Edicion 16 de Enero de 2021
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| Artículo |
EL PORTAL DE LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA.
EL HOMBRE
EN SU
VORÁGINE
Por: Eduardo Badía Serra,
Director de la Academia
Salvadoreña de la Lengua.
de inconciencia críticos. El salvadoreño, en su vorágine, se debate entre la carga
y la angustia, y ello como producto de un sistema que le ahoga, vía los medios de
contradicción! Pudiendo, o más bien, debiendo, optar por lo bueno, por lo que nos
conviene, optamos por lo malo, por lo que nos es inconveniente. La fuerza de la publicidad
y de la propaganda no nos permite imitar o seguir, al menos, a los castores,
a las abejas y a las termitas, y corremos como el avestruz, cerrando los ojos ante la
realidad, una realidad que nos subsume. Esa es la paradoja del mundo actual, y la
nuestra en particular.
Han retrata muy bien y detalladamente esta realidad. La llama la sociedad del
cansancio, cuyas características son la autoexigencia, la auto explotación, el síndrome
del quemado y la depresión, características que van llevando al hombre al
derrumbamiento. Un mundo, dice, loco y absurdo, doloroso e inútil, agregaría yo,
en la que el hombre no cubre sus verdaderas necesidades sino las que le generan
la publicidad y el consumo. El hombre se autoexige para satisfacer a una empresa
la sociedad del me gusta, continúa Han, de la política de la complacencia, del caer
bien a todos, de los likes, de la fugacidad de cada instante y de la ausencia de un
cos,
que genera nuevas formas de violencia, violencia casi siempre invisible, viral,
psíquica. El Internet y las redes sociales del enjambre digital produce individuos
carentes de alma, aislados, y destruye el silencio, el ambiente para el pensamiento
diferencia de otros seres, vivos o inanimados, - dice el vasco Fernando Savater – los
A hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos
optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo
que nos parece malo o inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos
equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no suele pa-
adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de
está en el hombre mismo buscar una vida que le satisfaga y que le permita una
existencia plena, total. Pero es que no sólo Savater advierte lo anterior. Muchos lo
hacen, repetidamente. Está en el hombre buscar su felicidad y su propia forma de
vida. Es, en cierta manera, la libertad humana. Los otros seres, animados o no, no
tienen opción alguna por esta libertad, y se sujetan necesariamente a los condicionantes
del propio ambiente en que viven.
-
aceptamos en cambio encadenarnos a las condicionantes que otros hombres como
nosotros mismos nos imponen? Vuelvo a lo que ya más de alguna vez he dicho: Los
salvadoreños no sabemos admirarnos por la vida, sino más bien vivimos presas de
una oculta e inconsciente desesperación. Hemos perdido la capacidad de admira-
Como todos, según denunciaba Muelas Bermúdez, somos presa de un mundo que
navega a la deriva y que amenaza con arrastrar al hombre en su vorágine, pues
este, libre de su albedrío, se devana en trivialidades propias de un incipiente estado
de sonambulismo. Eso, precisamente, es el estado del mundo, y del hombre
cada vez más y toma proporciones que nos llevan a casi un estado de inanición y
mentos
con la pandemia del Covid 19, un muy fuerte invierno, huracanes y ventarrones…..
Y en el subsuelo de ese barro deslizante, la pobreza cruel e inhumana en
en el hombre la desesperación y llevarlo a esa sociedad del cansancio que muy
bien detalla Han. Ahora, tras las nuevas ilusiones que a pesar de la crisis desata un
nuevo año, el hombre habla de una nueva normalidad que, como he dicho, ni es
nueva ni es normal. El consumo abre sus puertas, cada vez mayores, y el hombre
corre tras las ofertas y las facilidades, el Internet y las redes sociales le hacen generar
millones de likes, y todo ello le niega el salto hacia la fe, y con ello, el camino
economías sanas.
tiendo.
Como lo decía Eladia Blázques, honrar la vida no es lo mismo que vivir.
verdad.
Los mensajes de la naturaleza, y los errores del hombre mismo en su comporta-
demia,
una oportunidad para, precisamente, entrar en una nueva normalidad, que
hiciera posible un alto en el camino para volver por la prudencia, requisito indispensable
para lograr la armonía. Siempre hay tiempo. Decían los chinos ancestrales
que siempre es bueno esperar, sentarse a la orilla de un río y más temprano que
tarde ver pasar en sus aguas el peor enemigo, este que ahora, en nuestro caso, lleva
el nombre de la sociedad del consumo, de la sociedad del cansancio, o lo que el
Papa Francisco llamó en su Encíclica Laudato Sí, la cultura del descarte, la vida de
la ‘rapidación’. Pero unamos a la paciencia, la acción y el pensamiento. Esa sería,
realmente, una nueva normalidad.
Edición Extra| 16 de Enero de 2021 | 03