Trobairitz 2 - 2023 MAY
No es silenciar a otros para hacer oír nuestra voz: Es tener el espacio en nuestros oídos para escucharnos todos, para no acallar a nadie y, de esa manera, elegir a quienes queremos seguir oyendo. Cancelar las voces de otros autoriza a los otros a cancelar mi voz. https://www.instagram.com/trobairitzmagazine/
No es silenciar a otros para hacer oír nuestra voz:
Es tener el espacio
en nuestros oídos
para escucharnos todos,
para no acallar a nadie y,
de esa manera, elegir a quienes
queremos seguir oyendo.
Cancelar las voces de otros
autoriza a los otros
a cancelar mi voz.
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Mabel Arancegui
MÁS QUE UNA SIMPLE
CHALINA
Llevo tantas décadas vividas que ya perdí
la cuenta de mi edad. Recuerdo ir naciendo poco
a poco cuando Doña Amelia me daba vida durante
algunas horas de aquellas tardes de calorcito
en las siestas de Gualeguaychú. Sé que ella esperaba
tejer una mantita para su primogénito, el cual
desgraciadamente murió en su vientre. Entonces,
cambió el color de la lana del celeste al negro y en
vez de tejer la mantita me tejió a mí... un simple
chal.
Siento que me creó con tanto amor y añoranza
por ese hijo no nacido que con el tiempo
absorbí sus sentimientos más escondidos y mi
abrazo sirvió tanto como para contener a una
viuda de la familia en el velorio de su marido como
para sanar los raspones de las rodillas de las pequeñas
niñas de la casa
cuando aprendían a andar
en bicicleta sin rueditas
y se caían sobre los
adoquines de la calle.
mí para que nadie se enterar de su pesar. Di la
prematura bienvenida a Stella cuando, ansiosa
por salir al mundo, sorprendió a Luisa, su madre,
que como abrigo solo me tenía a mí para resguardarla.
Vi cómo cada una de estas mujeres, integrantes
de mi familia, nacían, crecían y morían algunas
de ellas dejando descendencia que la recordara
y otras solo a mi como prueba de su existencia...
aunque verlas partir me dio mucha tristeza
siempre tuve la certera idea que donde fueran serían
eternamente felices y eso me ayudó a reconfortarme
pensando que cada una de ellas encontraría
todo aquello que en esta vida se les negó.
Cambiaron las generaciones... los adoquines
de la calle fueron reemplazados por cemento.
Siempre estuve
ahí, cubriendo las piernas
de Vicenta cuando
se sentaba a leer por la
noche con su vaso de
vino tinto después de
haber trabajado todo el
día arando el campo.
Cobijé las primeras decepciones
amorosas de
Gladys cuando lloraba
en silencio abrazada a
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