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La Misa cara a Dios - coro san clemente i

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inclinant). Temía que semejante actitud fuese de índole capaz de sembrar el<br />

desconcierto entre los nuevos convertidos, que veían que ciertos cristianos se<br />

entregaban a una práctica <strong>cara</strong> al paganismo. San LEÓN tiene a bien admitir<br />

que, si el gesto es el mismo, su espíritu es diferente, y que tal homenaje no se<br />

dirige a la luz, sino al Creador de la luz. ¡Qué importa! Hay equívoco. Es<br />

menester saberlo (Sermo XXVII, In Nativ. Domini, P.L. 54, col. 218 ).<br />

Para comprender esta advertencia, hay que recordar que un gran número de<br />

basílicas romanas, especialmente San Pedro (como el edificio actual), estaban<br />

orientadas al revés. Tenían su ábside al oeste, y su fachada y entrada al este. Los<br />

fieles, al mirar el altar, daban la espalda al astro naciente, lo que compensaban,<br />

antes de ocupar su lugar en la nave, con un saludo ad nascentem solem al subir<br />

las gradas incluso del atrio (superatis gradibus quipus ad suggestum areae<br />

superioris ascenditur). Esta costumbre se mantuvo durante varios siglos.<br />

En suma, la monición de San León prueba que existía entre los cristianos de su<br />

tiempo una tradición muy antigua, la que por otra parte durante ese mismo<br />

siglo iba a imponer a Occidente lo que ya desde mucho tiempo se hacía en<br />

Oriente: la orientación verdadera de las iglesias con ábside al este.<br />

Pero el texto que acabamos de citar permite también pensar que su autor tenía sus<br />

razones para insertarlo en un sermón de Navidad. Esas razones se encuentran expuestas<br />

en otro sermón de Navidad (Sereno XXII, P.L. 54, 198), en el cual San León pone en<br />

guardia a los fieles contra la tentación de escuchar a quienes quisieran hacerles creer<br />

que esta fiesta de Navidad no es tanto la de la Natividad de Cristo como la del<br />

nacimiento del nuevo sol.<br />

Insensibles a la verdadera Luz, aquellos son lo suficientemente obtusos como<br />

para rodear de honores divinos a un simple "pabilo" puesto por <strong>Dios</strong> al servicio<br />

de los hombres.<br />

Así pues, el jefe de la Iglesia se alza contra el culto solar, lo que prueba que, a<br />

pesar de la sustitución, entonces bastante reciente, de la fiestapagana del<br />

Natalis solis invicti por la fiesta cristiana de la Navidad, estaba siempre<br />

presente el peligro de un retorno del pueblo a los ritos paganos que señalaban el<br />

solsticio de invierno.<br />

Sin embargo, esta sustitución, esta cristianización de la fiesta pagana, debían<br />

hacer particularmente sensible a los fieles el homenaje que la Iglesia rinde a<br />

Aquél en quien ve el verdadero Sol invictus. De hecho, la liturgia de Navidad se<br />

halla impregnada de esta mística de la luz. <strong>La</strong> alegría humana de la renovación,<br />

del retroceso de la noche y del retorno victorioso del astro del día, cuyo<br />

comienzo indica el solsticio, esta alegría humana la Iglesia la canaliza hacia el<br />

misterio de Cristo. El acontecimiento cósmico se torna para ella en una figura,<br />

un signo. Esta luz "que las tinieblas no han podido apagar", ¿cómo no<br />

reconocer en ella a la única "luz verdadera", la que "ilumina a todo hombre"?<br />

Liturgia de triunfo, liturgia de esplendor y de iluminación, tal es el oficio de<br />

Navidad en todos los retos cristianos. Los Padres no son menos entusiastas en<br />

sus comentarios y en el homenaje vibrante, que rinden al único Sol invicto<br />

"descendido de las sublimes alturas de le claridades eternas".<br />

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