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Trobairitz 2 - 2023 MAY

No es silenciar a otros para hacer oír nuestra voz: Es tener el espacio en nuestros oídos para escucharnos todos, para no acallar a nadie y, de esa manera, elegir a quienes queremos seguir oyendo. Cancelar las voces de otros autoriza a los otros a cancelar mi voz. https://www.instagram.com/trobairitzmagazine/

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Nury Levin

EL SUICIDIO DE

SIR THOMAS BRAVARD

«La Gaceta de Montecarlo», 2 de julio de

1896. «Fue hallado sin vida, aparentemente debido

a suicidio, el

cuerpo del caballero

inglés Sir Thomas Bravard,

de treinta y cinco

años de edad, activo

miembro de la sociedad

local, en su cuarto

de su mansión veraniega

en las afueras de

la ciudad. Las autoridades

se encuentran

en la etapa de investigación

del terrible suceso».

Nadie en la sociedad

de la ciudad

salía de su asombro.

Sir Thomas había ganado

un millón de

francos en el casino la

noche anterior y a la

mañana siguiente se lo encontró colgado de la

araña de su habitación pendiendo de un cordón

de cortina. No podía decirse que le faltara

el dinero o tuviera grandes deudas, como para

tomar semejante decisión. Pero al pertenecer a

la nobleza inglesa, su caso fue asignado al Capitán

Detective Cedric Hathaway, de Scotland

Yard, que llegó a Montecarlo desde Londres

tres días después del suceso. Para ese momento

ya las autoridades locales habían retirado el

cuerpo de Sir Thomas y lo habían llevado a la

morgue. El Capitán Hathaway lo revisó para

constatar que hubiera sido un suicidio y no un

asesinato presentado

como tal. En ese aspecto,

no hubo dudas:

Sir Thomas había tomado

su propia vida.

El Capitán interrogó

al personal que

trabajaba en la mansión

y todos coincidieron

en que Sir Thomas

no tenía apremios económicos

y que era una

persona amable y solidaria.

Nadie entendía

por qué se había quitado

la vida de esa manera,

luego de haber

ganado un millón de

francos en el casino,

que pasaban a engrosar

su fortuna. El Capitán

continuó investigando al círculo de amigos

y conocidos de Sir Thomas, entre los que se encontraban

el Duque de Orleans y el magnate

estadounidense Philip Jackson, dueño de una

cadena de casinos y casas de juego distribuidos

a lo largo de su país. Había llegado a Montecarlo

casi ocho meses atrás y enseguida trabó

amistad con Sir Thomas y el duque. Sus intenciones

eran también las de expandir sus negocios

en la ciudad.

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