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Centurion Argentina Summer 2018

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En octubre, Marco

En octubre, Marco Bizzarri, CEO de Gucci, anunció la prohibición de las pieles de animales en la compañía, no solo por el rechazo que provocaban entre los clientes, sino también por el deseo de los grandes talentos de la alta costura de trabajar para una compañía que no use este tipo de pieles. Poco después del comunicado de Gucci, Michael Kors también se hizo eco de esa misma prohibición, sumándose así a Stella McCartney, Calvin Klein, Ralph Lauren y Tommy Hilfiger, junto a otros minoristas de lujo como Selfridges y Net-a-Porter. No es de extrañar, por tanto, que dentro del sector del lujo estén surgiendo fabricantes de piel de imitación. La línea de abrigos Shrimps de Hannah Weiland es una de las favoritas entre los editores de moda por su agradable y rústica calidez. Y la recién llegada Maison Atia está causando revuelo con sus abrigos a la medida. Esta casa, cofundada por Gustave Maisonrouge y Chloé Mendel –hija del diseñador Gilles Mendel y perteneciente a la sexta generación de la firma de peletería J Mendel–, presentó en su primera colección una gabardina en “visón” de imitación y un chaquetón reversible en piel de “cordero persa” artificial; precios desde US0. Hay dos tipos de pieles de imitación: una realizada con materiales orgánicos, como el mohair o la lana, y otra con fibras sintéticas –habitualmente acrílicas y modacrílicas–, muy apreciadas por su brillo sedoso y su similitud con la piel de verdad. Y aquí reside la paradoja para el movimiento en favor de las pieles de imitación: los acrílicos son productos derivados del petróleo y, por consiguiente, perjudiciales para el ambiente. «Los productos de piel sintética hechos con derivados del petróleo son la antítesis del concepto de preservación ambiental responsable», señala Keith Kaplan, de Fur Information Council of America. Kaplan explica que, durante la fase de producción, estos materiales liberan sustancias cancerígenas y, además, desprenden fibras y pelusas de plástico durante el lavado. Todo ello acaba desembocando en ríos y océanos donde los peces las ingieren. Si bien es cierto que Michael Kors y Gucci han prohibido las pieles, no han hecho lo mismo con el cuero. De hecho, la única diseñadora de primer nivel que se niega a vender prendas confeccionadas en cuero es Stella McCartney, una apasionada activista de los derechos de los animales. Está claro que, dejando a un lado el tema del precio, afirmar que unos zapatos hechos con cuero sintético no producen la misma sensación que los fabricados con cuero de verdad solo depende de a quién se le haga la pregunta. Aun así, las cosas están cambiando gracias en parte a una visionaria empresa de biotecnología de Nueva Jersey. Modern Meadow crea cuero en un laboratorio sin sacrificar vacas ni dañar pastos. En el cuero empleado en ropa, el proceso comienza “editando” o separando los pares de ADN de las células de levadura para obtener colágeno, el principal ingrediente de la piel animal. El colágeno se amalgama en un material de “biocuero” que se puede curtir y posteriormente cortar y coser para su uso en zapatos, bolsas y chamarras de motociclista. Este material, denominado Zoa, se incluyó dentro de la reciente exposición Items: Is Fashion Modern? celebrada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Suzanne Lee, directora creativa de Modern Meadow, compara el proceso de creación de Zoa con el de la elaboración de la cerveza. Al igual que la levadura produce alcohol a partir del azúcar, también se puede modificar para transformar el azúcar en colágeno. Lee considera que el proceso de curtido es más sustentable que el procedimiento convencional dado que no es necesario eliminar el pelo o la grasa animal. Y, por supuesto, no se daña a ningún animal. Las posibles implicaciones económicas de todas estas iniciativas son enormes. Por un lado, la industria de los artículos de cuero mueve en todo el mundo US0,000 millones anuales en productos y, por otro, los microbios de Modern Meadow producen colágeno mucho más rápido que lo que se tarda en criar una vaca o una oveja. Esto permitirá a la compañía poder trabajar con distintas marcas para diseñar materiales completamente nuevos realizados a partir de células y producirlos en diversas texturas. Dado que Zoa aún está en fase de desarrollo, Modern Meadow no nos permitió tocar este cuero, que es la prueba tangible de este avance. Paola Antonelli, la curadora de la muestra en el MoMA, señaló que «parecía cuero» y tenía la misma elasticidad y flexibilidad, pero no hubo ningún comentario sobre qué tal quedará en un zapato o en una bolsa, o si llevará consigo el agradable olor (para muchos) a cuero. McCartney, que al parecer está siguiendo de cerca el desarrollo de Zoa, sostiene que «la clave del éxito de estos nuevos materiales sintéticos reside en el consumidor y en su percepción de si el material resulta igual de bello, lujoso y atractivo. La tecnología tiene que conseguir que sea tan “de verdad” que ni el propio consumidor se dé cuenta. En el sector del lujo es inaceptable una calidad inferior». La diseñadora británica, además de no utilizar jamás cuero o pieles en sus colecciones, ahora está apostando por la seda de imitación. Se ha asociado con Bolt Threads, una empresa californiana dedicada a la biofabricación que crea microseda a partir de agua, azúcar y levadura modificada genéticamente. La seda de imitación se produce mediante fermentación utilizando un proceso prácticamente idéntico al empleado en la elaboración de cerveza salvo que en este caso la levadura, en lugar de convertir el azúcar en alcohol, lo transforma en proteína de seda. El paso siguiente es colocarlo en una especie de colador de espaguetis denominado hilera. El material gelificado se presiona a través de los agujeros del colador y sale en forma de fibra. El resultado final es un material de origen ético con un tacto similar a la seda convencional. Ahora queda por ver si los consumidores percibirán estos nuevos materiales como “de categoría inferior”, por muy lujoso que sea su aspecto o su tacto. Un diamante elaborado en un laboratorio puede tener la misma apariencia que uno extraído en la mina, pero ¿será capaz de despertar el mismo deseo? ¿Es el cuero de laboratorio “cuero de verdad”? ¿Da igual uno que otro? Mientras intentamos dilucidar qué es “verdadero” y qué es “falso”, compañías de todo el mundo se afanan por encontrar alternativas a las sustancias no renovables y a los procesos perjudiciales para el ambiente sobre los que se ha sustentado gran parte del negocio de la moda. Hojas de piña y plátano, hongos, desechos de uva y naranja, raíces de plantas, papel, metano, células madre, esmeraldas cultivadas en laboratorio, mezclilla, plástico reciclado… cualquiera de ellos puede transformarse en una futura bolsa “It” o en un anillo de compromiso. Y puede que entonces, una conciencia limpia y ecológica sea el verdadero artículo de lujo. 66 CENTURION-MAGAZINE.COM

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