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Edicion 30 de Diciembre 2020

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14 Miércoles 30 de diciembre de 2020

Opinión

Diario Co Latino

Sociología y otros Demonios (1036)

La sociedad como profecías “plaga post” (4)

René Martínez Pineda

Sociólogo, UES

Si la profecía de la Sociedad del Quijote

va tomando fuerza, debe partir de la

reinvención de la utopía debido a

que ya no se le puede ver como el único

sueño y el sueño único, pues eso sería

perder de vista la cotidianidad que está

hecha de muchas y variadas carencias y

utopías que surgen de la diversidad de

realidades colectivas y sueños personales.

da

es aún un tema político pendiente de cara a

construir varias utopías, lo cual fue aprovechado

por todos los partidos de derecha y por muchos

partidos de izquierda que, de ser anticapitalista,

pasaron a ser concubinas del capital.

El problema que tenemos desde antes de

la pandemia y sus profecías es el de una dominación

capitalista unida orgánicamente

frente a una resistencia popular dispersa

o nula, y esa dispersión es el arma más letal

contra el cambio social. En El Salvador se

ma

de genocidio de los jóvenes: las reformas

al sistema de pensiones que jubila por edad y

no por años de trabajo, mostrando con ello

que la explotación se ejerce por partes para

darle coherencia al todo. Lo anterior demanda

contar con sujetos políticos que vean la ju-

la reivindicación particular (nacionalización

del sistema de pensiones, por ejemplo) lleve

por su propio peso a la reivindicación colectiva:

erradicación de la exclusión social como

utopía de las utopías.

Yo estoy convencido de que tiene que haber

un cambio, y de que ese cambio inicia

desde lo que llamo el espectro pre-izquierda,

espectro que busca su cuerpo en las barriadas,

en las aulas, en las maquilas, en los mercados

municipales y en las plazas públicas

con oradores sublimes, pues esos son los lugares

privilegiados para mantenerse en contacto

directo con el pueblo. No es casualidad

que, en este momento de la digitalización de

la conciencia, sean los pastores evangélicos,

los corruptos crónicos que piden perdón y

los vendedores de autos usados quienes hablan

con las personas de carne y hueso, quienes

pueden manipularlas o seducirlas y decirles

–documento falso en mano- que hay

que votar por la extrema derecha y sus aliados

sorpresivos. El que exista -después de

una guerra civil altamente política- la posibilidad

de seducir a miles -el viejo y único recurso

usado por la derecha desde los tiempos

de conciliación- evidencia que la organización

popular masiva será inocua sino cambia radicalmente

la cultura política.

La realidad electoral salvadoreña

-desde 2014, al menos- le grita, a los

grupos de izquierda, que si quieren

estar en el alma del pueblo deben

cambiar radicalmente su talante;

deben aceptar que existen varias

izquierdas en el ámbito político; y deben

reconocer la traición cometida. Y

es que, en América Latina, los partidos de iz-

do

a la dialéctica corrupción-gobernabilidad

a la que le dieron continuidad desde la comodidad

de ser una oposición al gobierno que

no se opone a nada. Por increíble que parezca,

esa gobernabilidad no buscaba el bien común,

buscaba mantener los cargos y privilegios,

simplemente eso, y lo no hecho por los

gobiernos salió a la luz con la pandemia, lo

que fue un factor precipitante de la urgencia

por cambiar la lógica política como mecanismo

para descubrir otra forma de ser gobierno

como sujeto civilizatorio en materia de cultura

política democrática, lo cual –por inverosímil

que parezca- no fue contemplado por las dos

en El Salvador.

El espectro pre-izquierda parte de la ausencia

de la formación en cultura política y es,

en esencia, la reconstrucción de la izquierda

como muchas izquierdas para aprovechar todas

las venas del imaginario de las comunidades

que tienen cotidianidades que no son lo

mismo, pero que son iguales en la vivencia. La

realidad política nos ha mostrado que las calles,

las protestas y la indignación no son un

enclave bananero de las izquierdas, y que la

corrupción no es un vicio exclusivo de la derecha.

Entonces, ¿cuál es el signo de un gobierno

de izquierda o de pre-izquierda? La

instauración de un gobierno progresista que

lleva a cabo cuatro tareas urgentes: destierro

de la corrupción; minimización de los impuestos

regresivos; nacionalización de los servicios

básicos y una inversión social superior

o igual al 50 % del presupuesto nacional. Esas

tareas urgentes son las que forman la ilusión

colectiva.

En mis años en la guerra aprendí que la

idea más importante de la teoría revolucionaria

es la supresión paulatina de la desigualdad

social llevando la democracia a las calles, los

cantones, las familias, los almacenes, la universidad,

la escuela, las milpas. Precisamente

en esos lugares –y no en el discurso políticoes

donde nace la polarización de la sociedad.

Esa idea de la teoría revolucionaria se fortalece

con la democracia participativa que muestra

que la participación popular no se reduce

a lo electoral. No institucionalizar la participación

directa del pueblo ha provocado que

la democracia electoral muera en las urnas y

en las vallas de propaganda. La exclusión, la

desigualdad social, la injusta distribución de la

riqueza y la polarización que de ellas se deriva

ha sido el signo de las décadas anteriores. La

pandemia puso en claro que vivimos en una

sociedad retrógrada, reaccionaria e inhumana

que amenaza con ser cada día peor para los

sectores populares.

Nos guste o no, debemos entrar en un período

de transición hacia la Sociedad del Quijote

desde las condiciones heredadas para

romper con el neoliberalismo y la corrupción

galopante que nos ha privado de la inversión

social. Es indignante que el 1 % más rico se

quede con el 47 % de la riqueza mundial, porcentajes

que se replican en cada sociedad en

particular. Siendo así en el país, la cuestión jurídica

del momento no es la reforma liberal

de la Constitución liberal, sino su cambio ra-

una sociedad del bienestar colectivo. Eso sería

hacer historia para dejar de seguir contando

la misma historia con distintas palabras.

En este momento –sumergidos en las profecías

citadas- el papel del sociólogo es de-

blando

de igual a igual con ellas para aprender

de ellas, que son las autoras intelectuales

de todo lo que escribimos y publicamos. Estamos

en el purgatorio sociocultural de la autocrítica

que debe llevarnos a repensarnos a

todos. Estamos en el momento de la autocrítica

que es evadida por los partidos políticos

caducos de todos los signos ideológicos. Es

el momento de formular nuevas preguntas en

lugar de estar dando respuesta a las preguntas

viejas. Las viejas respuestas que siguen siendo

válidas pueden servir en el momento político

actual si las formulamos desde un nuevo paradigma

civilizatorio debido a que las traiciones

y los errores cometidos con el pueblo no

pueden seguirse reproduciendo. La opción

que nos queda es buscar la profecía de la Sociedad

del Quijote para que no volvamos reproducir

las profecías de la Sociedad del Noveno

Círculo o la del Nuevo Mundo Feliz. La

decisión es nuestra.

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