La Misa cara a Dios - coro san clemente i
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"En muchos lugares donde se ha erigido un altar-mesa para celebrar <strong>cara</strong> al<br />
pueblo, se ha cometido un error, visible en demasiadas fotografías que uno<br />
creería ejemplares, de dar vuelta a Cristo hacia el pueblo".<br />
Así, pues, ninguna duda: hay que dar vuelta la cruz hacia el celebrante. Tanto<br />
peor para los fieles. <strong>La</strong> frustración de éstos es por otra parte relativa, puesto que<br />
¡"si el crucifijo es de tamaño normal, es decir, mediocre, la mayoría de los<br />
fieles no alcanza a ver a Cristo"!<br />
No se podría imaginar una pirueta más desenvuelta para eludir la única<br />
solución lógica, que sería volver a colocar el altar en el buen sentido...<br />
En suma, se está en plena contradicción, y en plena descortesía: ¡el celebrante<br />
está de <strong>cara</strong> al pueblo, pero el divino Crucificado le da la espalda! <strong>La</strong> liturgia se<br />
vuelve a cerrar en una relación Cristo-altar-ministro, lo que está en flagrante<br />
desacuerdo con todas las buenas razones de apertura al pueblo que invocan los<br />
ardientes defensores de la celebración versus populum. Y se está así en ruptura<br />
con el simbolismo que, desde el comienzo del cristianismo, estaba unido a la<br />
cruz del Gólgota, mirando hacia el oeste, es decir, hacia el mundo de los<br />
redimidos, al que sus brazos atraen y reúnen en un mismo pueblo [39]. Este<br />
doble simbolismo del acogimiento y de la introducción al misterio redentor, tan<br />
bien expresado por la cruz de las vigas de gloria, tenía pese a todo una<br />
dimensión distinta de la de esta especie de diálogo "clerical" a la que se lo quiere<br />
reducir.<br />
[1] Sermón XXVII, In Nativ. Domini, VII, cap. IV, P.L. 54, 218.<br />
[2] Théologie du ]udéo-Christianisme, París, Desclée, 1957, p. 96.<br />
[3] El Padre DANIELOU hace notar que esta comparación se relaciona<br />
"con un contexto judío que nos vuelve a llevar a los esenios" (op. cit.,<br />
p. 96).<br />
[4] El vidimus lucem immensam de la misma Passio evoca el lux perpetua<br />
luceat eis de la misa de difuntos (atestiguado en el siglo IX en una<br />
antífona del común de los Mártires del oficio romano). Esta luz<br />
inmensa y eterna, en la que descan<strong>san</strong> las almas bienaventuradas en la<br />
contemplación de <strong>Dios</strong>, toma toda su significación en el contexto<br />
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