Versión pdf DM 316 - Misioneros de La Consolata

LA CONSOLATA
Reseña nuestra Señora La Consolata nuestra Señora La Consolata Reseña
instituyó, para siempre, tres
días corridos de oración
(28,29 y 30 de agosto) frente
al Santísimo expuesto,
en agradecimiento por esta
protección.
Con el correr de los años,
el Santuario se volvió demasiado
pequeño para los
numerosos fieles que lo visitaban.
Surgió así la idea
de reformarlo una vez más
y ampliarlo lo más posible. El promotor y realizador
de esta reforma fue el Beato José Allamano quien fuera
Rector del Santuario por más de 40 años (de 1880
a 1926). Los trabajos de las reformas exteriores comenzaron
en 1883 y terminaron dos años después, en
1885, en ocasión de conmemorarse el cincuentenario
“El verdadero deseo de María es salvar las
almas, cooperar a que la sangre de su Divino
Hijo no se haya derramado en vano. Ella
quiso dar su nombre a nuestro Instituto,
para que se salven el mayor número de almas
posibles. Todas las almas que salvarán,
las salvarán por medio de María. Si alguien
quiere salvarse sin pasar por María se equivoca.”
(Beato Allamano).
TRADICIONES E HISTORIA
SAN MÁXIMO, PRIMER OBISPO DE TURÍN
Hacia fines del Siglo IV (año
380), fue creada la diócesis de Turín
siendo su primer obispo San
Máximo. Este fue un obispo con
una sólida y tierna devoción a la
Virgen María. La historia conserva
de él ciento once sermones en muchos
de los cuales habla apasionadamente
de la Madre de Dios.
En una ocasión, San Máximo,
recordando la fiesta y la alegría del
rey David frente al arca de la Alianza,
afirma: “Yo diría, mas bien, que
la verdadera Arca de la Alianza es
la Virgen María, porque, mientras la primera arca llevaba
en su interior las tablas de la Alianza, María llevaba
el mismo heredero de la Alianza. Aquella llevaba
la ley, ésta el Evangelio; aquella la voz, ésta el mismo
Verbo; mientras el Arca resplandecía de oro adentro y
afuera, María resplandecía adentro y afuera de su virginidad;
aquella estaba adornada de oro terreno, ésta
de oro celestial”. (Sermón 42)
Este amor tan profundo fue el fundamento por el
cual la tradición popular asocié este Santo Obispo al
cuadro y a la devoción a la Consolata.
La tradición popular, aunque no existen documentos
que lo confirmen, cuenta que San Máximo recibió
el cuadro de la Consolata de manos de San Eusebio
(Obispo de Vercelli-Italia), el cual lo había recibido, a
su vez, como regalo, durante su exilio en Palestina. La
tradición agrega además, para aumentar el valor del
del milagro de la liberación
de Turín de la gran epidemia
de cólera (1835).
Unos años más tarde, el
mismo Beato José Allamano
encaró la segunda etapa
de la restructuración que
consistió en la ampliación y
arreglo general del interior
del Santuario. También estos
trabajos llevaron varios años
(1889-1904) y fueron inau-
gurados por el Cardenal Richelmy, obispo de Turín, el
3 de junio de 1904.
Fue este mismo obispo que aprobó y empujó al Beato
Allamano para que realizará el proyecto de fundar un
instituto misionero, con el nombre de Misioneros de la
Consolata (21-01-1901).
TRADICIONES POPULARES DE LA DEVOCIóN A LA CONSOLATA
cuadro, que el mismo fue pintado por el evangelista
San Lucas.
San Máximo puso el precioso cuadro en una pequeña
iglesia llamada San Andrés (la que luego fuera sede
de los monjes benedictinos después de su expulsión
de la Novalesa).
DESAPARICIÓN DEL CUADRO
Hacia el año 820, el cuadro de la Consolata desapareció.
La razón no fue la falta de devoción de los turinenses,
sino la persecución que se desató en contra
de la devoción a las imágenes. Se trató de la herejía
llamada iconoclasta. Hasta el mismo obispo de Turín
de aquel entonces, Claudio, adhirió a esta herejía. Por
ello el cuadro fue sustraído y escondido para evitar su
profanación y destrucción.
APARICIÓN DE LA CONSOLATA
AL REY ARDUINO
Según la tradición popular, en el año 1015 (18 de
noviembre), Arduino, rey de Italia, se encontraba gravemente
enfermo. A él se le apareció entonces la Virgen
pidiéndole que construyera 3 iglesias en su honor
en diferentes ciudades. Una de ellas en la ciudad de
Turín, cerca de la ya existente iglesia de San Andrés,
en honor de la Virgen Consolata. El rey cumplió el cometido
y la Virgen cumplió su promesa de devolverle
la salud. En 1016 esta capilla había adquirido ya tanta
fama que el Papa Benedicto VIII (año 1016) le concedió
favores espirituales (llamados indulgencias) a los
fieles que allí se reunieran.
A la par que crecía la devoción a la Consolata históricamente documentada, también se iban desarrollando otras historias,
narraciones de gracias recibidas, milagros obtenidos y promesas cumplidas, surgidas de la fe y de la piedad
popular; expresiones del cariño profundo de los fieles hacia su patrona, la Virgen de la Consolata.
Es muy probable también que estos hechos tuvieran una base histórica que fue luego magnificada por los devotos de
la Consolata que buscaban fundamentar el auge de esta devoción en hechos extraordinarios.
Además, los beneficios recibidos por el pueblo, a través de la intercesión y protección de la Virgen, fueran tan grandes
y numerosos que permitieron la formación de una tradición mariana que fue alimentando, año tras año, la devoción y
la confianza en la Madre de Dios, especialmente de parte de sus hijos más necesitados.
A causa de diferentes circunstancias (especialmente
de la herejía de los iconoclastas), la capilla construida
por el Rey Arduino cayó en ruinas y el culto a la Consolata
fue casi olvidado. Pero fue otro milagro, relatado
por la tradición popular, lo que ayudé a despertar nuevamente
dicha devoción.
Se cuenta que en el año 1104 un tal Juan Ravais, de
Briançon (Francia) -ciego de nacimiento- tuvo una visión
de la Virgen que le pedía que fuera hasta Turín y
encontrara su imagen (el cuadro de la Consolata) debajo
de los escombros de la capilla cerca de la Iglesia de
San Andrés. Como premio por esta labor, él recuperaría
la vista.
Juan Ravais emprendió su viaje acompañado de una
sierva ya que ninguno de sus familiares creyó en la apa-
“La Santísima Virgen, bajo todas las advocaciones,
es una sola: pero ustedes deben
profesarle una devoción especial bajo este
título.” (Beato Allamano)
EL CIEGO
DE BRIANÇON
rición de la Virgen y por tanto no quisieron acompañarlo.
Llegado cerca de Turín, en el lugar llamado Pozzo
Strada, se realizó el primer milagro. El ciego pudo
ver, por unos instantes, la torre de San Andrés (lugar
donde estaba la destruida capilla). Guiado al lugar por
su acompañante, comenzaron la excavación y pronto
apareció el cuadro de la Consolata. Grande fue la sorpresa
de todos, ante tal descubrimiento, especialmente
cuando el ciego recobró la vista.
Delante de este milagro, toda la ciudad, guiada por su
obispo, emprendió nuevamente la reconstrucción de la
capilla y la devoción a la Consolata tomó un entusiasmo
hasta aquel momento desconocido y se transformó
en el centro de la devoción y piedad mariana de la ciudad
y de sus alrededores.
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