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Edicion 23 de julio de 2022

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8 Sábado 23 de julio de 2022

Opinión

Diario Co Latino

A medio siglo del zarpazo de lesa cultura, la UES debe asumir

rol de instrumento esencial para las transformaciones sociales

Dr. Víctor M. Valle Monterrosa

Publicación de la Sociedad Cooperativa de Empleados de Diario

Co Latino de R. L.

Condominios Cuscatlán, sobre 23 Avenida Sur y 4a. Calle

Poniente, Nivel 3 # 313, San Salvador

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Director Ejecutivo:

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131 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD

Hace 10 años acuñé un concepto

para caracterizar la intervención

militar de la UES, el

19 de julio de 1972, como un zarpazo de

lesa cultura.

Al cumplirse el pasado 19 de julio 50 años

de esa acción terrorista, de parte de un gobierno

dictatorial, es bueno refrendar dicho concepto y explicarlo

en su esencia.

En las mitologías antiguas, y en la Divina Comedia,

se habla de un Can Cerbero, un perro monstruoso

que era guardián de un espacio tenebroso, el

infierno mismo. Y para cumplir su labor guardiana

tenía que infundir terror y por eso era un perro feo,

con varias cabezas y una cola de serpiente.

El régimen socioeconómico injusto y cruel, que

sentó sus reales en El Salvador desde siempre, desde

la colonia y los primeros decenios de la vida republicana,

fue constituyendo una bestia-guardiana,

monstruosa, que debía protegerlo, vía terror y opresión,

de cualquier intento de liberación y emancipación

de los sufridos de la tierra.

Esa bestia-guardiana, en su ruta a perfeccionar su

fatídico rol, tenía y afilaba sus zarpas, sus garras y

sus colmillos para usarlos de vez en cuando en acciones

directas de opresión y contención de anhelos

liberadores. Han sido los zarpazos que la dictadura

guardiana de un régimen injusto ha proferido en

distintos momentos de nuestra historia.

Y el zarpazo del 19 de julio de 1972 fue de lesa

cultura porque hirió, casi de muerte, un esforzado

proceso de reformas universitarias iniciado en los

30 años anteriores para poner la UES en función

de las necesidades y las transformaciones requeridas

para el beneficio de la población salvadoreña y

para construir en El Salvador una cultura superior

donde campeen la dignidad y la libertad sobre bases

científicas y humanísticas.

Y esa lesión casi mortal a la cultura ha tenido

efectos devastadores, pero, con la capacidad de resistir

y reconstruirse, la UES “se negó a morir”

y sigue en su marcha hacia adelante

hasta lograr una recuperación plena

que le permita cumplir las funciones

que el Estado y la sociedad de El Salvador

necesitan y demandan.

Para rememorar ese infausto evento

en la historia de El Salvador, que sucedió

hace 50 años, el 19 de julio de 1972, hay una

parte anecdótica y de contexto de ese día fatídico.

El 1 de julio de 1972 tomó posesión como presidente

el coronel Arturo Armando Molina. Llegó

con represión y fraude. Fue impuesto por una

Asamblea Legislativa con mayoría del PCN el instrumento

político de turno de la tríada oligarquía,

ejército y “establishment” de Estados Unidos.

Desde su campaña se sabía que Molina tenía en

sus planes “poner orden en la Universidad”. El país

vivía la resaca de la guerra con Honduras de 1969,

habían surgido los embriones de los grupos guerrilleros

de izquierda, el magnate Ernesto Regalado

Dueñas, descendiente de presidentes fundadores de

la oligarquía, fue secuestrado y asesinado por grupos

insurgentes,

En la UES había pugnas internas por enfoques

diversos de cómo combatir la dictadura lo cual llevó

crear un clima de confrontación intraizquierda.

El viejo proyecto de intervenir la UES se había avivado

y en un operativo combinado de los tres órganos

del Estado Molina cumplió su ofrecimiento

a la derecha: el 19 de julio de 1972, cerca de medio

día el coronel Alfredo Alvarenga, el hombre

del machete, invadió el campus y convirtió el recinto

universitario en un territorio de control militar

para capturar y exiliar personas y saquear bienes de

la Universidad.

Como efecto inmediato de la ocupación militar,

el rector Rafael Menjívar, el secretario general Miguel

Sáenz Varela, el fiscal general Luis Arévalo, el

ex rector Fabio Castillo Figueroa y varios más fueron

capturados y desterrados hacia Nicaragua, pues

los militares en el istmo se coordinaban para reprimir

enemigos políticos que eran luchadores por el

cambio social. Muchos fuimos encarcelados y liberados

por goteo para, después, ser acosados, perseguidos

y forzados a salir al exilio.

El día del zarpazo, fuimos capturados en una reunión

de trabajo universitario el profesor de Medicina,

Gerardo Godoy, el decano de Ingeniería Félix

Ulloa (padre del actual vicepresidente), el secretario

de Becas al Exterior e Investigaciones Científicas,

Ivo Alvarenga, el profesor de Ciencias Agronómicas,

Antonio Barba, profesor de Ciencias Agronómicas,

y yo que fungía como asesor de asuntos académicos

de la Rectoría.

La crónica detallada de esta barbarie, alentada y

aplaudida por la derecha del país y sus medios de

comunicación y diarios ocuparía muchas páginas.

Pero sin duda, el símbolo extremo fue ver al coronel

Alvarenga como jefe supremo de la UES y a un

grupo de profesionales serviles que le dieron cobertura

civil al esquema de conducción universitaria que

ideó la dictadura con el nombre de Comisión Normalizadora.

Siempre el hegemonismo militar tuvo en

tándem el servilismo civil.

La bestia-guardiana, con su zarpazo de lesa cultura,

destruyó un proceso de reforma universitaria que

comenzó 8 años antes y daba continuidad a reformas

académicas impulsadas desde los años 1940. El régimen

no vio bien un desarrollo universitario al servicio

de las grandes mayorías. Era subversivo.

En 50 años desde ese 19 de julio la UES ha tenido

abundantes conmociones y padecimientos, pero ha

dado muestras de que “se niega a morir”.

La UES ha tenido como etapas sus condiciones de

heroica, mártir, resistente, combativa y, actualmente,

promisoria.

El mundo y el país pasan por incertidumbres y

grandes problemas. La pandemia del COVID-19, los

efectos del cambio climático y del calentamiento global

y los impactos negativos globales por la guerra en

Ucrania han agravado los inveterados problemas de

la desigualdad y la pobreza en el mundo y, por supuesto,

en El Salvador. Es una obligación moral e

histórica de la UES restaurarse plenamente, con firmeza

y eficacia, siguiendo algunos conceptos rectores.

La UES debe ser el instrumento científico para

iluminar cursos de acción gubernamental y del Estado

para las grandes transformaciones que obviamente

necesita el país.

La calidad académica que se instaure y consolide

debe estar basada en la ciencia y el humanismo, pero

sobre todo en función de las posibilidades y necesidades

de la población salvadoreña.

La UES debe conducirse con estricto apego a la

autonomía, con sus propios debates internos, y alejada

de grupos de poder actuales o pasados pues su

responsabilidad histórica y ética es con el país en su

conjunto. La autonomía es esencial para que haya investigación

científica fecunda, libertad académica, libre

debate de ideas y se eduque a los profesionales

para la libertad y la dignidad individuales y colectivas.

Esas son las orientaciones que pueden seguirse

para que no se repita la historia y para que la bestiaguardiana

de un régimen injusto no resucite y no sea

posible que se propine otro zarpazo de lesa cultura

como el que fraguaron Molina y sus congéneres con

el apoyo de malos hijos de la UES que medraban,

bajo la conducción –batuta y látigo en mano- de los

gobiernos militares y autoritarios, en los 3 órganos

del Estado, como ministros, magistrados y diputados.

Por todos ellos la Universidad de El Salvador, la

primada del país, la consustancial con el Estado de El

Salvador y la responsable de la educación universitaria

estatal pública, fue herida de muerte y aún brega

por reponerse plenamente y asumir su papel como

instrumento de transformación social en función de

las grandes mayorías.

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