EL NARRATORIO ANTOLOGIA LITERARIA DIGITAL NRO 78 AGOSTO 2022
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E
lla le pidió que le buscara una red de Wifi
habilitada. Se lo dijo de mal modo, como una
orden. Él jugueteó con el celular fingiendo que
buscada una red pero no lo hacía. Estaban en el
aeropuerto de San Pablo esperando la conexión con Buenos
Aires. Venían de una playa de Brasil donde todo había salido
mal: prácticamente no se hablaron, ni hicieron el amor, ni
caminaron juntos por la orilla del mar. Fueron una especie de
vacaciones por separado y él no sabía por qué. No estaba
enojado ni molesto con ella, simplemente no quería estar a su
lado y escuchar su voz. Pensó, entonces, en su secretaria con
todas sus fuerzas. Se masturbó en la ducha pensando en ella y
en la forma lasciva con que ella lo miraba todo el tiempo.
Ella insistió con que no podía conectarse a ninguna red y
volvió a pedirle ayuda. Él le dijo que estaba buscando, cuando
de pronto sintió que algo celeste lo miraba. Levantó la cabeza
de golpe y la bajó. Eran los ojos de un hombre rubio de unos
treinta años, bronceado y con tatuajes en los brazos que estaba
sentado frente a él. Abrazaba a una mujer y lo miraba con
fijeza. Le sonrió y le guiñó un ojo.
Él tenía cuarenta y dos y se notaba que era mayor que el
rubio. La calva incipiente en la coronilla, la piel que comenzaba
a arrugarse en los pliegues. Se levantó presuroso y fue a
comprar un agua mineral. Caminó bastante por los pasillos del
aeropuerto hasta encontrar un negocio donde vendían, además
de agua y gaseosas, panes y facturas. Sacó la primera botella
que encontró en la heladera y fue hasta la caja a pagar. Metió la
mano en el bolsillo y se estremeció. Una voz grave le dijo en el
oído:
Te espero en el baño.
Él giró y vio al rubio de espaldas saliendo del negocio.
Tenía los músculos bien trabajados y la melena larga y
enrulada. Parecía un surfista. Abrió la botella de agua y tomó
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