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EL NARRATORIO ANTOLOGIA LITERARIA DIGITAL NRO 78 AGOSTO 2022

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breve instante ella desapareció, se esfumó.

Mi recorrido continúo y en un momento de cansancio me

senté a tomar una soda en un lugar con mesas a la calle.

Mientras bebía observé las fotos que había tomado, busqué

especialmente la de la chica oriental. Sí, ahí estaba, aunque…

para mi sorpresa, descubrí que estaba en todas mis tomas, una

y otra vez, sí, ya mirando a través de los cristales del metro

bus, o asomada desde una ventana del edificio de la tienda

Versalles, era ella la vendedora de flores en el crucero y que

casi atropellan cuando disparé. ¡Qué curioso! Pero quién era

ella, ¿por qué estaba en mis fotos? Asustado, comencé a sudar

y limpié mi sudor con una servilleta, mientras discretamente

observé a mi alrededor. En ese momento sonó mi celular, era

Miriam, ya habían terminado de comprar el vestido de novia,

pregunté la dirección y observé que era la misma calle en donde

yo me encontraba. Estoy aquí, le dije y cruce la calle, buscando

la tienda.

Varios aparadores adornaban la entrada, el primero era

la boutique de novias, después un aparador de artículos para

caballero y el más pequeño, una tienda de sombreros. Con mi

cámara en mano tomé fotos sin buscar la estética, únicamente

quería perpetuar esas imágenes a través de mis ojos. Algo raro

me sucedió, un frenesí se apoderó de mi instinto y busqué los

rostros de los maniquís, no salía de mi asombro, todos,

absolutamente todos los rostros eran idénticos a la chica

oriental. Miriam me encontró embelesado con un maniquí de

tamaño natural que por suerte no estaba vestido, mostraba su

desnudez andrógina y el rostro con una expresión de

inconmensurable paz.

―¡Ramón! ―Me gritó molesta, al parecer llevaba minutos

llamándome y no le hice caso.

―¿Qué miras tanto? —y señaló al maniquí desnudo.

Esa tarde, toda vez que dejé a Miriam y a sus padres en

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