteca de su casa, que va del piso al techo con ejemplares de diseño que fue armando con los años, junto a su pareja, Sebastián García, fundador de la editorial Libros del Zorro Rojo. “Bah, en verdad fue pensada para discos. Esta fue la casa de Cecilia Amenábar y cuando me mudé, esa gran biblioteca ya estaba acá”. Amante de las antigüedades, dice que es una experta en encontrar “escondites” donde rescatar desde muebles hasta pequeños adornos. “Pasé por una etapa de juntar antigüedades. Iba a las ferias, al mercado de pulgas, a otros mercados de Chacarita. En Francia hacía lo mismo. Compraba usados y me los traía. Ahora estoy en un momento en el que me despojo de cosas. ¡Mi otra casa era un cachivache!”. Raíces francesas, crianza japonesa, educación inglesa. ¿Dónde queda el español, el idioma de su obra? “Cuando llegué pensaba que hablaba bien –dice y ríe–, pero me costaba; me resultaba difícil seguir las conversaciones en las reuniones con mucha gente”. Ahora, sentada en su casa del barrio de Florida, rodeada de ejemplares y de sus gatos Coqui y Mármol, es casi una porteña más, aunque aclara: “El acento todavía se me nota”. n “Pasé por una etapa de juntar antigüedades. Iba a las ferias, al mercado de pulgas, a otros mercados de Chacarita. En Francia hacía lo mismo. Compraba usados y me los traía. Ahora estoy en un momento en el que me despojo de cosas”. 48
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