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El quebrantamiento del hombre exterior y la liberacion del espiritu - Watchman Nee

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Hay una gran diferencia entre la consagración y la disciplina del Espíritu Santo.

Cuando consagramos nuestro ser al Señor, lo hacemos de acuerdo con la escasa

luz que recibimos; pero cuando el Espíritu Santo nos disciplina, lo hace según

Su propia luz, la cual nos imparte abundantemente. Al consagrarnos, lo

hacemos basándonos en nuestra escasa visión espiritual, y ésa es la razón por la

cual no alcanzamos a comprender cabalmente lo que nuestra consagración

implica. La luz que recibimos es tan limitada que cuando creemos estar en la

cumbre de la consagración y bajo la luz más gloriosa, a los ojos de Dios todavía

estamos en tinieblas. Es por eso que lo que consagramos a Dios según nuestra

luz, jamás satisface Sus requisitos ni complace Su corazón. Pero la disciplina del

Espíritu Santo es totalmente diferente; nos calibra bajo la luz divina, según lo

que Dios ve, no según lo que nosotros percibimos. El sabe exactamente lo que

necesitamos y por medio de Su Espíritu prepara las circunstancias precisas para

producir el quebrantamiento de nuestro hombre exterior. Por lo tanto, podemos

decir que la obra disciplinaria del Espíritu Santo trasciende enormemente

nuestra consagración.

La obra del Espíritu Santo se basa en la luz de Dios y se determina por Su

perspectiva. Por eso decimos que es mucho más profunda y completa que

nuestra consagración. Muchas veces nos sorprendemos ante las situaciones que

se nos presentan y reaccionamos equivocadamente. Por lo general, lo que

creemos más conveniente no es lo mejor a los ojos de Dios. Desde nuestra

perspectiva sólo alcanzamos a ver una pequeña parte del panorama completo.

Sin embargo, el Espíritu Santo prepara las situaciones que nos rodean, en

conformidad con la luz de Dios. La disciplina del Espíritu Santo va mucho más

allá de lo que nuestro intelecto puede comprender. En ocasiones hay golpes que

nos toman por sorpresa, y no nos sentimos preparados para recibirlos; nos

parece que son muy severos y repentinos para nuestra condición. Gran parte del

quebrantamiento del Espíritu Santo nos llega sin previo aviso y, por ende, en

ocasiones, podemos ser sacudidos por un golpe inesperado. Tal vez creamos

estar bajo la iluminación de la luz divina, pero para Dios aquello es sólo una luz

tenue y vacilante, y en ocasiones, ni siquiera eso. Aunque creemos conocer a

fondo nuestra condición, no es así; es por eso que el Espíritu Santo nos

disciplina en conformidad con la luz divina. Desde el momento en que fuimos

salvos, Dios ha venido planeando y ordenando todas nuestras situaciones con el

fin de traernos el mayor beneficio, pues sólo El sabe lo que verdaderamente

somos y lo que necesitamos.

La obra del Espíritu Santo en nosotros tiene un aspecto positivo y uno negativo.

El primero edifica, y el segundo derriba. El Espíritu Santo mora en nosotros

desde que fuimos regenerados; pese a ello nuestro hombre exterior lo restringe.

Esto es semejante a un hombre que calza zapatos nuevos; los siente tan duros y

apretados que le es difícil caminar con ellos. El hombre exterior le ocasiona

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