Edicion 16 de Enero de 2021
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Por: Álvaro Darío Lara
Mi muy estimado amigo, Mario Roberto Ramírez, un destacado matemático
y practicante de los caminos místicos, me hizo llegar, gentilmente, esta
hermosa fábula, que sin más preámbulos pongo ante la consideración de ustedes,
amables lectores:
“Según una antigua tradición de ciertos templos Zen japoneses, un monje que
habitantes del templo. En caso contrario, tiene que irse. En el norte de Japón había
un templo dirigido por dos hermanos. El hermano mayor era muy erudito y el
hermano menor le costaba mucho comprender las enseñanzas y sólo tenía un ojo.
Cierta tarde un monje llegó a pedir alojamiento.
El hermano mayor estaba muy cansado, pues había estado estudiando durante
muchas horas, así que le dijo al hermano menor que fuera y se hiciera cargo de la
discusión. -Pídele que el diálogo tenga lugar en silencio -dijo el hermano mayor.
Luego el Forastero y el hermano menor se fueron a debatir en silencio en la sala
-
la discusión, por lo que tengo que irme. Buenas noches. -Antes de marchar-dijo el
hermano mayor-, te ruego que me cuentes cómo fue el diálogo. -Está bien -dijo el
hermano levantó dos dedos para corregirme que uno es el Buda y otra su doctrina.
su doctrina y otra sus seguidores. Entonces tu iluminado hermano agitó su mano
y me dio con su puño cerrado en la cara, para indicar que los tres procedían de un
mismo acto de comprensión.
LA LECCIÓN DEL DEBATE
hermano menor, corriendo y súper molesto. -Me he enterado de que ganaste la
discusión -dijo el hermano mayor.
sensato
y lo ando buscando. - ¿Si? -dijo el hermano mayor-. Dime el tema de la
discusión. -Pues -dijo el hermano menor-, el muy desgraciado en cuanto me vio,
levantó un dedo para insultarme indicando que yo sólo tengo un ojo. Pero como
dedos, felicitándole por tener dos ojos. Ante lo cual, el miserable grosero levantó
tres dedos, como queriendo decir que entre los dos sólo teníamos tres ojos, por lo
-
-
que hacemos de la realidad y que son las que generan nuestras emociones, miedos
Que cada uno de nosotros, pueda renunciar a sus prejuicios, miedos y boberías,
VIVENCIAS DE UN
TRECE DE ENERO
Por: Marlon Chicas, El Tecleño Memorioso
C do
mi amada Ciudad de Santa Tecla es asolada por un potente terremoto magnitud
7.7 en escala de Richter, con 45 segundos de duración, llevando consigo la vida de muchos
tecleños, así como años de historia en infraestructura pública y privada, dejando
una estela imborrable de luto y dolor.
Aún recuerdo mi fallido viaje con el personaje a quien doy vida hace 33 años, a la pin-
dental, a un par de minutos de emprender dicho viaje, la tierra se estremeció como
nunca en lo que tengo de vida, mi corazón me indicó buscar a mi octogenaria madre,
entrelazándonos en un abrazo, encomendándonos al creador, pasada la tempestad llegó
la calma, un ambiente sombrío se apoderó del entorno, llantos, gritos y sirenas se escuchan
por doquier presagiando una catástrofe
alcalde, durante mi recorrido por la ciudad, veo con impotencia y tristeza, humildes
familias limpiando escombros de lo que fue su morada, madres con sus hijos en brazos,
de niño disfrute fracturada de muerte en sus cimientos, nuestros portales yacen desplomados,
el panorama desolador rompió mi corazón en llanto.
Una inmensa montaña de tierra y lodo baja de la Cordillera del Bálsamo sepultando a
familias en la Residencial Colina 1, con pala en mano inició la búsqueda de sobrevivientes
entre hierros retorcidos, gritos que se apagan con el pasar de las horas, padres
desesperados intentando ubicar su vivienda, un grupo de cuerpos yace al pie del Padre
Pedro, fraile franciscano que ora por el eterno descanso de sus almas.
Preparando una improvisada morgue a los fallecidos, a espera de ser reconocidos por
sus deudos, pidiendo al Creador fortaleza, asimilando una realidad que jamás imagine
ser testigo, ante tal acontecimiento, la resiliencia de los tecleños se manifestó, jamás
Como olvidar el designio del Creador al hacerme responsable de la fosa común, 20
cual no me arrepiento, dando santa sepultura a más de 800 personas que descansan en la
paz del Señor, en el Cementerio General de Santa Tecla, por quienes elevo una oración.
Sirva este póstumo homenaje en el 20 aniversario del terremoto del 13 de enero, que
enluto a mi querida Ciudad de las Colinas, pidiendo al Creador que la historia no se
repita, ruego por el descanso eterno de quienes en vida fueron y resignación a sus familias,
sin olvidar las palabras de Jesús “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí,
requiescat in pace.
Edición Especial | 16 de Enero de 2021 | 05