26.03.2023 Views

Listín Diario 26-03-2023

https://listindiario.com/

https://listindiario.com/

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Lecturas de domingo<br />

SANTO DOMINGO, RD. DOMINGO <strong>26</strong> DE MARZO DE <strong>2023</strong><br />

La República<br />

7<br />

Enfoque: Patente de corso<br />

No hay<br />

cojones<br />

La frase que mejor nos define a los españoles o lo<br />

que seamos ahora, la que nos vuelve peculiares,<br />

entrañables y peligrosos —que aquí todo puede ir<br />

junto—, es la más contundente y compleja de todas:<br />

«No hay cojones».<br />

ARTURO PÉREZ REVERTE<br />

MADRID, ESPAÑA<br />

TOMADO DE ZENDA LIBROS<br />

Hay frases tan nuestras<br />

que no las imaginas<br />

en boca de<br />

un gurú. Desde el<br />

«¿Se debe algo?»<br />

dicho en un bar después del tercer<br />

gintonic hasta el «Usted (ahora,<br />

tú) no sabe (sabes) con quién<br />

está (estás) hablando», incluidas<br />

«¿Quién da la vez?», «Venga, no<br />

jodas», «Eso te lo digo yo», «Échale<br />

huevos», «¿A mí me lo vas a contar?»,<br />

«Cállate la boca» o el maravilloso<br />

«Vamos a irnos yendo» que<br />

suele decirse cuando nadie tiene<br />

intención de irse de ningún sitio.<br />

Sin embargo, la frase que mejor<br />

nos define a los españoles o lo<br />

que seamos ahora, la que nos vuelve<br />

peculiares, entrañables y peligrosos<br />

—que aquí todo puede ir<br />

junto—, es la más contundente y<br />

compleja de todas: «No hay cojones».<br />

Que no es negación ni confesión<br />

de impotencia, sino lo contrario:<br />

una incitación, una llamada a<br />

la acción. Un insoslayable desafío<br />

al que suele responderse con otra<br />

frase también absolutamente española:<br />

«¿Que no?… Aguántame<br />

el cubata».<br />

Y ojo, porque la expresión parece<br />

exclusivamente masculina, típica<br />

del varón español de infantería,<br />

pero funciona igual en boca de una<br />

mujer. Y explica muchas cosas de<br />

nuestro pasado, presente y futuro.<br />

No hay cojones para esto o lo otro,<br />

dice alguien tocándote el trigémino.<br />

Así que, acto seguido, vas y lo<br />

NO HAY COJONES<br />

NO ES NEGACIÓN<br />

NI CONFESIÓN DE<br />

IMPOTENCIA, SINO<br />

LO CONTRARIO:<br />

UNA INCITACIÓN,<br />

UNA LLAMADA A<br />

LA ACCIÓN. UN<br />

INSOSLAYABLE DE-<br />

SAFÍO AL QUE SUE-<br />

LE RESPONDERSE<br />

CON OTRA FRASE<br />

TAMBIÉN: «¿QUE<br />

NO?… AGUÁNTA-<br />

ME EL CUBATA».<br />

haces. Faltaría más. Puede ocurrir,<br />

cuando unos amigos están de copas<br />

en Madrid a las dos de la madrugada<br />

y la peña va de vitaminas<br />

hasta las trancas, que alguien diga<br />

«No hay cojones de desayunar<br />

en Almería», y todos acaben en la<br />

UCI de un hospital de Granada. O<br />

cuando la copa se la toma con sus<br />

amigas Maripepa Equis, que acaba<br />

de separarse del marido quedándose<br />

con la casa y los niños; y<br />

su muy mejor amiga Vanesa, para<br />

darle ánimos y que supere el bajón,<br />

le dice «¿A que no hay cojones para<br />

soplarle también el coche a ese hijoputa?».<br />

Y entonces Maripepa lo<br />

piensa mejor, habla otra vez con su<br />

abogada, y al ex le quitan el coche,<br />

la moto, el perro y hasta las películas<br />

porno.<br />

Pongan ustedes mismos los<br />

ejemplos, porque estoy seguro de<br />

que los conocen mejores y más variados<br />

que yo. «No hay cojones de<br />

comernos una paellita en Benidorm»,<br />

dicen en Sigüenza, y allá<br />

van los amigotes en un par de coches,<br />

coleccionando multas y so-<br />

1) La Constitución Española. 2) El gato se hace pupú dentro del cajón. 3) Una<br />

taza emblemática con la marca del dicho popular.<br />

plados de alcoholímetro por el<br />

camino. O, ya puestos en plan romántico,<br />

¿quién no ha amanecido<br />

en Santander después de que<br />

una chica guapa dijera que nunca<br />

había visto el Cantábrico y un<br />

amigo del jenares guiñara un ojo<br />

y comentase «No hay cojones, Manolo».<br />

O ¿qué atrevida jovencita no<br />

ha ido a bailar a una discoteca después<br />

de que alguien dijera «No hay<br />

cojones, tía, para ponerte el vestido<br />

con ese escote»?. Yo mismo lo<br />

dije alguna vez, o me lo dijo el cabroncete<br />

de Márquez, mi cámara<br />

de TVE: «No hay cojones de grabar<br />

ahí, de pie, una entradilla para el<br />

telediario». Y en mi ya remota juventud,<br />

cuando los guardias urbanos<br />

aún llevaban aquellos cascos<br />

blancos tipo salacot, la frase dio lugar<br />

a que un grupo de amigos emprendiéramos<br />

por todo Madrid la<br />

caza desenfrenada de uno –«No<br />

hay cojones de quitarle el casco a<br />

un guardia»–, que al fin fue conseguido,<br />

aunque con resultados judiciales<br />

fáciles de imaginar.<br />

Si uno mira atrás, al pasado, comprueba<br />

que la historia de España,<br />

con lo que de bueno y malo tuvo en<br />

cada momento, está alicatada con<br />

frases como ésa, tan nuestras, tan<br />

de nosotros. «No hay cojones de resistir<br />

a los romanos en Numancia»,<br />

dijo uno. «No hay cojones para irse<br />

a Italia con Aníbal, colegas», comentó<br />

otro. «No hay cojones de pedirle<br />

a los moros que crucen el estrecho y<br />

nos echen una mano», dijo aquel de<br />

allí. «No hay cojones, Rodrigo, de exigirle<br />

al rey que jure», etcétera. También<br />

tuvo consecuencias esa otra de<br />

«No hay cojones, jefe, de quemar las<br />

naves y meternos por la cara en Tenochtitlán».<br />

Sin olvidar, claro, «Ya<br />

que el rey nos debe veinte pagas, no<br />

hay cojones de saquear Amberes»,<br />

«No hay cojones de mojarle la oreja<br />

a Napoleón» o —durante la sublevación<br />

cantonal— «No hay cojones<br />

para que Cartagena declare la guerra<br />

a Alemania». O aquella de «No hay<br />

cojones para que doscientos españoles<br />

crucen el lago Ilmen y vuelvan<br />

doce». Esa frase legendaria y multiusos<br />

constituye, por alguna razón que<br />

deberían desentrañar los sociólogos,<br />

el más eficaz estímulo para que<br />

los de aquí acometamos con parejo<br />

entusiasmo, tanto a pequeña como<br />

a gran escala, lo mismo asombrosas<br />

hazañas que disparates suicidas: «No<br />

hay cojones de cargarse la Primera<br />

República», «No hay cojones de<br />

cargarse la Segunda», «No hay cojones<br />

para cargarse el sentido común,<br />

la democracia y la Constitución», y<br />

veinte etcéteras más. Porque tal vez<br />

sea ése nuestro más antiguo y actual<br />

problema: en España sobran cojones<br />

para demasiadas cosas.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!