Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
EL CAMINO DE LA SABIDURíA
EL PORTAL DE LA ACADEMIA
SALVADOREÑA DE LA LENGUA
Por: Eduardo Badía Serra,
Miembro de la Academia Salvadoreña
de la Lengua.
Aquél que se cree sabio y no
ha hecho otra cosa más que
comenzar los caminos, es imprudente.
Volvamos al cuento:
A la entrada del primer camino ya les
esperaban, porque como todo estaba
escrito en el libro de los destinos, se
conocía de antemano y bien que llegarían,
y cuando, y cómo. Así que al
arribó del príncipe con su comitiva
regia y llena de pomposidad, todo estaba
dispuesto para recibirles y conducirles
a través de esa ruta.
Una enorme alfombra mágica, con
sobre el ambiente, y en ella, un viejecillo
con aspecto de sabio, con una
dulzura grave en su rostro, sonriendo
maliciosamente, les saludó con toda la
cortesía que merecía tan real presencia.
Era este viejecillo, delgado, alto,
escaso el cabello pero luenga la barba,
que a decir verdad le llegaba hasta la
cintura, y que él mesaba suavemente
y con constancia. Les invitó a subir, y
ya todos acomodados, el príncipe y su
séquito, así como la preciada carga de
calabazas, hizo una señal en el aire y
la mágica alfombra comenzó a elevarse
suavemente, oscilando de vez en
cuando para mejor captar los aromas
de las alturas, con lo que provocaba
de alguna manera unas pequeñas agitaciones
entre todos los pasajeros.
Ya entablado el vuelo plenamente, el
viejo y noble anciano mesó de nuevo
su larga barba, sorbió aire puro entre
las comisuras de sus labios, y habló de
la siguiente manera:
- Noble y agradable príncipe,
- su aliento era suave y musical -, sé
que vivirás muchos años, por lo que
en tan larga vida necesitarás de muchas
cualidades que, de otra forma,
si te faltaran, aligerarían tu estancia
sobre tu reino. Por lo que dicta el manuscrito
oculto entre las nubes, que
sólo pocos conocemos, lo primero que
debes adquirir son algunas virtudes
que te serán muy necesarias. Y para
ello, debes armarte, sobre todo, de
prudencia y paciencia, haciendo oídos
sordos a ligeros consejos y a malsanos
intereses.
El príncipe escuchaba atentamente,
extrañado de ver que existían mundos
misteriosos y ocultos que él no había
podido imaginar ni en sus reales sueños,
pues se creía omnipotente y omnivalente.
- Hubo hace muchos años un
reino especial y único en donde reinó
un monarca que estaba lleno de todas
las virtudes, pero particularmente de
una, que es la que yo poseo porque él
me la trasladó mágicamente a través
de los tiempos y de los espacios ignotos.
Esas virtudes todas están depositadas
ahora en un reino al que sólo se
accede venciendo muchos obstáculos
y abriendo muchas puertas. Pero a mí
sólo me compete trasladarte una, lo
cual haré con mucho agrado y espero
que la recibas y la guardes para toda la
vida.
El príncipe abrió sus ojos y dejó por
un momento los manjares que tenía
entre sus manos. Miró al viejecillo
con un poco de ansiedad y estupor,
indicándole con el ceño de su rostro
que continuara, pues ansioso estaba
de escuchar, aunque su soberbia sabía
cegarlo a menudo.
- Fíjate que en un viejo mundo,
ahora lastimosamente casi olvidado,
habitaba un espíritu mágico que sabía
aparecerse a los buenos para ofrecerles
lo que pidieran.
- Pídeme lo que quieras y te
será dado – sabía ese espíritu decirles,
y a seguido, cumplía con el ofrecimiento
porque ya de antemano sabía
que caería en buenas manos.
Y continuó el viejo:
- Un día, ese espíritu visitó al
monarca de quien te hablo, y le hizo el
ofrecimiento. Pídeme lo que quieras y
te será dado – le dijo. Y el monarca
aquél, que ya tenía en realidad aquellos
dones que ahora le ofrecían, le
dijo, sin embargo:
- Buen señor, espíritu del bien
que habitas, dame la sabiduría, que
todo siempre debe comenzar por allí.
El espíritu, que sabía de antemano
lo que sucedería, le concedió al rey
aquél deseo, aconsejándole que supiera
utilizarlo con mucha prudencia.
- Es naturaleza de los jóvenes
no ser pacientes, pero ello no va con la
sabiduría. Luego, úsala con paciencia
y sin abusar de ella y te será útil. Buen
soberano, - prosiguió – serás sabio,
como lo deseas, pero te aconsejo que
utilices ese don, esa virtud, como ya
te lo he indicado, y no como la inteligencia,
con quien saben confundirla,
que es una simple facultad; debes ser
prudente cuando la uses, no suceda lo
que a muchos, que se han enloquecido
y ensorberbecido con él y lo han
utilizado más para mal que para bien,
días.
El príncipe comprendió lo que estaba
sucediendo, porque ya tenía la facultad
de que habló el viejecillo, que es la
inteligencia, con lo cual pudo advertir
el sentido del consejo.
- Así que, como en los labios
del prudente, hay sabiduría, refrena la
lengua siempre porque el hacerlo es
cosa de sabios.
El príncipe comprendió que lo que
había dicho el viejo no era un cuento
sino más bien estaba trasladándole de
esa manera el don que él había recibido
del rey aquél del otro cuento. Así
que, el regio príncipe fue sabio hasta
ignorada hasta este momento, de que
la sabiduría la ejerciera plenamente
hasta que hubiera superado los ocho
caminos y abierto las doce puertas,
con lo cual quedaría convertido en un
elemental.
El tiempo había transcurrido sin sentirse,
más bien rápidamente. El viento
aligeró su paso, permitiendo a la mágica
alfombra descender lentamente y
allí depositados, el viejo le indicó con
inusual dulzura, propia de los ambientes
de lo etéreo y de lo ideal:
- Pasa, príncipe real. Ahí tienes
el siguiente camino. Ya ese no me corresponde.
Bajó el príncipe con su comitiva, y el
viejo aquel, en un instante cuántico,
desapareció en el espacio.
Continuará con el próximo cuentecillo:
3. El camino de la prudencia
Edición Especial | 09 de Octubre de 2021 | 07