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Juan repite ya frenéticamente el final de cada palabra que se pronuncia. La<br />
mancha de Eladio se ha extendido a lo largo de su pernera derecha y un fuerte<br />
olor a amoniaco invade la cabina del ascensor. La situación comienza a ser<br />
desesperada. Tengo que conseguir que se distraigan. En realidad, soy yo la<br />
que debo conseguir distraerme, o esto se va a convertir en un infierno. Al<br />
menos para mí.<br />
–Ahora –les digo– vamos a cantar “Desde Santurce a Bilbao”, seguro que<br />
la recordáis.<br />
De nuevo todos comenzamos a cantar a voz en grito. Y mientras entono la<br />
canción con ellos, pienso que en aquel exiguo espacio, rodeada de enfermos<br />
que cantan sin la menor alteración, sin la más mínima señal de inquietud en el<br />
rostro, soy el único ser que ha perdido la calma y a quien la situación ha conseguido<br />
alterar. Y, acto seguido, me pregunto si en medio de esta situación<br />
absurda, que me afecta solo a mí, no seré yo el único ser absurdo, el único ser<br />
incoherente. Sin duda mi angustia me coloca en una posición de inferioridad.<br />
Mientras que a ellos, el espacio cerrado en el que nos hallamos y la situación<br />
misma de suspensión, parece conferirles una secreta lucidez que da, de algún<br />
modo, coherencia a su desvarío. En este espacio cerrado, detenido entre dos<br />
lugares en mitad de ninguna parte, estos seres colgados siempre entre un<br />
pasado borrado y un futuro borroso, parecen haber encontrado por fin su<br />
lugar y resplandecer con una nueva luz, imbuidos de una secreta coherencia,<br />
de un rigor absoluto.<br />
Y de repente advierto que estoy empezando a tomar conciencia de un extraño<br />
fenómeno, que algo crucial está a punto de revelárseme. En este reducido<br />
espacio ha quedado atrapado durante unos instantes, como el insecto en una<br />
gota de ámbar, un fragmento de realidad pura. Cualquier atisbo de razón, de<br />
claridad, de cordura, son solo una pausa en la respiración del caos, un instante<br />
de silencio entre los dos ruidos que determinan su latido, el latido de ese caos<br />
fundamental que rige la esencia secreta del universo. Pues toda apariencia de<br />
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