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Redes-y-complejidad2

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Carlos Reynoso – <strong>Redes</strong> sociales y complejidad<br />

desarrollo de algoritmos o de juicios para establecer, por ejemplo, criterios de semejanza<br />

estructural.<br />

• El principio de René Thom (1992): No tiene sentido hablar de fluctuación, de<br />

alea, de desorden, de emergencia e incluso de evento, excepto en relación con la<br />

descripción epistemológica en cuyo seno esas conductas se manifiestan como<br />

tales. Este principio vulnera fatalmente a todas las epistemologías en que se invoca<br />

(por ejemplo) el azar como entidad y como causa última. Por supuesto, las cualidades<br />

opuestas también aplican: no hay equilibrio, determinismo, orden, reductibilidad<br />

o suceso que no dependan (o que no se constituyan en función) de la clase<br />

de modelo que se desenvuelve.<br />

• El principio de Korzybski/Whitehead/Bateson: La forma de lo que se considera<br />

conceptualmente el objeto depende de los procedimientos de mapeado y no tanto<br />

de las características objetivas del territorio o del dominio disciplinar. Por ejemplo,<br />

no hay verdaderamente “bucles” en los sistemas recursivos, ni “pirámides” en<br />

las poblaciones, ni “grafos” en las relaciones sociales o de parentesco. Si para representar<br />

la conducta de esos sistemas se escoge otra forma de representación (por<br />

ejemplo, matrices, funciones, reglas, listas recursivas o historias de vida) la noción<br />

imaginaria de circularidad, de estructura jerárquica o de diagrama conexo se difumina.<br />

Del mismo modo, si para representar un sistema se utiliza álgebra de procesos<br />

en vez de la lógica usual de objetos y propiedades, ni siquiera en fenómenos<br />

reputados complejos se presentan situaciones de emergencia; en un formalismo algebraico<br />

casi todos los objetos se avienen a reducirse a las conductas de sus componentes,<br />

aunque no necesariamente en términos lineales (Hatcher y Tofts 2004).<br />

Para mayor abundamiento, algunas formas de representación muy distintas son equivalentes<br />

a ciertos respectos: los grafos y las matrices de adyacencia, los grafos<br />

de Ore y los grafos-p, por ejemplo. Este conjunto de ideas rompe con el esencialismo<br />

y amarga la vida de las estrategias en las que se sindica una abstracción o<br />

una comodidad nomenclatoria (típicamente “cultura”, “estructura”, “identidad”,<br />

“etnicidad”, “sujeto”, “símbolo”, “texto”, “habitus”, “campo”, en ciertos contextos<br />

quizá incluso “red”) como una instancia dotada de verdadera dimensión ontológica,<br />

preñada de las propiedades que la teoría necesite y generadora de la fuerza<br />

causal que convenga a los fines de la explicación.<br />

La definición de problema, los cuatro tipos modélicos y los tres principios epistémicos se<br />

encuentran interrelacionados. En el ejercicio de una crítica teórica o en la evaluación reflexiva<br />

de un modelo, la definición de problema es el criterio estructural y la condición<br />

funcional a satisfacer por los demás elementos, a efectos de que una operatoria que ha<br />

puesto en blanco todas y cada una de sus decisiones inevitablemente arbitrarias no degenere<br />

en subjetividad o constructivismo. La prioridad la tiene entonces la resolución del<br />

problema y el examen de sus condiciones de posibilidad; todo lo demás, con sus libertades<br />

y libertinajes inherentes, ha de ser instrumental a ese objetivo. Estas ideas pueden resultar<br />

abstractas ahora pero se ilustrarán suficientemente, espero, en el abordaje crítico y<br />

metacrítico de las teorías de redes y complejidad que comienzan a examinarse ahora.<br />

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