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Nos sentamos en la misma mesa. Papá no dijo nada durante más de una hora.<br />

Entretenido con la bulla de la barra y las conversaciones de los parroquianos<br />

que inundaban la sala, sus facciones se habían ido relajando. Era evidente que<br />

se encontraba tranquilo y a gusto en aquel lugar, pero no se comunicaba conmigo.<br />

Desalentado, llamé al camarero para abonar la consumición.<br />

–Prostíbulo de madame Sitri. Aquí no se pierde el tiempo, sino se folla.<br />

Mi padre hablaba de nuevo. Tomé asiento con cautela.<br />

–¿A qué te refieres? –le inquirí, mientras miraba de reojo a los camareros, pendiente<br />

y avergonzado de que pudiera referirse a ellos y de que nos hubieran<br />

escuchado. Con un dedo señaló en la pared un pequeño cartel de latón que<br />

mostraba una frase en italiano y que había estado oculto por un señor que ya<br />

se levantaba.<br />

–Se lo escribieron en la calle, delante de la puerta de la casa, con pintura y letras<br />

grandes, al poco de llegar a Torre Ulía. Pero tu madre no era como madame Sitri.<br />

Era una buena mujer. Las malas lenguas decían que un ministro la dejó preñada,<br />

ya vieja, en una casa de citas. En misa nadie se sentaba junto a ella y todo el mundo<br />

chismoseaba. Envidia, pura envidia, pues era una persona culta e inteligente,<br />

no como los paletos ignorantes que la repudiaron y que no abrieron un libro en<br />

la vida. En el pueblo se asombraban de que leyera la prensa diariamente. Mandaba<br />

a comprar el periódico a algún niño vecino de la calle y le regalaba un pequeño<br />

indio o un vaquero de plástico. Los niños se daban tortas por el recado. Por eso<br />

remoloneaban a la puerta de su casa, a ver si caía la breva…<br />

El camarero llegó con la cuenta y mi padre interrumpió el relato bruscamente.<br />

Los odié a los dos. Al camarero por romper un sortilegio tan difícil de<br />

activar y a mi padre por encontrarse enfermo y no haberme contado nunca<br />

nada. Luego me calmé al comprender que realmente ninguno de los dos era<br />

culpable, mas al contrario formaban parte de la magia que me estaba devolviendo<br />

mi pasado.<br />

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