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Todos los días me presento a mi grupo de nivel tres y todos los días mis usuarios<br />
muestran ante mis palabras el mismo rostro de curiosidad o de indiferencia,<br />
de recelo o de moderada expectación. Cada mañana los mismos rostros<br />
con los que llevo trabajando varios meses me reciben y me aceptan con las<br />
mismas expectativas o el mismo desdén del primer día.<br />
Virgilia, que pese a la enfermedad ha preservado intacta su beatería, me pregunta<br />
a qué hora es la misa y se queja, tal como ha venido haciendo desde el<br />
primer día, de que le han puesto un pañal como a un bebé.<br />
–Debes aprender a disfrutarlo como si fuera un cilicio –le digo.<br />
–cio cio cio cio cio… –dice Juan que en su día fue ingeniero de montes y que<br />
padece ecolalia como efecto colateral de la enfermedad.<br />
Úrsula se detiene ante el abrillantado linóleo del corredor en penumbra, que<br />
resplandece como un espejo, y vacila antes de dar un paso. Su parkinsonismo<br />
asociado a la enfermedad le hace ver la superficie del suelo como un abismo<br />
sin fondo. Carmina, a quien la enfermedad ha vuelto desinhibida, intenta quitarse<br />
el pañal y consigue arrancar por encima de su falda un puñado de guata<br />
que mira perpleja como si sujetara en su mano una inocua bola de nieve.<br />
–Debes aprender a disfrutarlo, Carmina –le digo–; no es un cilicio.<br />
Aunque llevan ya varias horas juntos practicando manualidades en los talleres<br />
de terapia ocupacional, cuando abandonamos la sala en dirección al ascensor<br />
para bajar al gimnasio, el cambio de escenario les produce la sensación de un<br />
reencuentro, por lo que vuelven a saludarse como si acabaran de verse.<br />
Espero la llegada del ascensor con mi grupo de siete enfermos y en cuanto<br />
este se abre le digo a Rosa, que es la más cercana a la puerta, que pase hasta<br />
el fondo. Rosa entra en el ascensor, llega hasta el fondo y dice: “No puedo ir<br />
hasta el fondo, señorita”. Cuando le pregunto por qué, responde golpeando<br />
con la mano la pared del fondo del ascensor: “Pues porque la pared no me<br />
deja”. ¿Qué es entrar?, me digo recordando unos versos. ¿Y dónde se entra de<br />
verdad llegando al fondo?<br />
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