La Misa cara a Dios - coro san clemente i
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ituales de la mañana. Los augures miraban hacia el este. En Roma, como<br />
enAtenas, como en el antiguo Egipto, los templos estaban orientados de tal<br />
manera y según un eje de una precisión tal que el sol naciente iluminase el<br />
rostro del dios o de la diosa el día en que se festejaba a esa divinidad.<br />
De hecho, el cristianismo no abolió la sacralidad antigua. <strong>La</strong> desmitificó. <strong>La</strong><br />
liberó. <strong>La</strong> transfiguró. Invitó al hombre religioso, atento a los símbolos, no a<br />
renegar de esos símbolos, sino a darles un nuevo sentido, un sentido acorde con<br />
la Revelación. El Sol invictus se convirtió en elSol Salutis. El Sol-rey se tornó en<br />
el Rey del Sol, porque, escribe SAN AGUSTÍN, por Él fue creado el sol (non est<br />
Dominus Sol factus, sedper quem Sol factus est. In Ioanem P. L. 35, 1652). Y el<br />
Oriente cósmico se iluminó con las promesas radiosas de la Salvación.<br />
El Sol Salutis es también el Sol Iustitiae, del que habla MALAQUIAS (3, 20),<br />
signo de poder y de victoria (cfr. Isaías, 41, 2), al que los Padres griegos y latinos<br />
identifican con Cristo.<br />
Signum Crucis<br />
Pero he aquí que el Oriente se ilumina con un astro más ardiente que el sol.<br />
"Señor, habéis formado en el cielo un signo glorioso entre todos,centelleante<br />
con una claridad infinita": así se expresa un tropero bizantino en los Maitines<br />
del 14 de septiembre, mientras el Occidente latino exclama: O Crux, splendidior<br />
cunctis asitris!<br />
Hacia ese signo que del Oriente los llamaba a las beatitudes eternas debía<br />
dirigirse la última mirada de los mártires. Esa Cruz que exaltaronJustino,<br />
Ireneo, Efrén, Paulino de Nola y Juan Crisóstomo, no era el madero<br />
ignominioso del Gólgota, sino el testimonio deslumbrante de la gloria de Cristo<br />
con la que se iluminará la última aurora cósmica. Esta Cruz salvífica aparecerá<br />
en el cielo, nos dice SAN EFRÉN, "como el cetro de Cristo gran Rey...<br />
superando el brillo del sol y precediendo la venida del dueño de todas las<br />
cosas". "¡Sígno triunfal! exclama San JUAN CRISÓSTOMO, más<br />
resplandeciente que el astro de los días"!<br />
En los orígenes del cristianismo se asocia la oración hacia el Oriente con el culto<br />
de la Cruz. Y el culto de la Cruz es ante todo un homenaje rendido a la gloria<br />
divina.<br />
Pero es también la afirmación de una esperanza. Si el Oriente evoca el Paraíso<br />
perdido, es más aun el lugar del Paraíso reencontrado. Allí está la morada del<br />
Señor, marcada por la Cruz, signo de reprobación para los malditos, pero signo<br />
de reunión para los justos. Cuando, en el interior de su casa, los primeros<br />
cristianos trazaban una Cruz sobre el muro oriental y oraban ante ella,<br />
expresaban su fe en la permanencia del Señor en los cielos, pero dados vuelta<br />
hacia la Cruz, conversi ad Dominum, se enfrentaban al Soberano juez en la<br />
espera mística del gran Retorno, esperanza suprema.<br />
Este doble aspecto se une al simbolismo de las Cruces absidales. En la<br />
arquitectura bizantina, el ábside representa el espacio celeste al que la Cruz da<br />
su significación presente y futura. Él actualiza para los fieles la obra de salvación<br />
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