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28 • SIN MORDAZA
Sosa ganó en Córdoba
Deportes
PEDRO MIRASSOU
Primer triunfo del remo santafesino en el Tigre
Por Tomás Rodríguez
En las primeras décadas del siglo
pasado, cuando el Club de Regatas
se había afincado definitivamente
junto a la Laguna Setúbal, afluente
del río Paraná, habiendo abandonado
su solar del barrio sur y el arroyo
El Quillá, famoso entonces por
la aventura de un joven deportista
(nadador, waterpolista y remero)
llamado sencillamente Pedro Candioti,
surgió una figura de excelentes
aptitudes para determinadas actividades
de la materia y de una voz
que se asemejaba a la de un tenor.
Pedro Mirassou remaba y proclamaba
su “joie de vivre”, hecha de
potente salud física y de sana expansión
anímica, cantando a todo
pulmón. El ámbito del legendario
Club de Regatas Santa Fe se llenaba
muchas veces con su potente voz y
fue tal vez en esos momentos que
descubrió en su garganta privilegiada
y en sus pulmones educados en
los esfuerzos del remo y la natación,
que atesoraba las riquezas vocales
que, junto con su prestancia atlética
y su carácter, lo harían encumbrarse
universalmente como cantante
lírico.
Cuenta la historia que con el transcurrir
de los años, los viejos remeros
de la prestigiosa entidad lagunera
solían recordar el día que Mirassou
se trepó en un balcón de un hotel de
la avenida de Mayo en Buenos Aires,
donde se encontraban en trance de
regatas tigrenses, para unir su voz a
la de la multitud que entonaba “La
Marsellesa” para festejar la victoria
de la Primera Guerra Mundial.
Los acentos poderosos y encendidos
de Mirassou dominaron el coro
multitudinario y las estrofas del famoso
canto de la libertad resonaron
dominadores por encima de la muchedumbre
sorprendida y admirada
que le prodigó, quizás, la primera
gran ovación brindada a su sonoro
arte, como anticipo de las innumerables
que recibiría luego en los más
famosos teatros del mundo.
Entusiasta cultor del remo, le cupo
el honor a Mirassou de integrar con
Pedro Antonio Candioti, Carlos
Bianchi, Octavio Pacheco y Atilio
Copes, la tripulación, que por primera
vez en la historia de Regatas
Santa Fe haría flamear su gallardete
en el mástil del río Luján. Este
acontecimiento que sacudió a la
capital del segundo estado argenti-
no, aconteció el 11 de setiembre de
1916, cuando la entidad nacida junto
al arroyo El Quillá, ubicado en el
sur de esta ciudad, obtuvo en forma
brillante la Copa “La Marina”.
Sus condiciones de deportista ejemplar
lo llevaron al prestigioso remero
a ocupar el cargo de Capitán de la
institución que conoció durante su
infancia y que llevaba en el corazón,
que desempeñó con celo y capacidad
durante el ejercicio 1918-1919.
Luego, ya bien madurado en hombre,
Pedro Mirassou emprende, llamado
por su vocación artística, la
carrera de tenor que habría de consagrarlo
mundialmente y su triunfo
lo aleja para siempre de su querida
Santa Fe y de su bienamado club,
conmovido siempre por sus grandes
éxitos.
El 14 de mayo de 1928 quedó grabado
en la retina de los asistentes
al principal coliseo argentino de la
consagración definitiva del notable
tenor Pedro Mirassou, cuando su
voz estremeció al exigente público
del Teatro Colón que, al finalizar la
obra, aplaudió de pie por espacio de
más de 10 minutos la espectacular
labor del artista proveniente de la
ciudad fundada por el vizcaíno Juan
de Garay, donde se origino la Constitución
Nacional, se pronunció por
primera vez la palabra “Argentinos”,
se fabricaban los exquisitos alfajo-
res, se saboreaba la mejor cerveza
del país y se admiraba la belleza de
sus mujeres..
Mirassou sorprendió desde el proscenio
del fabuloso coliseo ubicado
en Viamonte 1168 con su inigualable
voz al interpretar “La Marsellesa”,
de Georges Bizet, en una
Función de Gala organizada por el
gobierno argentino celebrando la
Fiesta Patria Francesa.
Muchos vecinos de esta capital recordaron
por décadas ese acontecimiento
histórico de la lírica, porque
ese mismo día se produjo en el distrito
Campo Andino, en el norte del
departamento La Capital, la muerte
de Celestino Fernández, más conocido
con el seudónimo de “Mandinga”.
Otra labor estupenda del artista
santafesino tuvo lugar el 12 de julio
de 1929 en el Teatro Colón de
Buenos Aires con “El Matrero”, una
ópera de tres actos del compositor
Felipe Boero (fue pionero en utilizar
libretos en castellano, abriendo la
puerta a un importante desarrollo
literario del género en ese idioma)
sobre un libreto del famoso escritor
uruguayo Yamandú Rodríguez, dirigida
por Héctor Panizza, llegando
a ser un hito en la historia de la música
sudamericana.
Solamente en ese coliseo fue interpretada
más de 50 veces. El tenor
SEMANA DEL 05 AL 11 DE MAYO DE 2010
El esperancino Luis Sosa ganó en la categoría Master “D1” la 15º edición del “Desafío al Valle del Río Pinto” en La Cumbre (Córdoba), de la que
participaron más de 4.000 pedalistas de todas las provincias argentinas y ciclistas de los países limítrofes.
Pedro Mirassou, en el personaje de
Pedro Cruz, el Matrero, payador
enamorado de Potenzuela; Nena
Juárez, mezzosoprano (Potenzuela,
joven valerosa); Apollo Granforte,
barítono, padre de aquella y el tenor
Atilio Muzio, en el personaje de
Zampallo, quien aspira conquistar a
Potenzuela.
Dos años más tarde, el prestigioso
tenor santafesino cumplió una actuación
excepcional en el Teatro Colón
de Buenos Aires el 18 de julio de
1930, en el inicio de la Temporada
Lírica con la puesta en escena de “El
Barbero de Sevilla” del compositor
Geoachino Rossini.
La obra formó parte de los actos en
conmemoración del “Día de la Independencia
del Uruguay”, siendo
en la ocasión Director de Orquesta
y Maestro Concertador, Farrucio
Calusio.
En 1934, el tenor Pedro Mirassou,
interpretó a Don José, en la ópera
“Carmen”, en el Teatro Municipal
de Santiago de Chile, con un notable
éxito. En la oportunidad, tuvo un reconocimiento
especial por parte del
soberano trasandino, cuyo público
de pie tanto en los palcos, plateas y
graderías, se mantuvo de pie aplaudiendo
por espacio de un cuarto de
hora al concluir la obra.
Debe apuntarse que la misma se
había cantado por primera vez en
la capital chilena el 27 de agosto de
1884.
Asimismo habían asumidos otros
roles centrales, la mezzosoprano
María Teresa Volpe, como Carmen;
la soprano Nella Giudetti en el rol de
Micaela y Joaquín Villa como Escamillo.
Para el famoso Arturo Toscanini,
“Mirassou es un tenor que no hace
sufrir”
El tenor argentino fue considerado
el primer gran cantante nacional en
su cuerda, siendo su voz clara y de
natural emisión que le valió un importante
elogio de Arturo Toscanini:
“E un tenore che non fa soffrire”
(“Es un tenor que no hace sufrir”),
es decir que se trata de un concepto
de notable valor artístico.
Mirassou había nacido en Santa Fe
en 1896 y su debut en el Teatro Colón
había sido compartiendo cartel
con Claudia Muzzio, en 1928, cuando
tenía solamente 32 años.
Además de buen cantante, parece
que Mirassou (según reveló el escritor
Horacio Sanguinetti, fue en
sus inicios en el campo deportivo y
como vendedor de automóviles), había
sido un experto jinete.
En la ópera rural “El Matrero”, de
Felipe Boero, encarnaba al protagonista
(lo haría en todas las versiones
brindadas por el Teatro Colón desde
su estreno en 1929 hasta 1948), justamente
un gaucho matrero y cantor
también llamado Pedro.
Un aspecto característico de la vida
del Club de Regatas Santa Fe durante
varias décadas fue, sin lugar a
dudas, la actuación que le cupo a las
agrupaciones isleñas, que le dieron
un matiz y colorido a la vida sana,
al aire libre y disfrutando del medio
ambiente en esta región del Litoral
Argentino.
Casi nos atrevemos a afirmar que
esta forma de proyectar la vida de
esa institución hacia el escenario
natural y agreste de la isla a través
de numerosas agrupaciones de socios,
representaba una característica
exclusiva de esa popular entidad.
La isla, tan cercana, había llegado
así a formar parte, en cierto modo,
del dominio mismo del club verdeoro.
Desde los distantes días, allá por el
año 1925 o antes, en que un grupo
más o menos organizado de socios,
que luego daría lugar a la Agrupación
“Vuelta del Paraguayo”, empezó
a concurrir a la isla fronteriza,
llamada Del Silgadero y más conocida
por la “Isla de Aicardi” para
practicar fútbol y realizar largas y
amigables mateadas, la atracción
del paisaje isleño, con sus verdores,
su sol y su soledad, propicia al libre y
varonil esparcimiento.
Los entusiastas concurrentes decían
entonces que todo lo citado precedentemente
ejercía su pintoresco y
primitivo sortilegio sobre grupos de
asociados reunidos por afinidades
deportivas y afectuosa camaradería,
que se organizaron en grupos o
tribus y ellos mismos establecieron
sus normas de convivencia, tácitas o
expresas.
De esta manera, nació un día la Tribu
Mocoretá, llamada a señalarse
definitivamente en la historia del
básquetbol de la ciudad de Santa Fe.